bilbao - Durante su niñez, Bloum Cardenas, nieta de la artista Niki de Saint Phalle, estaba convencida de que su abuela era una maga porque “con ella todo era posible. Siempre estaba soñando con proyectos y los convertía en realidad”. Y, a medida que fue creciendo, Bloum descubrió en ella a una “mujer apasionada y rebelde” a la artista total, capaz de posar como modelo de moda, esculpir, crear perfumes, imaginar gigantescas estatuas, concebir figuras en movimiento perpetuo y conquistar, “como si se tratara de un caballero de la edad media” los derechos de la mujer en un mundo dominado por los hombres.
Bloum Cardenas ofrecerá mañana, a partir de las 18,30 horas, en el Guggenheim Bilbao una conferencia acompañada por la comisaria Camille Morineau, sobre la figura de su abuela, una de las creadoras más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, que en los sesenta destacó por sus atrevidas representaciones con fuerte contenido político y feminista. La charla se inscribe como preámbulo de la retrospectiva que el museo bilbaino ofrecerá al público a partir del jueves hasta el próximo 11 de junio.
¿Ha podido ver reflejada en esta exposición el espíritu de su abuela?
-Sí, es realmente fantástica. Me ha emocionado. Creo que el público que no conozca el trabajo de mi abuela va a descubrirla en este museo. Pero aunque el 95% de las obras son las mismas que las que se han presentado en el Grand Palais de Paris, en Bilbao resulta otra exposición. Además, estoy convencida de que mi abuela se sentiría en este museo como en familia. Frank Gehry y ella eran amigos, colaboraron en algunos proyectos. El Guggenheim Bilbao es como la casa de Gehry, así que también es como si fuera la casa de mi abuela.
¿Quién fue Niki de Saint Phalle? ¿Puede describir a su abuela como mujer y como artista?
-Era una maga; es la primera palabra que me viene a la mente cuando me acuerdo de ella. Como mujer, era fuerte, testaruda y muy apasionada. Tuve mucha suerte, ella decía que se sentía culpable como madre y por eso lo compensó conmigo, me dedicó mucho tiempo. Cuando era adolescente pasé mucho tiempo ayudándole en sus obras. Además, teníamos caracteres similares.
¿De dónde le venía ese deseo de libertad?
-Niki se educó en una sociedad muy rígida, venía de una familia muy tradicional, era hija de un aristócrata francés y ella eligió romper con la tradición, se resistía a tener que casarse con un hombre rico porque estaba predestinada a ello. Escapó de los papeles tradicionales que se imponían a las mujeres. Fue una mujer en un mundo de hombres llena de fuerza e intensidad, una artista conquistadora de los derechos de la mujer. Tuvo además un gran deseo de independencia, fue también muy práctica. En ese sentido, muy americana, hizo perfumes, joyas... para cubrir sus necesidades económicas. No quería depender de nadie económicamente.
Niki de Saint Phalle no tuvo una vida fácil, especialmente mantuvo una relación muy complicada con su padre cuando ella era una niña. ¿Le contó en alguna ocasión que estos sucesos influyeron en su arte?
-Es cierto que no tuvo una vida fácil. Estos sucesos influyeron no solo en su arte, sino también en su relación con los hombres, con las mujeres...
Su obra tuvo un fuerte componente feminista.
-Mi abuela fue una artista feminista sexy, le gustaba ser mujer, amaba el poder de las mujeres. Solía decir: “Los hombres están celosos de nosotras porque somos capaces de parir, de crear vida. Ellos crean edificios y armas porque están celosos de las mujeres”. Este era el punto de vista de mi abuela. No se resignó a vivir en un mundo dominado por los hombres. Y eso lo decía en los años sesenta, fue una pionera, una adelantada para su tiempo.
Muchos conocen a Niki de Saint Phalle como la artista de las ‘Nanas’ (enormes figuras femeninas).
-Tuvo una relación especial con estas obras, pero al final, le molestaba que siempre le preguntaran por ellas y que le encargaran estas esculturas. Una vez, cuando regresó a Norteamérica, un coleccionista le pidió una Nana, pero que no fuera negra. Muy racista. Se disgustó mucho, pensó que después de tantos años de estar fuera, nada había cambiado.
¿Y cuál era la obra preferida de su abuela?
-En esta exposición hay una pieza, un estudio para la famosa pintura sangrante King Kong. Y por supuesto su Jardín del Tarot, en la Toscana, que tardó casi 20 años en terminar. Cada escultura, el Diablo, la Muerte... son temas que le importaban mucho.
¿Qué le ha aportado a usted Niki de Saint Phalle?
-Todo, he heredado su pasión, su amor por el arte. Estoy muy orgullosa, la echo mucho de menos. Algunas veces la sigo hablando. Pero cuando veo a la gente disfrutando con sus obras, me doy cuenta de que ella sigue viva. Es el poder de Nick.