Síguenos en redes sociales:

Juan Luis Landa: “En un libro ilustrado el dibujo tiene que ser parte de la narración”

El dibujante ha necesitado medio siglo de vida y 31 años de carrera para encaminar su sueño: vivir del cómic. ‘Arthus Trivium’ podría encumbrarle fuera de nuestras fronteras

Juan Luis Landa: “En un libro ilustrado el dibujo tiene que ser parte de la narración”Gorka Estrada

LEZO- Hay quien se pasa toda la vida huyendo de sí mismo; otros agotan años y experiencias tratando de encontrarse; y hay unos pocos avispados que logran dar pronto en la diana y reconducen su itinerario a tiempo para disfrutar de lo que más les gusta durante esa eternidad limitada que es la vida. Juan Luis Landa (Errenteria, 1965) iba para químico pero rectificó a los 19 años, gracias a una calabaza tragona (Kalabaza tripontzia, 1984) que le puso en el buen camino. Desde entonces ejerce como ilustrador y se siente afortunado. Su última apuesta podría ser la definitiva. En 2013 se volcó en un gran proyecto, junto al guionista Raule (Jazz Maynard e Isabellae), y juntos han dado forma a una serie de cómic, Arthus Trivium (Dargaud), cuyo primer álbum vio la luz en Francia, hace un mes. Las ventas apuntan a un bombazo.

¿Tras 31 años de oficio y sacrificio, mira hacia atrás y qué ve?

-Veo esfuerzo y trabajo pero a la vez mucha ilusión; he tenido la suerte de ver publicado prácticamente todo lo que he hecho. Nunca he estado parado. Desde niño, lo que más me ha gustado ha sido dibujar, y pasarme toda la vida dibujando es un sueño que estoy viviendo con intensidad.

Pero estudió Química Metalúrgica. ¿Cuándo supo exactamente que su camino era otro?

-A mi abuelo le gustaba mucho dibujar; una vez me regaló un papel barba, un carboncillo y una goma. Y en lo sucesivo el mejor juguete fue ese: un papel blanco y un lápiz. Todos los niños tienen imaginación, pero yo tenía además la oportunidad de plasmar mi imaginario en un papel.

¿Y cuándo pasó el dibujo de ser un entretenimiento a ser un trabajo?

-Nunca pensé que esa afición pudiera llegar a ser una profesión, hasta que en 1984 Luis Goya y Juanba Berasategi me invitaron a participar en la película animada Kalabaza tripon-tzia, por lo que me inicié haciendo dibujos animados. Después colaboré en Ipurbeltz y en Habeko Mik.

Desde el principio ha mostrado cierta inquietud por contar sus propias historias...

-Nuestro sueño es ese, pero tienes que saber si vales. Quieres dibujar lo que tu imaginación crea, y a eso hay que darle forma. No es fácil.

Supongo que ‘Gabai. Gure herriaren historia’ fue otro hito en su carrera. ¿Me equivoco?

-Lo fue. Cuando terminamos Kalabaza tripontzia, empezamos a trabajar con esa serie, promovida por la editorial Lur. Estaba basada en la historia de Euskal Herria, y ahí descubrí que los vascos teníamos un pasado. Ahora creo que en las escuelas enseñan la historia de nuestro pueblo, pero en aquella época no había nada de nada; todo era historia de España. Como anécdota, siempre me viene a la memoria una película de Peter O’Toole, que me sorprendió porque allí hablaban de reinos de la Edad Media y de pronto mentaron al Reino de Navarra. Ese fue el detonante para acercarme a las bibliotecas.

¿Qué tipo de cómic leía usted en los años 80?

-No he sido nunca un comprador compulsivo de cómic. Me conformaba con lo que caía en mis manos: Hazañas bélicas, Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón... Y también cosas de Lucky Luke, Tintín, Astérix y Obélix... Mi padre y mi abuelo eran lectores de cómic y ahí tenía mi filón particular. Pero sí me acuerdo que había mucha afición por el cómic, cosa que ahora se ha perdido.

¿La crisis?

