Donostia - Se avecina el Día D y Ane Rodríguez vive el momento con lógico nerviosismo pero idéntica ilusión. Son jornadas maratonianas en las que hay que ultimar cuestiones de producción, recibir a los artistas, gestionar la comunicación, la web recién estrenada... “Y ahora es cuando hay que orquestarlo todo”, asegura la responsable del Centro Internacional de Cultura Contemporánea (CICC).
A usted le toca llevar la batuta...
-Estamos afinando todavía los instrumentos y cada músico está encontrando su lugar... Ahora mismo tenemos la noche del estreno en el horizonte, pero también hay que poner en marcha el curso. Como repite un compañero de mi equipo continuamente, el viernes día 11 solo es el comienzo.
¿Se han adaptado ya al edificio?
-Todavía no lo conocemos. La sala de exposiciones es la que más terminada está pero el espacio de mediación, por ejemplo, aún no sabemos cómo va a quedar, ni tampoco cuántas personas necesitaremos para atender la sala de cine, si mantendremos abierto el punto de información todo el día... Estamos en el proceso de hacer nuestro el edificio y pedimos paciencia y comprensión a todo el mundo en los primeros meses.
La apertura será escalonada y hasta principios de 2016 no funcionará a pleno rendimiento... ¿Por qué?
-Fue una decisión estratégica porque 37.000 metros cuadrados son muchos... Y si queremos dar el espacio que necesita cada parte del proyecto de Tabakalera y su ecosistema cultural, se necesita esa apertura más paulatina para ir contándolo todo poco a poco.
Pero eso quiere decir que las obras continuarán varios meses. ¿No ocasionarán molestias a los usuarios?
-No, porque en principio los operarios solo estarán trabajando en los espacios acotados que aún no se han abierto al público -la zona de la biblioteca de creación, el restaurante, el hotel...-. Las obras continuarán pero no serán visibles para los visitantes.
¿Cómo imagina la vida diaria en Tabakalera?
-Primero hay que decir que el centro tendrá dos vertientes: por un lado, será un lugar de creación para artistas que desempeñarán su labor en un espacio más opaco en lo que al público se refiere, y por otro, ofrecerá a los ciudadanos una programación cultural. Esa oferta partirá del propio proyecto de Tabakalera, pero también del resto de agentes que componen lo que denominamos ecosistema cultural: la Filmoteca Vasca, el Instituto Etxepare, el Zinemaldia, la Fundación Kutxa... Lo más interesante serán las sinergias que se generen y el contagio de públicos: la gente que viene a las Aulas Kutxa a hacer yoga o un curso de DJ, podrá pararse en la entrada a ver la exposición, o quien vaya al cine, quizá termine quedándose a un concierto o tomando un café hasta que termine de llover... Ese es el universo que estamos intentando generar, en esa convivencia nos vamos a sustentar como proyecto en la ciudad.
La exposición inaugural se titula ‘Contornos de lo audiovisual. Puntos para un movimiento que rodea’. ¿Puede explicar qué encontrará el público en la sala?
-Realmente es un título muy complejo, sí. Alude a una reflexión sobre cómo se traslada lo audiovisual a otras prácticas artísticas. Así, en la muestra habrá vídeos de Jean-Luc Godard o Marguerite Duras, la performance que Roger Bernat protagonizará el día 12 en Tabakalera se grabará y se reproducirá en la exposición, Itziar Okariz presentará una obra que irá creciendo cada día... No quiero adelantar nada porque es una pieza nueva, pero hace unos años en el Musac presentó una propuesta que consistía en mandar diariamente al museo por escrito su sueño de la noche anterior... Entre muchas otras cosas, también se verá una pieza de Ibon Aranberri que estuvo en la Documenta de Kassel y que ahora pertenece a la colección del Reina Sofía... Y hasta que finalice el 3 de enero habrá actividades paralelas, estrenos de performances, una sesión sobre videoarte vasco...
¿No pensaron en hacer una exposición inaugural más asequible para quien jamás ha visto videoarte y performances?
-Tenía sentido empezar con este proyecto porque como centro cultural estamos hablando continuamente de prácticas artísticas y con esta muestra reforzamos la línea de lo audiovisual... La cuestión es cómo acercar eso a los grandes públicos, para lo cual hay una serie de actividades programadas desde el área de mediación de Tabakalera. Les llamamos visitas dialogadas, y no guiadas, porque queremos generar una conversación durante las mismas. También habrá visitas experimentales con invitados que pueden ser músicos, sociólogos, profesores universitarios o cocineros, que darán una visión propia de la exposición sin entrar a cosas conceptuales. Se trata de vivir la muestra de manera más experiencial. Esa es la aproximación que nos interesa, queremos romper muchas barreras y que no se vea el arte contemporáneo como algo elitista a lo que no se puede acceder. Ahí asumimos una labor de acercar esos contenidos a la gente pero Tabakalera no puede ser un espacio donde se hagan exposiciones populares. Sin convertirnos en una programación popular, debemos mantener un conjunto de actividades relacionadas con el arte contemporáneo.
Es obvio que Tabakalera no puede ser una casa de cultura y que no es un espacio convencional, pero la terminología que utilizan en sus explicaciones y programas suena demasiado elevada.
-Sí, tenemos que afinar un poco más. Pretendemos apartarnos de esa terminología y es cierto que yo misma, al explicar los proyectos, la utilizo. Pero para eso tenemos también los programas de acompañamiento del área de mediación...
En este caso, por ejemplo, ¿por qué llaman ‘mediación’ a la ‘educación’?
-Al decir educación parece que estamos educando a la gente...
Pero eso no es negativo...
-Ya, pero parece que el conocimiento lo tenemos solo nosotros. Queremos facilitar que nos lancemos a pensar y a emitir opiniones, algo que muchas veces nos cuesta. Debemos quitarnos los complejos: si te interesa algo, puedes tener una opinión, y te puede gustar o no, da igual, no pasa nada, pero no debes cohibirte.
En el programa inaugural hay propuestas que, por su indefinición y por su título, pueden espantar a cierto público general...
-Me daría pena que no tuviéramos la curiosidad suficiente... Es verdad que nosotros también debemos hacer un esfuerzo de comunicación, algo que hemos compartido en el equipo. Por ejemplo, hay una performance de Cristina Lucas, BE FIT Transform Yourself, que es básicamente una clase de aerobic con imágenes míticas... O la performance Trance colectivo de Quim Pujol, que se supone que es una sesión de relajación...
¿Y por qué no las han llamado así?
-Nos ha faltado poner la explicación bajo el título, deberíamos haber explicado que son performances participativas... Eso está detectado y ya nos hemos flagelado de alguna manera porque son oportunidades perdidas... Iremos puliendo estas cosas, la comunicación es clave. Confiamos en despertar la curiosidad de la gente en la inauguración, aunque sabemos que la nuestra es una labor de largo recorrido. El primer día la gente no va a decir: “¡El arte contemporáneo es lo mío!”. Pero dentro de cinco años, quizá los públicos hayan cambiado.
¿Aspiran a cambiar los hábitos de consumo cultural?
-Sí, y eso empieza desde la educación... Hicimos un proyecto con tres ikastolas de Egia, con vistas a la exposición de ahora y ha surgido un grupo muy majo que tendrá otra evolución. Incluso les invitaremos a programar en el cine... El objetivo es implicar a colectivos no especializados en un centro de cultura contemporánea. Por eso le damos tanta importancia al tema de mediación.