Parece el nombre de la comedia romántica de Rob Reiner que ha pasado a la historia por el falso orgasmo público de Meg Ryan ante Billie Crystal, pero el título del artículo responde a las sesiones que Dylan compartió junto a Johnny Cash a finales de los años 60. Medio siglo después salen a la luz bajo el título de Travelin’ thru (Columbia/Legacy), como parte del 15º lanzamiento de las Bootleg Series de Dylan, en la que rescata canciones inéditas y tomas alternativas grabadas en Nashville en su periodo más rural y campero.

A nadie deberían caberle dudas sobre el peso artístico, no solo musical, de Bob Dylan en la cultura popular del último medio siglo, Premio Nobel de Literatura mediante. Y resulta imprescindible para disipar las sombras de su larga e inquieta carrera alumbrarla no solo con su impresionante discografía, sino esclarecerla con la riqueza de su fondo de armario, que se encuentra en las múltiples grabaciones aparcadas que atesora el estadounidense, tanto de estudio como sobre los escenarios.

Ahí es donde cobra sentido la serie Bootleg, que en la última década está descubriendo la faceta escondida del que para muchos es el mejor escritor de canciones de todos los tiempos, alguien que, a pesar de su trascendencia, apenas llega a los 60 millones de copias vendidas en todo el mundo, lejos de las marcas de Michael Jackson, por ejemplo, que ronda los 350, o los 600 de The Beatles. Bootleg alude a la grabación que no ha publicado oficialmente el artista ni su compañía. Lo que antes se conocía como un disco pirata, aunque en el caso de Dylan esta serie sí cuenta con su aquiescencia.

El nº 15 de la serie repasa los viajes musicales de Dylan a Nashville, desde 1967 hasta 1969, centrándose en grabaciones inéditas de las sesiones para los álbumes John Wesley Harding, Nashville Skyline y Self Portrait, una trilogía que muchos asocian al paso de su autor a los sonidos country y que, para la mayoría de la crítica, está lejos del poso artístico que desprendían sus tres discos anteriores (Bringing it all back home, Highway 61 revisited y Blonde on blonde) debido a su carácter acomodaticio y conservador.

Tras su viraje del folk y el blues acústico al electrificado, y una vez que renegó de su figura como icono de la canción protesta y activista contra la guerra de Vietnam, Dylan tuvo un accidente de moto y se retiró de la escena en 1966, en su granja de Woodstock, en plena naturaleza. Su planteamiento musical viró 360 grados y tras sus grabaciones recientes junto a una gran banda, optó por la desnudez de un trío acústico para las sesiones de 1967 para John Wesley Harding. El triple disco (hay un formato reducido, al menos en formato digital) incluye también una sesión que Dylan compartió en la estrella del bluegrass Earl Scruggs y, además de temas propios, versiones de Jimmie Rodgers...

Traje vaquero

Sin restar validez a esa parte de las sesiones, Travelin’ thru resulta especialmente atractivo cuando se adentra en las sesiones que Dylan compartió con Johnny Cash. Fueron solo dos días, 17 y 18 de febrero de 1969, en los estudios de Columbia Records, y únicamente dos horas, pero en su duetos, en los que alternan micrófonos, risas, explicaciones, clásicos populares, canciones propias y versiones, se advierte el buen rollo y la admiración mutua.

¿Pruebas? Las interpretaciones de I still miss someone; la versión de Matchbox de Carl Perkins (era parte del grupo de Cash); Girl form the north country; Wanted man (en su primera versión, única con Dylan); You are my sunshine; un meddley de las míticas Mystery train y This rain is bound for glory o un Ring of fire casi rockabilly y trasmutado en un blues con armónica. Solo a dos voces y guitarra, o con banda, el dúo se luce y, frente a la opinión de que la voz de barítono de Cash se come a un Dylan comedido y con un timbre menos nasal del habitual, el encuentro se disfruta tanto que resulta incomprensible cómo ese contacto no fructificó en un disco posterior que habría pasado a la historia. Como estas sesiones ahora reveladas.