nORBAITEK oroituko ditu etorkizunean ahanzturaren zingira honetan gertatuak” (Alguien recordará en el futuro lo sucedido en este lago del olvido). La letra de esta canción, Maravillas, la compuso Berri Txarrak para una niña del mismo nombre violada y asesinada el 15 de agosto de 1936, durante la Guerra Civil, en Nafarroa. Su melodía sonó el pasado 17 de marzo en el BEC de manos de Gorka Urbizu con una guitarra artesanal construida por el luthier Iker Rodríguez. “Que las 10.000 personas del público escuchasen un instrumento hecho por mí fue muy emocionante”, asegura.
Este joven de Ortuella, que estudia en la Escuela Vasca de Luthería BELE, trabaja junto a la agrupación navarra como técnico de sonido desde hace más de un año. Diez días antes del concierto, había terminado la que es su primera guitarra. “Le pedí a Gorka que la probase durante la prueba de sonido, y en ese momento decidió tocar con ella, no fue algo premeditado”, explica. Sin embargo, una semana después, Aimar, de Gatibu, y Asier, de Porco Bravo, volvieron a utilizarla en dos conciertos, algo que el luthier espera que se convierta en el comienzo de una larga carrera.
“Esta primera guitarra no la he hecho con la intención de vendérsela a nadie, la he hecho para mí, con el propósito de dedicarme a construir más en el futuro”, afirma Iker. Anteriormente, ya había hecho un violín, una viola, y ahora está terminando un violonchelo, trabajos enmarcados en sus estudios en BELE. No obstante, siempre quiso llevar a cabo una guitarra. El destino se cruzó en su camino cuando, a través de su padre, conoció a Iñaki Berroeta, otro constructor de este instrumento y especializado en el tipo Manouche: “Coincidí con él e hicimos buenas migas desde el principio. Él me indicó las pautas a seguir y me dejaba planos de distintos modelos, y yo fui haciendo por mi cuenta, siguiendo siempre sus consejos”. Así, durante meses en sus ratos libres, Iker fue montándola y puliéndola. Técnicamente, existen varias diferencias con respecto a los instrumentos que ya había construido, ya que “en las guitarras la tapa y el fondo son lisos, es madera fina, con un poco de curvatura, pero el violín, la viola y el violonchelo es un bloque de madera más gordo en el que, además, se talla una bóveda, aunque todos tienen un mástil que va encastrado en el cuerpo”. A pesar de haber sido su primera guitarra, se muestra “muy satisfecho con el resultado. Todas las críticas han sido positivas, y eso me anima a seguir con este proyecto”.
vocación Iker comenzó a estudiar este oficio cuando llevaba años como técnico de sonido. “Siempre me habían interesado las guitarras, intentaba arreglarlas o hacer ajustes en ellas”, cuenta, y por eso estuvo buscando cursos de Luthería, hasta que reparó con que la única escuela pública de todo el Estado estaba en Bilbao, a diez kilómetros de su casa: “Empecé a estudiar hace tres años, y allí he aprendido a trabajar la madera. Hasta entonces no sabía nada sobre ella ni cómo cortarla. Enseguida me enganchó y me planteé montar mi propio taller”. Tras sus trabajos, este luthier asegura que “la diferencia entre un instrumento artesanal y uno de fábrica es muy notable. Las grandes empresas son capaces de bajar los precios a costa de comprar materiales en masa y tener un producto muy mecanizado, pero un artesano la hace a tu medida, para ti de manera exclusiva, y no va a haber otra igual en todo el mundo”.
Por ello, en palabras de Iker, “aunque lo más normal es que tengan guitarras de ciertas casas o marcas, hay también muchos músicos que optan por las artesanales” y por eso “el mercado está presente, hay gente que compra estas piezas y no es disparatado optar por dedicarse a esto. No puedes obtener una guitarra artesanal por 800 euros, pero la calidad también es distinta”.
Para realizar esta afirmación se basa en que “en una empresa, donde cada uno realiza una parte del trabajo, puede hayan intervenido quince personas para fabricar una guitarra, uno colocando las tapas, otro barnizando... En cambio, si una única persona la construye, tendrá controlados todos los factores y un mejor resultado”, agrega el luthier.
impulso Rodríguez admite que el hecho de que Gorka Urbizu tocase su instrumento en aquel concierto en el BEC le ha “servido muchísimo”. Ahora se encuentra terminando un violonchelo para su curso en BELE, pero tiene pensado retomar la guitarra cuando finalice su formación. “Y espero que a partir de entonces sea algo constante, porque quiero dedicarme plenamente a ello en el futuro”, apostilla. De hecho, el año que viene irá a Italia de Erasmus durante cuatro meses para aprender de un famoso luthier de guitarras llamado Mirko Borghino. Antes, pasará por Santiago de Compostela a hacer prácticas con el artesano Nicolás Barba.
Pero su primera guitarra se va a quedar en su casa. “Creo que hay detalles que cuando haga la siguiente estarán mejor. La segunda que construya intentaré venderla. El gesto de Gorka Urbizu me ha ayudado muchísimo, ha sido alucinante que, a los diez días de terminarla, mi guitarra apareciese en vídeos en YouTube con miles de reproducciones, y en críticas del concierto en el que ella estaba en primer plano en la fotografía. Ha sido una experiencia emocionante”.