gasteiz - Aunque buena parte del trabajo de las primeras semanas de rodaje de Baby está transcurriendo por la noche, la cara de Juanma Bajo Ulloa no denota ninguna huella de cansancio. Para principios del próximo año, su nueva película estará concluida y sólo habrá que esperar que se fije la fecha de estreno.

Todo parto es complicado pero supongo que este momento de estar ya en el rodaje, de tocar la película con las manos es lo más divertido del proceso...

-(Risas). Las palabras divertido y rodaje son incompatibles. De hecho, en este caso el parto es real. Es más, el primer plano que rodamos fue el parto del bebé de la película. Un plano complicado, la verdad. La película trata de eso, de la creación, que no hay que confundir con la creatividad. La creación es un elemento, en ese sentido, muy femenino y por eso la historia está protagonizada por mujeres. Si fuera un largo sobre una guerra o una batalla, seguramente habría muchos hombres. La experiencia me dice que ver la película convertida en planos no deja de ser una permanente lucha para obtener el sueño que tienes en la cabeza, esa imagen que has acariciado durante mucho tiempo. Estás en un sufrimiento perpetuo porque no ocurre exactamente como lo habías deseado. Pero curiosamente, en este caso se está pareciendo mucho lo que tenía en la cabeza con lo que estamos consiguiendo, hasta el punto de que hay secuencias que son mejores de lo que había soñado. Y eso es básicamente por el equipo que me rodea, que está haciendo magia.

Cuando la película se encuentre con el público, ¿qué tiene que pasar, qué sensaciones o pensamientos le gustaría dejar?

-La búsqueda es la de la emoción. Me veo siempre como un espectador que ha tenido el privilegio de poder narrar. Lo que me ha hecho ser cineasta ha sido lo que otros me han provocado a mí y lo que me han provocado han sido emociones que me han hecho reflexionar. Hay un cine que es de consumo, que está muy bien porque te hace desconectar y te hace pasar un buen rato, pero las películas que de verdad me han marcado, y lo podría extender a otras expresiones artísticas como la música, la arquitectura o la pintura, han sido aquellas que me han conseguido llegar al corazón. En la actualidad, estamos creando un arte muy racional. Lo hacemos con la cabeza y nos apoyamos en herramientas totalmente racionales como son las máquinas, que no tienen sentimientos. Se está creando un arte con una gran perfección formal que funciona, se entiende, está correctamente hecho, pero que no nos alcanza. Cuando acaba, lo olvidamos. Consumir es el fin. Antes era encontrar algo interesante y llevártelo para ti porque te había ayudado como persona. Vemos que la forma es buena pero no nos deja ningún poso. Lo que yo desearía es que con Baby quedara un poso, que la gente sintiera cosas e incluso le moviera a la reflexión, a pensar.

No es el universo femenino algo extraño en su cine, aunque en este caso son todo mujeres las que dan vida al filme.

-Sí, pero es que he ido a la esencia de lo que quería contar. Sí que en mi obra ha habido como una radicalidad en ese sentido, con películas muy íntimas y de autor, y luego largos en el otro extremo, de gamberradas totalmente fuera de control. Películas que parecen para públicos totalmente diferentes, aunque reivindico que el espectador puede ser el mismo porque yo soy del público que ve películas intimistas que me cuentan cosas y me emocionan, y que ve filmes que me divierten y me hacen desconectar. Cuando voy a contar una cosa íntima, y en este caso más, intento ir a la esencia del cine, a las miradas, a la interpretación, al decorado, a la música... Todos esos elementos consiguen la narración. En esta película se vuelve muy importante el silencio. Cada crujido de una madera es importante. La esencia de esta creación que estoy contando, que es la lucha por la vida, es básicamente femenina porque son las mujeres las que crean la vida.

Lo preguntaba también porque el concepto de mujer hoy está muy en boga.

