bilbao - En absoluto resultó una sorpresa, ya que es la tercera vez que Depeche Mode arrasa en el Bilbao BBK Live. Ayer, en la jornada inaugural de esta 12º edición, estos veteranos músicos británicos, héroes sin edad de la música popular de las últimas décadas, brillaron ante unos 35.000 entregados seguidores con su pop oscuro y sintético, con un pie en el presente y otro bien asentado en la revisión de sus clásicos.
Eran las 22.40 horas cuando la proyección de unos pies andantes en la gigante pantalla trasera del escenario principal de Kobetamendi dejó paso al oscuro y crítico Going backwards, de su último disco, curiosamente banda sonora para un colorista mural trasero.
Horas después de la apertura de puertas, llegó el momento esperado por miles de jóvenes (y no tan jóvenes), el de enfrentarse ya a unos héroes pop, unos Depeche Mode incombustibles y todavía iconos de los indies de 2017 a pesar de su edad y de haber vendido más de cien millones de discos.
Martin Gore, Dave Gahan y Andy Fletcher, minúsculos en el enorme escenario aunque acercados a unas 35.000 personas a través de las pantallas de vídeo, aparecieron reforzados por un teclista adicional y un batería, y propulsados por un sonido nítido y contundente.
Tras el arranque, con la coda (nada pop) “no sentimos nada, estamos vacíos”, se dio paso a la revisión del pasado con la puerta de entrada de Barrel of a gun, de Ultra, siempre efectivo a pesar de sus 20 años de edad, y a las incluso más antiguas In your room (tremenda y repetitiva) o la sintética World in my eyes, esta última con tres sintetizadores y Dave con la mano en el paquete.
Dave ejerció de sí mismo, entre sexy, amanerado y macarra, y con sus tatuajes al aire nocturno. Y volvió a mostrar su voz dotada y su dominio escénico al defender un repertorio que combinó presente -A pain that I’ used to, con su apertura ruidista, o Corrupt, una de sus últimas grandes canciones- con pasado, entre los ritmos sintéticos (precioso el crescendo de A question of lust, que brilló entre los estrenos) y la orgánica guitarra de Gore, una de ellas preciosa, en forma de estrella.
Gore volvió a vivir su momento de gloria mientras ralentizaba el ritmo del concierto y se hacía con el micrófono con el tema Some Body. A la hora de cerrar esta edición, Depeche Mode dejaba atrás Where’s the revolution (con un ejército de puños dejando las cosas claras desde la pantalla) mientras el público asistía feliz y expectante a una recta final de concierto (nada revolucionaria y sí conservadora) abierta con Everything counts y que, previsiblemente, incluiría Enjoy the silence, Never let me down again, I feel you, Personal Jesus...
Más bailes Antes de Depeche Mode, The 1975 encandiló también a los más jóvenes, especialmente foráneos, con su sesión de pop indie bailable y comercial. Los de Manchester, liderados por Matthew Healy, repasaron sus dos únicos discos, ambos Nº 1 en UK y Estados Unidos. El vocalista demostró que sabe cantar y bailar (en ambos casos con Prince en el recuerdo y a pesar de sus altos tacones), y que es muy consciente del efecto que tiene entre sus seguidores. Abrió a machete, con una sesión de pop indie bailable y sintetizado que mezcló Love me con UGH!, con el Bowie de Let’s dance en el recuerdo, aunque sin renegar de temas antiguos como Heart out y Chocalate. Una balada cremosa y sexy con saxofón dio paso a la cumbre de su concierto, la imparable The sound, con un crescendo final y guitarrero muy Daft Punk, que logró que el público se desmelenase por fin.
Más bowie En la sesión de tarde destacó el sonido inclasificable de Cage the Elephant, que arrancó con la psicodélica Cry baby, con un primer verso que los define: “I think it’s pretty strange”. Los estadounidenses, con un bailongo y entregado cantante al frente, demostraron que son difícilmente clasificables al saltar de la dulzura de Trouble a los aires garajeros de la caótica y distorsionada Teeth y la mezcla de blues y hip hop de Ain’t no rest for the wicked.
Sundara Karman Por su parte, el grupo Sundara Karman, con su joven y rubio vocalista Oscar Pollock al frente, estrenó su único disco, llenando Kobetamendi de un indie rock épico y algo oscuro con canciones como Loveblood, la rítmica She said y éxitos como Explore, con unas melodías infecciosas que bordó su teatral y trajeado vocalista, émulo del Bowie más joven.