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El encanto de las cuidadas calles y el río de Ezcaray

una exitosa serie de televisión descubre la coqueta localidad de la rioja, de claro pasado euskaldun

El encanto de las cuidadas calles y el río de Ezcaray

AUNQUE los tres millones de espectadores de media que ven la serie Olmos y Robles lo hayan descubierto ahora, Ezcaray es un pueblo riojano muy conocido en Euskadi. No en vano, se hablaba euskera en él de manera habitual hace no tantos siglos. En verano todavía sucede debido a su poder de atracción turística pero en otoño e invierno destaca por su encanto y cuidado, sus soportales y palacios, la cercana estación de esquí, sus tapices y su múltiple oferta de turismo rural.

Cuidado y con ese encanto que se aprecia en pequeñas localidades de países europeos, Ezcaray aparece orgulloso en la parte alta del valle de Oja, a una distancia perfecta para visitar un fin de semana. Especialmente fuera de temporada vacacional, ya que se puede recorrer con parsimonia y sin agobios entre sus poco más de 2.000 vecinos. Nada que ver con los 15.000 del verano.

Localidad turística, Ezcaray destaca por la industria de la madera y sus fábricas de muebles, butacas, perchas y otros artículos, así como por la estación de esquí de Valdezcaray, ubicada en el pico de San Lorenzo. El paseo se impone por barrios o aldeas de evidente pasado vasco como Altuzarra, Ayabarrena o Zaldierna, donde resulta fácil encontrar hoteles y casas rurales para pernoctar.

El viajero degustará cada paso que recorra por su conjunto urbano, formado por soportales con sabor a historia, casas y fachadas blasonadas y con flores, y plazuelas porticadas como las de la Verdura y del Quiosco, que parecen extraídas de la Edad Media. También resulta obligada una visita a sus palacios, como el de Torremuzquiz, que desde Turismo de La Rioja presentan como “uno de los mejor conservados y más hermosos” de la comunidad. Y el que disfrute paseando debe ir al río Oja, para ver su puente y perderse por sus riberas, y transitar por la vía verde abierta junto al río Ciloria.

Los sábados suele haber mercadillo y merece la pena visitar la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fundada en 1752, hoy Albergue de la Real Fábrica y bellísima sede del Ayuntamiento, así como la iglesia de Santa María la Mayor, construida sobre una parroquia románica a partir del siglo XIV y que cuenta con un museo religioso en su interior. Después de adquirir vino y productos de la tierra y antes del agur, se puede ir a la ermita de Santa Bárbara, desde donde se divisa el pueblo y casi todo el valle.