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Los vascos, dueños del monopolio del comercio de aceite de ballena

Los vascos, dueños del monopolio del comercio de aceite de ballena

pasaia - Los vascos llegaron a las costas de Terranova-Labrador a principios del siglo XVI. Allí se hicieron con un gran botín: toneladas de bacalao y miles de litros de aceite de ballena (ballena franca o ballena vasca, la famosa eubalaena australis). Tampoco se salvaron cientos de focas, que servían de alimento o ayudaban a completar el ropaje de aquellos aguerridos arrantzales. Para llegar hasta allí, los vascos tuvieron que crear y construir un nuevo barco, una nao con una estructura especial, dotada de unas características que hicieron que sobresaliera entre el resto de competidoras. “Este barco es más que un barco, es una huella del pasado que nos dice cómo fuimos. El San Juan nos enseña que este pueblo estuvo a la vanguardia de la fabricación de barcos, que aquí había concentrada una industria potente y rica. Sin eso hubiera sido imposible construir un barco transoceánico”, aclara Jon Maia, responsable de difusión territorial de Donostia 2016.

La realización del proyecto apuesta por el slow work, y Maia cree que aunque este sistema tiene sus pegas, también tienes grandes ventajas: “La ré-plica del barco la haremos siguiendo el sistema antiguo. Eso acarrea muchos retos, pero también nos dará la opción de enseñar nuestro patrimonio a quien quiera visitarnos: nuestras ferrerías, nuestros astilleros, nuestros bosques, nuestros puertos... Además, así resulta mucho más auténtico, con lo que se valoriza lo que estamos haciendo”.

Para Maia, el San Juan también muestra otra cosa, “que los vascos no fuimos un pueblo cerril y escondido en nuestras montañas; demuestra que aportamos al mundo, que estábamos abiertos a los demás y ese es un valor que queremos seguir mostrando desde Donostia 2016”.

rutina épica A pesar de las innovaciones aplicadas en la navegación de la época, pese a la épica de cada viaje, los vascos no le dieron demasiada importancia a la gesta. Se trataba de un quehacer duro, pero un trabajo al fin y al cabo. “No eran ni conquistadores ni colonizadores, y quizá por eso no figuran en los grandes libros de Historia”, añade Maia.

Pero hoy en día nadie duda de las aportaciones que aquellas personas realizaron a la navegación. Euskal Herria se convirtió en el siglo XVI y hasta bien entrado el siglo XVII en vanguardia tecnológica mundial. Además, el aceite de ballena se convirtió en el principal combustible de lámparas, se usaba como cera de la vela y también se llegaron a fabricar jabones. De la ballena se aprovechaba todo: desde las barbas hasta los huesos. De su sangre se obtenía el azul prusia y de sus excrementos el marrón bermellón. Los pedazos más cotizados eran la lengua y el hígado, que ofrecía un aceite muy fino, muy estimado por los relojeros. Eso sí, no está comprobado que los vascos comieran carne de ballena.

El de ballena fue el primer aceite animal o mineral en lograr viabilidad comercial, y los vascos monopolizaron este comercio durante más de siglo y medio. El declive en su uso comenzó con el desarrollo del queroseno a partir del carbón, en 1846, y el descubrimiento de petróleo en perforaciones, a finales del siglo XIX. Se calcula que durante dos siglos, los vascos cazaron en el Atlántico Norte más de 20.000 ballenas, cifra considerable si tenemos en cuenta que la caza se producía de un modo artesanal, arpón en ristre. Las persecuciones se hacían a golpe de remo, con unas pequeñas chalupas pertrechadas para afrontar este reto, trajín que muchas veces se prolongaba durante horas.

Tras la captura, los marineros ataban el cetáceo junto al barco y lo despiezaban allí mismo. Después, llevaban las piezas de grasa a tierra, donde se troceaban y se metían en grandes hornos; allí se derretían y soltaban el preciado producto. En 1635, los hornos se empezaron a montar en los barcos, gracias a la iniciativa de un capitán labortano llamado Juan Martin Sopite. - I. M. E.