bilbao - Martin Heidegger y Eduardo Chillida se conocieron en 1968 en uno de los habituales encuentros entre escritores, pensadores y artistas organizados por la célebre galería Erker de St. Gallen en Suiza. Como resultado de la amistad intelectual entre el filósofo alemán y el escultor donostiarra, se publicó un año más tarde el libro El arte y el espacio. En él, se podía advertir el asombro que debió sentir Heidegger ante la obra de Chillida y las reflexiones que este encuentro le suscitó. Además del texto leído por el filósofo alemán, se incluían siete litografías del escultor vasco.
Tomando como referencia este encuentro entre los dos creadores, el Museo Guggenheim ha organizado una exposición que permite contemplar las distintas maneras en que la obra de arte se adueña del espacio y el espacio atraviesa la obra de arte. La muestra toma el título de la publicación y supone un recorrido por cinco décadas de creación, en el que se exhiben más de 100 piezas de artistas vascos, estatales e internacionales, que actualizan y desarrollan conceptos presentes en el diálogo entre Heidegger y Chillida como el lugar, la presencia de las cosas y la relación entre arte y ciencia.
“La exposición constituye también un tributo a la enorme capacidad que tiene el edificio que alberga el Museo para generar y suscitar diálogos únicos entre sus espacios y obras fundamentales de los siglos XX y XXI”, explicó ayer durante la presentación el director general del Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte.
recorrido En el vestíbulo del atrio, la obra de Chillida, Consejo al espacio V, da la bienvenida a los visitantes. Es un aperitivo de lo que los espectadores se van a encontrar en la segunda planta del museo donde las obras se han adueñado de las galerías de Gehry. Como no podía ser de otra manera, la exposición arranca con esculturas de Chillida y de otro de los escultores vascos obsesionado con el espacio y que también mantuvo relación con Heidegger, Jorge Oteiza. Además, se muestran las planchas de piedra donde Heidegger plasmó sus reflexiones.
En la misma sala, se presentan obras de pioneros de la investigación del espacio en la escultura como Lucio Fontana y Naum Gabo, y de artistas que siguieron la estela que estos dejaron, como Agostino Bonalumi, Sue Fuller y Norbert Kricke.
Formada por un Volkswagen del 89, totalmente despiezado y suspendido del techo, la impactante escultura del mexicano Damian Ortega llama la atención del visitante. Cosa cósmica está suspendida mediante cables y gira en torno al tema de la atomización, la expansión de la materia y lo ínfimo. “Es como si el coche hubiera sufrido una explosión, se puede ver el vacío que separan los cuerpos”, explica el comisario.
Las obras de Alyson Shotz tratan de hacer visibles fenómenos como la ondulación gravitacional o el entrelazamiento cuántico, mientras que los meteoritos de Agnieszka Kurant aparecen ante el espectador suspendidos en el aire por fuerzas magnéticas. La pieza de Olafur Eliasson, consistente en 24 esferas de cristal macizo, multiplica la imagen de su entorno y, a la manera de un ciclo lunar, la comprime progresivamente.
El arte vasco contemporáneo también está presente en la muestra con obras de la colección propia del Museo de artistas como Asier Mendizabal, Sergio Prego, Prudencio Irazabal, Cristina Iglesias o Susana Talayero, entre otros. Para Agoramaquia (el caso exacto de la estatua), Mendizabal se inspiró en la escultura de Jorge Oteiza.
Prego presenta su Secuencia de diedros (2007), una intervención escultórico-arquitectónica específicamente concebida para el Museo. Y Prudencio Irazabal, una pieza de su serie Cromatomía, en la que descompone un color (en este caso el rojo) en sus posibles componentes independientes.
El Museo también exhibe la obra Burbuja blanca, recientemente donada por Ernesto Neto, cuyo espacio interior también podrá visitar el público. La exposición El arte y el espacio se puede ver en el Guggenheim hasta el 15 de abril de 2018.