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Pop, ‘caña’ y sensibilidad en el arranque del BIME Live en el BEC

El dúo Royal Blood arrasó sin guitarras tras las actuaciones vespertinas de Rural Zombies, Anari y Mark Eitzel

Pop, ‘caña’ y sensibilidad en el arranque del BIME Live en el BEC

bilbao - La música se adueñó ayer de los pabellones del BEC de Barakaldo con el arranque de BIME Live, el festival que releva cada año, y van ya cinco, la faceta profesional de una cita en la que 2.000 profesionales han debatido y analizado el presente y el futuro de la industria de la música y las nuevas tecnologías. A la espera de las descargas de Ride, Einstürzende Neubauten y Orbital, que no habían actuado a la hora de cerrar esta edición, la tarde se desperezó con el baile pop de los vascos Rural Zombies, la intensidad emocional de la euskaldun Anari y el estadounidense Mark Eitzel, y la caña del dúo Royal Blood.

La decena y media de conciertos (de múltiples estilos y orígenes) de la primera jornada de BIME Live, repartidos en cuatro escenarios, uno nocturno, el Gaua, destinado a la música electrónica y de baile, arrancó con Rural Zombies, joven banda guipuzcoana que ha empezado a hacerse un hueco entre la parroquia indie pop con su debut, que contó con el apoyo de una multinacional pero que ha dejado ahora para su continuidad.

Aunque lleva por acertado título Bat, en él la vocalista y teclista del quinteto, Julia Urreaga, se expresa en inglés, como se comprobó desde que saltó a escena, a las 19.00 horas y con un sonido más contundente que en disco. Ante un público todavía escaso, su repertorio sonó fresco y dinámico, orientado hacia el baile en canciones pop que han sonado en múltiples festivales, como Golden, épico en su tramo final y con un final en el que brillaron sus guitarras nerviosas. Además, abrieron la puerta para mostrar la patita de lo que será su segundo disco, From home to Hospital St., que se editará en enero, con estrenos como la poderosa aunque de tempo templado Ethereal. En su debe, el tono algo lineal de su propuesta.

La conexión vasca siguió con Anari, la cantautora rock más importante que ha dado Euskal Herria en las dos últimas décadas, que regresó a BIME y lo volvió a conseguir. ¿Qué? Enamorar con la sobriedad ya adulta de su repertorio, cuyo último peldaño es el EP Epilogo bat, cuyo rescate (especialmente Piromania, que dedicó a una Galizia en llamas) logró momentos de fuerte intensidad emocional, como con la revisión de Hariak, gracias a la combinación de la electricidad de su banda (imposible no resaltar la labor del veterano batería Mikel Abrego y el guitarrista Borja Iglesias), la voz taciturna, solemne y melancólica de Anari, y sus letras poéticas pero incisivas, como en la que se refirió a “la industria de la tristeza”.

Testigo internacional

Mientras Pablo Und Destruktion y Meute actuaban en horarios solapados, en el escenario Antzokia, cómodo y coqueto, con el público sentado y respetuoso, se pudo disfrutar, cuando caía la tarde, de Mark Eitzel, un hombre que muestra su corazón (a tumba abierta y sin pudor ni miedo, como prueba su tema Fearless) en cada canción que compone desde aquel lejano y oscuro primer proyecto, ya del siglo XX, llamado American Music Club.

Tocado con un gorra y en formato de cuarteto acústico, demostró la serenidad y la maestría que desprenden los clásicos, aunque sean de culto, no populares, como en su caso. Eitzel, de escasa pero conmovedora voz soulera y que en In my role of proffesional singer... tildó de “títere” a Donald Trump, le cantó al amor (más al desamor) y al dolor (siempre con sentido del humor) y alternó pasajes de su juventud con el grupo (brilló especialmente el teclado en Apology for an accident y Why don’t you stay?) a letanías recientes extraídas de último disco, Hey Mr. Ferrymen, con el apoyo de Bernard Butler (Suede) a la producción y un sonido y filosofía más pop y accesible. Las más coreadas fueron The answer, Nothing and everything (“la libertad es un arma no es nada y lo es todo”) y la más rítmica The last ten years.

Ya con miles de personas arremolinadas frente al escenario Thunder Bitch, rozando las 22.00 horas, saltó a escena el cabeza de cartel de esta primera jornada de BIME Live: el dúo Royal Blood, que tan buen sabor de boca dejó hace unos meses a su paso por Bilbao BBK Live. Si bien esa cercanía erradicó cualquier posibilidad de sorpresa, a excepción de dos coristas femeninas puntuales, su descarga de anoche volvió a confirmar la contundencia de su sonido.

En el BEC, Mike Kerr (bajo y vocalista) y Ben Thatcher (batería), en su mejor momento artístico y mediático, volvieron a demostrar que se sobran y bastan para golpear en los oídos (y el estómago y la zona pélvica) a miles de personas con su ascética y minimal propuesta, la de un dúo sin guitarras que ha aprendido (mucho y bien) de peña de instrumentación y filosofía similar, con The White Stripes y The Black Keys a la cabeza.

Royal Blood confirmaron que Dave Grohl, Queens of Stone Age y Jimmy Page no se equivocan al loar su repertorio. Volvieron a sonar tan oscuros como contundentes, con un pie en el hard rock, otro en el garaje y otro (en un trípode hipotético) en el blues y la psicodelia. Alternando temas de sus dos únicos discos, firmaron pelotazos como Lights out y Out of the black, con una intro que emuló a Rage Against the Machine, y nos noquearon con un rock atronador, pesado y oscuro que jugó con algún fraseo rap, mucho fuzz, distorsión y guiños a Hendrix en Hook, line & sinker y un Hole in your heart, con teclados y un arranque de falsa accesibilidad pop. ¡Nuevamente, una bomba!