-Llevamos tiempo anunciando el repunte del cómic, pero yo no veo que repunte. La crisis afecta a los bolsillos, pero en España y en Euskal Herria ya no hay tanta afición por el cómic. Cuando yo era pequeño en todas las casas había cómics y ahora los jóvenes optan por otras formas de ocio. Es una pena, porque en Euskal Herria hay gente joven que dibuja de maravilla, pero no tienen plataformas para publicar sus trabajos. Y si no pueden vivir del dibujo, se dedicarán a otra cosa y se perderá ese talento...

De joven, ¿trataba de imitar a los autores de sus cómics favoritos?

-Más que imitarles, creo que en la serie de Gabai el cómic de Astérix era como nuestra referencia. Lo que pasa es que luego aposté por uno más realista, más de adultos, y ahí empecé a leer a otros autores.

Y llegó la serie ‘El ciclo de Irati’, donde esa evolución se hace más patente.

-Un amigo, Aingeru Unzueta, me animó a intentarlo en el mercado Europeo. Decidí crear un personaje en la línea de lo que me gustaba, es decir, mezclando mitología vasca e historia. Creé a Irati. Se hicieron cuatro álbumes; los tres primeros los publiqué con la editorial Glénat y el cuarto salió bajo el sello de la Federación de Ikastolas. Cuando nació la revista Xabiroi, Dani Fano me animó y pensé que era la oportunidad de retomar la serie.

Para entonces usted ya había trabajado también con guionistas, como Joxean Muñoz.

-Para el segundo álbum de El ciclo de Irati pensé que era mejor contar con un guionista más bregado. El guion me hace dudar mucho; también me pasa con el dibujo, por eso es tan difícil hacer la dos cosas. Es un trabajo inmenso y yo no me sentía cómodo haciendo todo.

Pero de los guionistas también se aprende, ¿no?

-Cada vez que tienes contacto con un guionista -ahora también me ha pasado con Raule-, te enriqueces un montón. Con ellos he aprendido a darle forma a un relato.

¿Y cómo es esa colaboración?

-Por lo general, en el cómic el guionista te marca las pautas de las viñetas, porque él o ella ya tienen la visión del relato. Ahí lo interesante es que el guionista tenga también nociones de dibujo. Y en la ilustración, yo leo el texto y me dejo llevar por las imágenes que me surgen, las que me inspira ese relato.

Supongo que Toti también le habrá marcado. Y, con ella, ‘Nur’.

-He disfrutado con Nur, y te contaré una anécdota: la primera vez que Toti vio el personaje -basado en su nieta-, le pareció muy realista, y Toti no veía reflejada a su nieta en ese personaje; entonces, me dijo que no se parecía y me limité más a hacer cierta caricatura de su nieta. Y así surgió Nur.

En el caso del cómic, ¿se trata de recrear la historia o se le pide más?

-Se trata de interpretarla. Siempre hay que tratar de aportar algo, que el dibujo no sea una simple recreación de lo que dice el texto. En un libro ilustrado, el dibujo también tiene que ser parte la narración, no es un adorno. No siempre se consigue, pero hay que intentarlo.

Con ‘1512 in memoriam’ se desdobló usted como guionista y dibujante...

-Fue un trabajo ingente. Es un libro muy especial en mi carrera, pero ese tipo de trabajos son inviables en Euskal Herria. La editorial Erein sostuvo el proyecto, que si no...

Vivir del cómic tampoco es fácil.

-Aquí no. Siempre he intentado hacer que funcione la ecuación de dibujar lo que más me gusta e intentar hacerlo rentable. Si tenía que pasarme tantas horas dibujando, quería disfrutar. Por ejemplo, yo nunca he hecho ciencia-ficción. No me gusta el futuro, me atrae el pasado.

Lo mismo pasa con su última apuesta, ‘Arthus Trivium’, ¿no?

-En efecto. La historia presenta a Nostradamus y a tres de sus discípulos, y transcurre en diferentes lugares de Europa, pero hace tiempo que insistí a Raule para que alguno de los personajes lo acercara a Euskal Herria. Y lo estoy consiguiendo.

