Bilbao - Jon Bilbao (Ribadesella, Asturias, 1972) se despoja de artificios y romanticismos obsoletos en su nuevo libro, la colección de relatos Física familiar (Salto de Página). Defensor del Principio de Incertidumbre que acuñó Heisenberg, el escritor y traductor sostiene que en la familia aflora lo mejor y lo peor del ser humano.

La familia, en su más amplio sentido, es el elemento común de los relatos de ‘Física familiar’. ¿La considera una fuente de energía... nuclear?

-Sí... y no. No tengo una visión nihilista de las relaciones familiares o de pareja. Al igual que cada uno de nosotros, tienen su lado bueno y su lado malo, y conciliar ambas facetas es un ejercicio continuo, pero perfectamente factible. No planteo la familia como una imposición social que nos priva de nuestra libertad, en absoluto.

Sin embargo, en alguna ocasión ha comentado que la familia “saca lo peor de nosotros”...

-Y también lo mejor. No es que saque lo peor, lo que ocurre es que cualquier relación íntima actúa como un espejo donde uno descubre al otro y, a la vez, se conoce a sí mismo. A veces, eso que averiguas de ti mismo es más difícil de asimilar que lo que descubres en el otro. De ahí lo de sacar lo malo de uno mismo, pero, aún así, ser consciente de que no se es tan bueno como se creía también ayuda a mejorar.

En alusión al primero de sus relatos, ¿es usted un defensor del Principio de Incertidumbre?

-Como no estoy seguro de casi nada, sintonizo mucho con el Principio de Incertidumbre (risas). Ese relato abre la colección y le da título, creo que es un buen ejemplo del conjunto. Además, tiene la particularidad del ejercicio de estilo, en el que intercala una parte histórico-ensayista -sobre Heisenberg- y la historia principal, la de una pareja que no atraviesa su mejor momento. El Principio de Incertidumbre ayuda a explicar lo que le está sucediendo a ese matrimonio. Es decir, la mirada del científico condiciona el fenómeno observado.

Otra semejanza de los relatos es el modo en que finalizan. Nada de golpes de efecto ni finales abruptos. Esa ‘normalidad’ parece provocar un mayor desasosiego en el lector, ¿ese es el efecto que busca?

-No me gustan los finales con fuegos artificiales, tampoco utilizo tramas operísticas porque conlleva una estructura recurrente que un lector mínimamente avezado prevé. Me gusta experimentar, ir más allá. En mis relatos no aparecen dragones ni invasiones alienígenas, en cambio, me gusta introducir elementos anómalos, pequeñas distorsiones en la cotidianidad de los personajes, que los pone en movimiento. Me encanta incluir elementos de género, de ciencia-ficción y sobre todo de terror, para crear atmósferas o para inducir al lector la sensación de que se encuentra en un terreno conocido, para después sorprenderle y llevarle por otros lares.

¿No hay nada más aterrador que la vida cotidiana?

-Me considero un escritor realista, esto es, me interesan las personas y sus comportamientos, no los fenómenos extraños. Al introducir esas pequeñas anomalías en la vida cotidiana de los personajes, éstas destacan más si suceden en entornos cercanos, aquellos que conocemos bien y que por tanto se han vuelto predecibles. Por el contrario, si lo planteara en una historia tipo Indiana Jones, no llamaría tanto la atención. Porque donde todo puede suceder, nada sorprende.

‘Física familiar’ es una compilación de relatos publicados en varias antologías, con una tercera parte que incluye relatos inéditos. ¿Qué criterio ha seguido para su selección?

-El principal criterio ha sido sentirme satisfecho con las historias, he buscado cierta variedad pero a la vez he cuidado que hubiera una coherencia interna. Para abarcar los relatos me decanté por un tema oportunamente flexible como la familia, porque más o menos todos tenemos una...

La ‘física familiar’ ha evolucionado y en la actualidad se conciben, con más o menos normalidad, otros tipos de familia... ¿o aún persisten reticencias y prejuicios al respecto?

-La sombra del modelo clásico de familia es alargada (sonríe), es cierto que se ha flexibilizado y es de agradecer, pero todavía persiste ese ideal cuya búsqueda puede generar muchas frustraciones. Son ideales que en primer lugar han sido creados por la ficción, o son modelos impuestos e interesados que no satisfacen nuestras necesidades y aspiraciones.

A la hora de escribir, ¿le pesa su ‘pasado ingeniero’? ¿Sigue algún método ‘científico’?

-No, pero soy enemigo de esas figuras románticas que perviven alrededor del escritor, como la de la inspiración. Uno no puede mirar por la ventana y esperar a que le venga de fuera una idea. No hay nada más inspirador que el propio trabajo. Además, la madera de escritor no se demuestra cuando uno está inspirado -entonces somos todos geniales-, sino cuando uno se sienta frente al ordenador y se esfuerza por escribir aunque sea una sola página, de la que quizá sólo conserve un par de frases. La escritura es un trabajo carente de todo glamour, ¿eh? Hay que acabar con ese romanticismo disipado en torno al escritor. ¡Yo no me paso el día bebiendo absenta ni esperando a que lleguen las musas!