Cuando París era una fiesta de buen arte
Coincidiendo con la exposición sobre la Escuela de París, el Guggenheim, junto a la Sociedad Filarmónica, realiza un viaje al momento histórico en el que todo cambió, a través de un encuentro con la pintura, la literatura y la música.
PABLO Picasso, Georges Braque, Robert Delaunay, Brancusi, Modigliani, Chagall, Jean Arp, Kandinsky, Alexander Calder... Nombres que abarcan medio siglo de creación, todos atraídos por la magia de la Ciudad de la Luz.ElGuggenheim presenta hasta el 23 de octubre Panoramas de la ciudad, La Escuela de París, 1900-1945, una exposición integrada por más de cincuenta obras maestras procedentes de la colección de la Solomon R. Guggenheim de Nueva York, que permiten intuir el poderoso torrente creativo que tuvo lugar en aquel momento. Y coincidiendo con esta interesante muestra, el Museo ha organizado, junto a la Sociedad Filarmónica de Bilbao, un curso, coordinado por Teresa Merino, que ofrece un viaje al París de las primeras décadas del siglo XX, foco extraordinario de creatividad y modernidad.
A principios del siglo XX, llegaron a París artistas de toda Europa, de Estados Unidos, de México, de Japón... que conformaron un mundo artístico de libertad, bohemia y melancolía que es, sin duda, uno de los períodos artísticos más fecundos y fascinantes de la historia del arte. Los barrios de Montmartre -hasta la I Guerra Mundial - y, posteriormente, Montparnasse dejaron de ser simples colinas para funcionar como imán de las mentes más despiertas del mundo. Pablo Picasso (1881-1973) llegó a París con 19 años, para la Exposición Universal de 1900.No planeaba quedarse demasiado tiempo, pero al final acabó quedándose en territorio francés. Picasso alternó una vida de miserias y penalidades hasta su consolidación como artista, y disfrutó de una ciudad que desplegaba todos sus encantos tanto de día como de noche en bulevares, restaurantes, cafés cantantes, bailes, circos como el famoso Medrano y en cabarés artísticos como Le Chat Noir o el Lapin Agile.
El pintor y escultor italiano Amadeo Modigliani se instaló primero en la zona de Montmartre y después en el bohemio barrio de Montparnasse, no muy lejos de otro artista buscafortunas, como él llamaba a Picasso y con quien mantendría a la postre una famosa rivalidad. Modigliani descubrió en París el arte africano, muy influyente en su carrera, pero rechazó corrientes como el cubismo argumentando que no iba a usar “ninguno de los pequeños trucos de Picasso”.
París se convirtió en una ciudad mundana donde se vivía como se pintaba. Fue allí donde Picasso y Braque revolucionaron las convenciones en la pintura, Delaunay compuso visiones de armoniosos colores, Kandinsky abrió nuevos caminos en la abstracción y Brancusi reinventó el modo de presentar la escultura en el espacio. Todos apostaban por una técnica y un estilo nuevo que rompería la tradición. “En apenas tres décadas, que es un suspiro en la historia, ocurren muchas cosas en la literatura, en la música y en las artes plásticas que continúan ejerciendo su influencia en la actualidad”, explica Teresa Merino. En París se exhibían las obras, se hacían contactos con los marchantes, pero también había un interés entre los artistas, escritores y poetas por conocer el trabajo de sus compañeros.
La casa de Gertrude Stein, la escritora y mecenas de las artes, se convirtió en el centro de reunión de los mejores artistas del momento; como amante del arte, ella coleccionó y promovió a creadores como Picasso, Matisse y Braque. Picasso la inmortalizó en un genial retrato con el que el pintor finalizaría su etapa rosa para iniciar su época cubista. En los cafés Le Dome y La Coupole se reunían con frecuencia escritores y poetas; Marcel Proust, ensayista y crítico francés, acudía al famoso y lujoso Hotel Ritz a observar la alta sociedad parisina para inspirarse en nuevos personajes e historias...
Al París de la primera mitad del siglo también acudieron músicos, poetas y escritores que vivieron del mismo deseo de libertad y de efervescencia creativa. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, querían olvidar los horrores vividos, inventar un nuevo mundo sin guerras, un mundo de risas y placeres. Las terrazas de Montparnasse, los clubs de jazz, los estudios de los artistas, todos contribuyeron a la creación de esa energía que recorría la ciudad. Son los años de las transgresiones, de la emancipación de la mujer, la liberación sexual y la revolución cultural.
La música impresionista surgió a finales del siglo XIX en París, pero la gran revolución de la música no tuvo lugar en París, sino en Viena, puntualiza Teresa Merino. “Allí trabajaba Schoenberg que, en la primera mitad del siglo XX, rompió con las reglas de la tonalidad; pero Stravinsky recogió esa herencia y en París escribió La consagración de la primavera”. Las calles de París fueron testigos también de la pasión y la creatividad de Debussy, de Ravel, de Satie...
el parís literario “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando eres joven, luego París te acompañará vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”. Así describía Ernest Hemingway a un amigo la imborrable huella que le dejó su estancia en la capital francesa,durante los años 20 del pasado siglo. Así, el París literario atrajo a numerosos escritores, poetas y ensayistas. “En este curso es imposible incluirlos a todos, he tenido que seleccionar algunos”, explica Teresa Merino. Así, se abordará la figura de poeta americano, Ezra Pound, que se hizo amigo en París de Marcel Duchamp, Tristan Tzara, Fernand Léger y otras figuras del dadá y del surrealismo. Se recordará al padre del surrealismo, André Breton, etc...
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, París perdió toda su luz, terminando con aquella era feliz, con aquella fiesta perpetua de creatividad.