-Ahora se ha manipulado. Toda la reivindicación que había hace muchos años sobre determinados aspectos, ahora se ha politizado. La política ha entrado en el terreno de lo social y lo ha pervertido. Las palabras han sido pervertidas. Franco, por ejemplo, pervirtió la palabra rojo. Era algo negativo. Si no eras de los suyos, eras rojo. En la época de ETA, la gente de la derecha decía aquello de todo es ETA. Si no estás con nosotros, estás contra nosotros. Esa polarización que le encanta a la gente que busca el conflicto, una situación a la que tampoco son ajenos los medios de comunicación que quieren el titular sin matices, ha pervertido el lenguaje. Ahora, lo que no es de izquierdas es facha. Y se ha pervertido la palabra feminismo. Hay una palabra también significativa en este sentido ya que se ha convertido en sexista lo que es sexual. Es decir, el nuevo puritanismo, que como todos los puritanismos desprecia el sexo en realidad, le ha puesto la etiqueta de sexista a lo sexual cuando no es así. La política ha entrado en todos los terrenos y así como en el pasado el Estado creaba un ámbito de censura donde había unos señores pagados para decirnos lo que debíamos pensar, sentir y hacer, la sofisticación del Estado actual lo que ha hecho ha sido convertir al ciudadano en censor. El inquisidor ya lo llevas dentro. Hemos vuelto a hablar bajo porque algo puede molestar al otro. Es aquello de que tu indignación no te da la razón. Ahora nos dicen que sí, pero no es cierto. La gente cree que su opinión es muy importante, pero no es cierto. Lo que es importante es tener criterio y éste se obtiene cuando te has cultivado.

Una de las claves que trata de manera especial la película es la idea de que en la vida siempre hay una segunda oportunidad. ¿Por qué ha querido insistir en esa idea?

-Porque en esa misma voluntad del Estado de que seamos censores, la propia sociedad acaba cayendo en eso, en señalar al vecino, en decirle a la gente lo que tiene que hacer, pensar y sentir, algo que está afectando a la cultura de un modo lamentable. También nos están diciendo que cuando cometemos un error, no somos válidos y hacemos leña del árbol caído. Eso no es cierto. La naturaleza nos da una oportunidad cada día. Cada mañana que nos levantamos tenemos la oportunidad de volver a empezar desde cero y elegir un camino nuevo. Muchas veces es el prójimo el que nos señala con el dedo y a veces somos nosotros mismos los que no nos toleramos los errores. Eso es muy importante. La naturaleza, que es un personaje muy importante en esta película, nos explica cómo la vida siempre se abre camino. Puedes cambiar tu vida cada día y empezar de cero. La vida es el fin, el fin es la propia existencia y eso es algo que la sociedad actual no percibe. España es un país muy poco tolerante con el fracaso. Señalamos muy fácilmente al vecino. En ese sentido, Estados Unidos es un país que tolera más la segunda oportunidad.

‘Baby’ es una película contada con pocas palabras. Seguro que ha llamado a puertas en busca de financiación y a más de uno se le han puesto los pelos como escarpias.

-Sí. Pero es que las cosas no son simples, normales. Esta religión de la normalidad y de no salirse del tiesto es mentira. No hay nadie normal. Todos estamos fuera de la norma, en la excepcionalidad. La película, en ese sentido, va a la esencia. Por eso he eliminado las explicaciones que muchas veces damos al espectador porque tememos como narradores que no nos van a comprender. Pero el espectador entiende, es inteligente y siente la información que le estás dando. No he eliminado las risas, los susurros o los gemidos, pero sí he ido tan a la esencia que al final no ha quedado casi nada que decir, todo se narra con los elementos del cine. De hecho, la versión que vamos a ver en Euskadi es una película en la que prácticamente no hay ningún diálogo, salvo alguna excepción. Curiosamente, de hecho, Charo López sale hablando en euskera. Pero mi reto es que en la versión internacional, la que va a ir por el mundo, incluso no haya ningún diálogo.