Enredados en arte
Un público variopinto e internacional volvió a la niñez por un día y se sumergió en las creativas propuestas de los museos con puertas abiertas
uNOS chavales se descalzan y se encaraman por una red cuya base de plástico y polipropileno permite que se convierta en un original puente a lo Indiana Jones. Una mujer madura pero esbelta, envuelta en un primaveral vestido rojo, les sigue, desafiando a la dificultad de caminar pisando bolas, en un puente tan poco sólido. La singular pasarela asciende hacia el techo... No, no estamos en Port Aventura, sino en el Guggenheim Bilbao Museoa, que ayer, como la mayoría de los museos del planeta, abría gratuitamente sus puertas a personas de muy diferentes pelajes y orígenes. En uno de los días más democráticos para la cultura, y propiciado por un luminoso sol que lo bañaba todo.
Así, la luz de mayo era intensa y ninguna nube quiso interrumpir el deseo del respetable de zambullirse entre las audaces propuestas de Ernesto Neto, Yoko Ono o Markus Lüpertz. O de seguir la estela de Oteiza en su museo homónimo en Altzuza. O de conocer los entresijos del mundo del bacalao en el Museo Marítimo de Bilbao, en una exposición sin parangón en el mundo.
"Esto debería suceder a menudo, o siempre", apuntaba Bittori mientras observaba atentamente la obra de Lüpertz en el bilbaino Museo de Bellas Artes. Esta duranguesa con formación artística aprovechaba el mediodía para disfrutar de una muestra "interesante y atrevida". Antes había comprobado lo "rompedora que fue en los 60-70" Ono, en el Guggenheim. Bittori piensa que los tres territorios deberían coordinarse para facilitar el acceso a los museos, para que nadie se "empache" en los días de puertas abiertas.
Cerca, Mari Carmen y Julián estaban encantados con la celebración de sus bodas de plata en Euskadi, por tratarse de "ciudades para las personas". A Julián Richard Serra le había "dejado loco", y ahora, tras paladear unos pintxos, se adentraban por el universo de Lüpertz. A estos madrileños les había costado encontrar hotel, pues casi todos estaban llenos.
Unas obras más allá, curioseaba Nicole, de Perpignan, mientras su marido descansaba un rato en el Parque. En muchos museos la entrada gratuita permitió que los visitantes salieran a dar un paseo, comer o tomar algo, y luego regresar, usando la entrada o una pulsera codificada. Para Nicole, las dos pinacotecas bilbainas son "¡magníficas!".
Excepto a la hora de comer, el personal de estos centros vio transitar una gran afluencia de gente. En el Guggenheim, los empleados confirmaban la "poco común" afluencia, sólo comparable con la de Semana Santa. Los alemanes Peter y Sabine salían del vanguardista museo sobre las 12 horas. "Estamos de vacaciones, no conocíamos Bilbao y nos hemos encontrado con el acceso gratis a sus museos", celebraba esta pareja residente cerca de Düsseldorf. Sorprendidos por la sensación de "barco" del edificio de Gehry, les había parecido "muy interesante" la obra de Yoko Ono. En la tercera planta, la orientadora Adhara explicaba qué quería transmitir la viuda de Lennon con unos sacos sobre una moqueta. Los niños y los adolescentes se aventuraban a averiguarlo por sí mismos...
oteiza revivido y sal La oferta de estos centros el fin de semana ha sido diversa y sugerente. Mientras Peter y Sabine opinaban que en Alemania los museos no son "tan modernos", sus paisanas Sarah y Marlene creían que en Berlín, Münich y Colonia, sí. Estaban sorprendidas con la mosca limpiándose las patas en un pezón y las sillas y radios rotas, de Yoko Ono.
Los jubilados Juan y Maite se hallaban de paseo y se encontraron con estas propuestas museísticas que les tuvieron tan "entretenidos". A continuación se dirigían al Bellas Artes y al Marítimo, donde la historiadora Nati de la Puerta, comisaria de la exposición sobre el bacalao, guió a un grupo numeroso por su interactiva muestra, terminando en aplausos. En el Museo Oteiza, el sábado un actor emuló al gran escultor. "Fue emocionante", explicaba ayer Juan P. Huércanos. En el Museo Euskal Herria, la sal protagonizó dos días de ilusión.