bilbao - El tenor Plácido Domingo le describe como el maestro de la guitarra española y con él ha grabado Volver, un disco producido por el vizcaino Rafa Sardina, ganador de doce premios Grammy, que se posicionó en el Top 10 de Billboard a las dos semanas de su lanzamiento oficial. Desde su debut en el Lincoln Center con la Filarmónica de Nueva York, Pablo Sáinz Villegas es un referente de la guitarra sinfónica actual, tras tocar con prestigiosos directores y orquestas de todo el mundo. El próximo día 11 llega al Teatro Campos de Bilbao para interpretar un concierto, a partir de las 20.30 horas, que supondrá un viaje por la música hispanoamericana a través de una de las guitarras más reconocidas del momento.

¿Qué ofrecerá en Bilbao?

-Un programa para todos los públicos, muy cercano. Eso es precisamente el valor que tiene la guitarra, es posiblemente el instrumento más democrático porque por su versatilidad enseguida se adapta a cualquier género, ya sea pop, rock, flamenco, clásico... Se mimetiza con los ritmos de todo el mundo. Me gusta plantear los conciertos como viajes, porque al fin y al cabo, yo soy contador de historias, y la música es la banda sonora del viaje de cada uno de nosotros, y del que nos imaginemos.

Empezó desde muy pequeño a tocar la guitarra. ¿Vocación precoz?

-Fue algo circunstancial. Mis padres, que han sido maestros de escuela, querían que mi hermano y yo tuviéramos un entorno musical como parte de nuestra educación humanista y conocían a un profesor de guitarra. Pero cuando, con 7 años, salí al escenario por primera vez sentí cómo el público daba sentido a la música. Eso me motivó a seguir y a querer tocar más. A mi madre y a mí se nos ocurrió la idea de ir a las residencias de ancianos y tocar para ellos. Y vivía ya mi sueño, tocar para la gente.

Tiene más de treinta premios internacionales y ha debutado con las principales orquestas del mundo.

-Han sido muchos años de dedicación, de creer en un sueño y hacerlo realidad. He llegado a tocar doce horas al día, por circunstancias excepcionales, pero normalmente practico unas cuatro o cinco horas diarias. Me considero un ejemplo de todas las capacidades que tenemos los seres humanos de dar lo máximo de nosotros mismos. Y afrontar los retos, que son parte de la vida. Esto es un camino, una forma de vida. Viajo por todo el mundo, prácticamente diez meses al año ofrezco conciertos en todo el planeta. En ese intercambio de nuestras raíces y de la diversidad cultural es de donde se nutre el aprendizaje.

¿Cómo llega un niño de La Rioja a convertirse en estrella en el Carnegie Hall de Nueva York?

-Tuve la oportunidad de quedarme en La Rioja siendo profesor de conservatorio, pero había un instinto dentro de mí de aventura, de tocar para la gente, de unir con la música. Es un lenguaje de las emociones del que todos bebemos. Después de completar mis estudios en Madrid, me fui a Alemania con 18 años, y a los 24, a Nueva York, buscando un entorno de multiculturalidad, de diversidad, de oportunidades. Y se ha convertido en mi hogar en los últimos 18 años, por supuesto, cuando no estoy de viaje.

Han dicho de usted que es el heredero de Paco de Lucía...

-Me resulta extraño que me comparen con él porque yo no soy un guitarrista flamenco. Pero al mismo tiempo es un gran halago. Ha dejado un vacío que solamente se llena con el recuerdo de su música.

¿Y después de Bilbao?

-Después iré a Madrid, México, y a partir de ahí, me espera una gira trepidante. Cada semana tocaré en una parte del mundo. Una de las fechas mas señaladas es mi próximo debut con la Orquesta Sinfónica de Chicago, que es una de las más relevantes del mundo, dirigida por Riccardo Muti. La última vez que un guitarrista tocó allí fue John Williams, hace ya muchos años.