Lleva un mes en el mercado francés y parece que se está vendiendo bien. ¿Es una apuesta fuerte?

-Una apuesta de vida, diría yo. Me gustaría retirarme dibujando este cómic. De momento está funcionando muy bien. Dejé de hacer otros trabajos en 2013 y me centré en este proyecto. Ha sido una apuesta fuerte.

¿Cuántos ejemplares se han editado?

-En Francia han tirado 25.000 ejemplares, y no es lo normal; lo normal son diez o 15.000. Y también han hecho una edición de lujo. Acaba de salir el primer álbum en Francia, Bélgica, Alemania y Holanda, de aquí a unos seis meses saldrá el segundo y el año que viene el tercero.

¿Y cuándo se publicará en el Estado español?

-El guionista me confirmó que Norma pretende sacarlo este año.

¿Se siente usted valorado?

-Igual digo algo polémico, pero pocas veces me he sentido tan valorado como ahora. Con este nuevo proyecto no paran de llegarme felicitaciones. Aquí siempre me he encontrado con gente que te anima y que te halaga, pero no al nivel que estoy viviendo ahora. Hay un dato curioso en todo esto: aquí ninguna galería se ha interesado nunca por hacer una exposición conmigo, nadie me ha pedido originales, y ahora, incluso antes de publicar este cómic, ya se habían puesto en contacto conmigo tres o cuatro galeristas y coleccionistas.

¿Empieza a verse a sí mismo como artista?

-...o están haciendo que me sienta artista. He encontrado la meca de mi profesión. Ya lo he editado todo o casi todo, el libro de mi vida siempre será ‘1512’,... pero esto lo supera todo.

Antes ha mencionado una evolución en su estilo. ¿Ha sido consciente de esa evolución?

-Cuando empecé, hacía un cómic caricaturesco. Tenía a mis autores de referencia, como Harold Foster, Arturo del Castillo, los Breccia, Moebius, Enrico Marini, Mathie Lauffray... Tu estilo es fruto de lo que vas aprendiendo de ti mismo y de los demás. Y vas cambiando. Por ejemplo, ahora hago los originales a acuarela. Antes hacía todo a tinta, recargaba las páginas, y desde que descubrí el efecto evocador de la acuarela, me decanté por ella. Es más técnico, pero el resultado es más artístico. Y, aunque soy realista, no me gusta el realismo extremo, porque hay que sumarle al dibujo cierta creatividad, algo más subjetivo. Sigo aprendiendo.

Y sigue haciendo originales a mano.

-Sí, pero los escaneo y los remato en el ordenador. Es algo que se está perdiendo, pero a mí me gusta el contacto con el papel.

En muchos trabajos suyos se intuye cierta mirada cinematográfica. ¿Le ha influenciado mucho el cine?

-El cine me inspira: encuadres, colores, ambientes... sobre todo las películas históricas. Es como un cómic. Y esa riqueza visual tratas de reproducirla luego en el cómic. Pero el cine se alimenta también de nuestro oficio; ahí están los story boards, que son la historia de la película. Cine y cómic son como hermanos gemelos...

Ha dicho que tenemos buenos dibujantes pero que apenas se prodigan fuera de Euskal Herria. ¿No sabemos vendernos?

-Somos pésimos vendedores. Debiéramos sacudirnos los complejos de una vez, parece como que los vascos no podemos contar historias más que para nosotros mismos. Hay que tener otras miras, creérnoslo. A veces es falta de recursos y en otras ocasiones son complejos. Los norteamericanos hacen todo lo contrario. A mí me parece patético, pero ellos te venden su historia como ellos quieren. Y esa es la versión que prevalece.

¿Empezamos por fin a conocer nuestra historia?

-Poco a poco sí. En el último decenio, en Navarra la gente está cogiendo una conciencia que no tenía. Pero también aquí, donde la gente ya sabe que gran parte de lo que ahora llamamos Euskadi fue antaño parte del Reino de Navarra. Incluso el euskara que se habla en Lezo es el altonavarro occidental. Estamos tomando conciencia de nuestra identidad.