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‘La noche árabe’, un cuento mágico para adultos

HIKA Teatroa, Kabia y Pabellón 6 estrenan una obra coral y arriesgada, donde se relatan cinco historias de forma simultánea

‘La noche árabe’, un cuento mágico para adultosBORJA GUERRERO

bilbao - Pabellón 6 se rinde a La noche árabe/ Gau arabiarra, obra coral que durante una hora cuenta cinco historias distintas de forma simultánea. La compañía HIKA teatroa, Kabia y Pabellón 6 se han aliado para dar forma escénica al guion “endiablado” del escritor alemán Roland Schimmelpfennig. Han hecho falta dos directoras (la catalana Laia Ricart y Agurtzane Intxaurraga) y un director (Borja Ruiz) para adaptar un texto “con mucho ritmo y contado de una forma inusual”, tal y como señalan los promotores de la pieza. La versión en español de La noche árabe se estrenó ayer en Zorrotzaurre, mientras que la de euskera tendrá que esperar al 7 de marzo.

Verano, hay una fuga de agua en una urbanización de una ciudad que podría ser cualquiera. En una vivienda, en el séptimo piso, Franziska se ducha. Una mujer joven que, siendo niña, fue víctima de un rapto que cambió su vida: no recuerda nada desde entonces, no recuerda que vive atrapada en una maldición, ni que en el pasado fue una princesa árabe. “Es un cuento mágico para adultos”, resalta Agurtzane Intxaurraga, uno de los vértices de la tricefalia. “Todo va como una partitura -añade-: si alguien desafina, todos los demás se descolocan completamente”. Intxaurraga señala también el tono poético que tiñe la obra: “Tiene dos partes diferenciadas, una más realista y otra más onírica, y uno de los grandes desafíos ha sido representar ese mundo onírico con pocos elementos, porque nosotros no tenemos capacidad para hacer grandes producciones”.

Dos partes que requieren de dos atmósferas distintas: una realista, donde se intuye “un espacio vacío”, y otra más onírica, donde se impone un juego “más plástico”, en palabras de otro de los directores, Borja Ruiz. Lo explica también la catalana Laia Ricart: “la primera parte se asemeja a la película Dogville, donde no hay atrezo pero todo está pintado en el suelo; es parecido, pero trasladado al teatro. Con la ayuda del sonido y la luz escenificamos muchas cosas, y los propios actores también ayudan a dibujar el escenario”. Porque otra de las características de esta obra es que los actores le ponen texto al pensamiento. “Así es, la acción está ligada a contar y en cierto sentido los actores van narrando lo que hacen”, explica Ruiz. Pero esto podría suponer una contrariedad, advierte Ricart: “Lo cuentan mientras lo viven. No es muy común y hay que hacerlo con mucho cuidado, porque puede llegar a aburrir”.

guion inusual Los tres directores coinciden en una cosa: el texto de Schimmelpfennig es magnífico e inusual. “Yo vengo del teatro -cuenta Laia-, pero por circunstancias de la vida he trabajado en el cine y en la televisión. De pronto, cuando Borja me pasó el texto, leí y pensé que se trataba de una buena historia para una película, porque está escrito y descrito de una forma muy cinematográfica. Pero justo después me surgió la pregunta: ¿Cómo trasladar ese texto al teatro?. Además, en mi primera lectura no entendí nada, aunque intuí que había algo interesante oculto ahí, o al menos eso me sugería la manera de contar la historia. De todos modos, no quiero preocupar a nadie, porque la obra se entiende perfectamente; todo eso lo hemos limado. De hecho, el trabajo fuerte ha sido ese, el de adaptación”.

Borja Ruiz también quedó perplejo ante el texto del guionista alemán. Perplejo y atrapado: “Es de las pocas obras que he leído de un tirón -reconoce el bilbaino-. Me cuesta leer teatro, porque siempre pienso en cómo podría llevar esa obra a escena, y eso ralentiza la lectura. Pero esta obra tiene un ritmo... Y te deja la historia en un punto en el que siempre quieres continuar”.

Borja también entiende que se han esforzado por suavizar la complejidad del texto primigenio: “El teatro te permite acentuar algunas cosas y mitigar otras, para que todo se entienda mejor. Nuestro esfuerzo ha sido ese, el de adaptar la obra de modo que no resulte demasiado enrevesada, porque al final se trata de una obra coral en la que todos los personajes están en escena y constantemente en acción. Por tanto, el espectador está recibiendo simultáneamente las historias de esos cinco personajes, pero esas historias se entienden”.

trabajo en equipo Cinco historias que se interrelacionan, una curiosa forma de contarlas y sonido en directo, retos que han tenido que ir solventando los tres directores. Así lo reconoce Ruiz: “El mayor riesgo estaba en la propuesta textual, que es diferente, y el segundo riesgo estaba en la colaboración, porque estábamos tres personas, cada cual con su forma de entender la escena, y lo difícil era que esas perspectivas confluyeran para generar un espectáculo único”. El bilbaino buscaba “un encuentro artístico” que le obligara a “buscar nuevas maneras de narrar”, y sus compañeras le han abierto “horizontes creativos”. “El trabajo en equipo ha sido enriquecedor”, apostilla. Pero Agurtzane Intxaurraga desvela la clave: “En todo momento hemos priorizado el proyecto a nuestros propios intereses, y eso ha facilitado las cosas porque nos ha ayudado a superar todas las dificultades”.

Ricart también hace mención a ese escollo, pero desde otro ángulo: “Creo que el teatro de texto en Euskadi no es algo que se tenga muy a mano, no es algo con lo que se trabaja mucho, y creo que esta apuesta de colaboración es también una apuesta por un espectáculo de texto, porque el texto se ha trabajado de una manera muy concreta. Es decir, el riesgo estaba en el material y también en la manera de trabajarlo”. La catalana reconoce que “ha sido una experiencia maravillosa, un máster acelerado donde todos hemos aprendido mucho”.