Entre penumbras, al adentrarse en la sala de conciertos de la Sociedad Filarmónica de Bilbao, uno intuye que entra en un recinto peculiar. Apenas se percibe un ejército de butacas que aguardan 900 espaldas a las que mecer al son de la música. En la calle Marqués del Puerto un pequeño templo lleva 114 años acogiendo recitales del más alto nivel. No hay músico que se precie del último siglo que en algún momento de su trayectoria no haya pisado su escenario. La relación es interminable y en ella están los mejores entre los mejores.

La lista de conciertos que dejaron huella en la Sociedad Filarmónica de Bilbao comienza en 1896, año de su fundación. El auditorio de Marqués del Puerto no se inauguró hasta 1904 y pronto los grandes referentes musicales de todo el mundo vieron en él una parada ineludible. Una leyenda como Arthur Rubinstein, por ejemplo, mantuvo un idilio con la sala bilbaina. Su primera visita tuvo lugar en 1916, cuando ya era un pianista reconocido pero todavía no había alcanzado la categoría de deidad. Rubinstein se subiría al escenario de la Sociedad Filarmónica en trece ocasiones, la última de ellas en 1974.

La primera gran estrella vasca de la música dejó su huella en 1928. Maurice Ravel repasó su repertorio al piano acompañado por la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Pero si un bilbaino ha tocado el firmamento musical con sus dedos es Joaquín Achúcarro. Es sobrino de uno de los fundadores de la Sociedad Filarmónica, Javier Arisqueta, y tuvo la oportunidad de debutar en la sala a los 13 años, en 1951. Él fue, además, la estrella del concierto número mil de la sociedad, el 13 de enero de 1955, junto a la Orquesta Municipal de Bilbao y la Sociedad Coral. La Sociedad Filarmónica lo nombro socio de honor.

El 6 de noviembre de 1962, la sala bilbaina recibió la única visita de una de las grandes voces femeninas: Montserrat Caballé. Otra mujer que dejó un grato recuerdo sería la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli, que, escoltada por el pianista Gyorgy Fischer, visitó el escenario bilbaino el 3 de mayo de 1991.

Al igual que Achúcarro, Simon Rattle dio su primer concierto como director profesional en la sala de la Sociedad Filarmónica. Fue el 30 de octubre de 1974. Hoy en día es uno de los directores más prestigiosos a nivel mundial. Yo-Yo Ma, uno de los mejores violinistas del planeta, también tuvo la oportunidad de ofrecer un concierto para deleite de los socios de la Sociedad Filarmónica. Fue en 1982.

Si anualmente la Sociedad Filarmónica ofrece una treintena de conciertos de máximo nivel, el año de su centenario, en 1996, echó la casa por la ventana. Entre las actuaciones destacaba Krystian Zimerman. En total, la Sociedad Filarmónica ha contado con la colaboración de Zimerman en nueve ocasiones. Tal ha sido el vínculo con el polaco que él mismo eligió el piano que la Sociedad Filarmónica compró para su sala.