bilbao - Fernando Aramburu (Donostia, 1959) estaba decidido a contar historias de la gente vasca, cercana, y de su tierra natal porque todo ello “forma parte de su memoria personal”. Y pensó en escribir Patria, novela que aborda la violencia de ETA. La historia despega desde el día en que la organización anunció el cese de la lucha armada. “Me interesa dejar un testimonio del tiempo en el que viví, forma parte de mi memoria. Es inevitable tratarlo”, explica. A lo largo de 648 páginas, va desgranando inquietudes, miedos, heridas y sobre todo el pasado - que siempre vuelve y que él desea que vuelva en esta novela- de los personajes que piensan y actúan en un escenario plagado de sangre y plomo.

Este es un tema recurrente en las obras del escritor vasco. Años lentos (2012) y Los peces de la amargura (2006) son ejemplos de ello. Sin embargo, existe una diferencia evidente si se comparan con Patria. “Los cuentos presentan casos, no tienen recorrido suficiente para mostrar a los personajes con todas sus facetas. En cambio la novela, dada sus dimensiones, propicia la creación de seres humanos mediante palabras; con su complejidad, con sus contradicciones, con su pasado, con su psicología”, argumenta.

Aramburu se marchó a Alemania por razones personales y esa distancia geográfica ha tenido sus pros y sus contras en este proceso: “La desventaja es que uno no percibe la inmediatez de lo que ocurre”. En cuanto a las ventajas, aclara que así es más fácil tener una visión panorámica. También asegura que la distancia favorece la mirada “sosegada” porque “estando lejos y no pudiendo intervenir en la realidad sobre la que uno opina, está exento de prisa”.

Patria está teniendo una repercusión que le está desbordando: “No estoy acostumbrado”. No descarta que esta historia toque “ciertas cuerdas sensibles” particularmente en Euskadi. “El hecho de que se haya ejercido la violencia de unas personas contra otras es algo que a mí me duele mucho”. Eso es precisamente lo que le lleva a escribir, aunque confiesa que tampoco quiere atarse a un tema en particular, como si fuera un pasaje musical que se repitiera idéntico en una partitura. Por eso cuando aborda la narrativa en la que se trata la violencia de ETA procura no mencionar ninguna tesis: “No intento demostrar nada desde el punto de vista intelectual o político. Me limito a mostrar, a narrar”.

“Moler el mismo trigo” La violencia de ETA ha servido de tema para una copiosa cantidad de material literario. “El silencio no soluciona nada”, recalca. Sin embargo, manifiesta: “Tampoco podemos estar todos los días moliendo el mismo trigo. Llegó un momento en el que ya salió la harina. La sociedad no puede detenerse en un momento concreto de la historia”. Aramburu aboga por que la memoria histórica tenga un espacio lleno de documentos. Es decir, respalda la creación de un espacio al que el ciudadano de ahora o del futuro, pueda acercarse y que, alimentado por la curiosidad, encuentre respuestas en forma de distintos testimonios.