bilbao - Tras Rjukan (2014) y La travesía del Voga (2015), Anton Arriola (Durango, 1967) publica su tercera novela, El negro y la gata (Erein). Esta vez se trata de un relato de intriga y misterio protagonizado por el cura Azurmendi, que intentará ayudar a Javier Borrallo, un traficante acusado de asesinato que termina en la cárcel de Basauri.
El Padre Azurmendi es un cura que ejerce sin tener fe, ¿cómo llegó a un personaje como este?
-Es lo que le pasó en gran medida a nuestra sociedad, que en los años 60 estaba muy apegada a la religión y muy rápidamente se convirtió en una sociedad mucho más alejada de ella. Lo mismo ocurrió con mucha gente que se encontraba en el seminario de Derio, cuando en esos años de cambio pasaron de incorporarse a abandonar el oficio. Azurmendi decide seguir pero sin creer en Dios, porque le parece que la función que hace es buena y necesaria socialmente. Me parecía un personaje atrayente por dos motivos: por mostrar esa evolución de la sociedad, y por evidenciar la incoherencia del ser humano, ya que es un cura que no cree en Dios y además tiene una amante. Me interesaba hablar sobre la incoherencia, tratar hasta qué punto hay que aceptarla y cómo podemos enfrentarnos a ella.
¿Qué acontecimientos cree que se dieron en la sociedad para ese alejamiento de la religión?
-En el seminario de Derio, en los años 60, que es la fecha en la que el protagonista pasa por allí, era necesario pasar un examen escrito y oral para acceder. Había cientos de candidatos pero elegían solo a los mejores. En cambio, en los años 70 ya no quedaban prácticamente seminaristas, fue un cambio brutal en pocos años. Creo que en todas las sociedades occidentales se ha perdido la religiosidad. Antes nos venía dada, nadie se planteaba no creer, pero, en cuanto surgió una mayor libertad y la sociedad se abrió, la gente comenzó a separarse de ese mundo dogmático que le venía impuesto. Fue un proceso inevitable.
¿Cree que en el futuro la sociedad permanecerá alejada de la religión?
-De la religión dogmática sí, pero de la religión en general no lo sé, porque sigue habiendo una demanda de espiritualidad y es posible que haya un movimiento hacia ella. A la gente le falta algo: hemos perdido eso que antes daba un sentido a nuestras vidas y no lo hemos sustituido por nada. Ese hueco puede llevar a que otras formas de religión vuelvan a ganar terreno, como ha ocurrido en Estados Unidos, donde ha surgido un movimiento hacia la religiosidad importante, aunque no creo que la religiosidad dogmática anterior tenga mucha cabida en el futuro.
¿Por qué ha escogido situar la historia en lugares cercanos como Berango y Algorta?
-En las anteriores me alejé de mi entorno. La primera la situé en Noruega y en la segunda hice una travesía por el Mediterráneo. En esta tercera novela he tenido la necesidad de quedarme en lo cercano. Los dos primeros tercios de la novela ocurren en Sopelana, Berango, Algorta... pero más tarde la investigación del crimen llevará al Padre Azurmendi hasta Perú. Desarrollar descripciones y ambientes en lugares cercanos es más sencillo, pero también hay un cierto pudor, ya que te sientes más libre si sitúas la historia lejos.
Asegura que ha querido contar una historia “que le puede pasar a cualquiera”.
-Hay dos historias en la novela que son muy sorprendentes pero que están basadas en la realidad, son historias verídicas que me contaron a mí. La primera ocurre en el primer capítulo, y la segunda se desarrolla a lo largo de la novela. Es totalmente cierto eso de que la realidad supera la ficción. Lo que quise decir con esa afirmación es que no me gustan las novelas demasiado rocambolescas en las que en cada página pasan cosas. Prefiero algo más creíble, sorprendente, que haya misterio y sorpresa pero que no vengan en cada página, porque quiero tener espacio para desarrollar los personajes, el amor, las dudas, las creencias...
‘La travesía del Voga’ también tiene estructura de novela negra. ¿Se considera un escritor de historias de misterio?
-“Novela negra” es un concepto muy amplio. Autores como Borges o Allan Poe escribieron este tipo de relatos, porque mientras haya un misterio y una muerte, o la posibilidad de los mismos, ya te adentras en ese terreno. No es que me considere autor de novela negra, pero muchas de las tramas que me vienen a la cabeza tienen misterio y alguna muerte, porque ambas nos son algo muy cercano.
¿Continuará por el camino de la novela negra?
-Mi idea es hacer una saga con el Padre Azurmendi. Ya estoy escribiendo la segunda entrega, aunque quiero ir intercalando los trabajos, es decir, escribir la saga y a la vez novelas de otro tipo. No pensé que el Padre Azurmendi tendría un recorrido tan largo, pero fue la propia editorial la que me propuso una saga con ese personaje.