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Yoko Ono, en el Guggenheim: Prohibido entrar o atente a las consecuencias

Desde la entrada todo resulta distinto y está preparado para interactuar con el espectador, planteamiento participativo que se acentuará en el interior. El acceso a la exposición no es unitario y parece que Yoko Ono obliga a elegir entre un mecanismo u otro. Pero la puerta giratoria no se mueve e imperiosamente hay que transitar por la cortina de tiras verticales que se agitan. Debe evitarse que la llegada sea sigilosa y hacer notar la presencia con el jolgorio del movimiento y el entrechocar de la materia. Un sencillo dispositivo que predispone y crea sugerencias para señalar que es un sitio diferente. Suerte de instrucciones de uso para unos espacios en los que conviene estar atentos, tener bien despiertos los sentidos y contar con una mente libre de prejuicios. De modo relevante la muestra presenta casi 200 trabajos que sintetizan 60 años de trayectoria. Pero en la tarjeta de invitación puede percibirse una significativa paradoja que también da qué pensar. En la imagen se ve a la propia artista apoyada en un semáforo, cuya señal indica que está prohibido cruzar la calle. Como si fuera imposible acceder a ella, no fija su vista en lo que pasa tras de sí y tampoco mira de frente, sino que observa aquello indistinguible y que está por llegar. En actitud pasiva y al mismo tiempo escrutadora, tiene la predisposición de quien espera tranquilamente lo que le deparará el porvenir. La visibilidad social de Yoko Ono ha sido importante, pero ha dado lugar a numerosos equívocos. Sólo el mundo del arte reconoce su importancia y enorme influencia creativa al participar en un movimiento pionero y contracultural como Fluxus. Y por ello ha tenido galardones internacionales, caso del León de Oro de la Bienal de Venecia en 2009. La creadora nacida en 1933, recoge del grupo Gutai la impronta de transmutar el instante y de vivificarlo para que trascienda más allá de la contemplación. Así adopta un espíritu neodadaísta no exento de espíritu oriental, donde la mente es un privilegio que no está sola y tiene que acompañarse de lo sensitivo. En su trabajo hace una crítica seria de las convenciones tradicionales de la cultura. Y al mismo tiempo no deja de sugerir que la gente haga cosas que, por muy absurdas que parezcan, obliguen a tomar conciencia de unos actos que pasan desapercibidos. Quiere que el arte y la vida vayan fluidamente de la mano, sin que apenas se diferencien. Es de la estirpe de los y las resistentes. Pasan los años y sigue trazando más acciones, y se empeña en preparar nuevos proyectos. Como Pablo Picasso, Louise Bourgeois o Yayoi Kusama, no parece envejecer y continúa creando. Yoko Ono ha hecho de todo. Y siempre con la misma sed investigadora y el ansia de experimentar, transmitiendo a los demás la necesidad de proyectar ideas de cambio. Canta y compone música. Edita libros y es singular poeta. Realiza, comparte y dirige performances. Rueda películas cortas y largas. Trabaja con materiales cotidianos. Y amplía horizontes sensibles y cognoscitivos en el arte conceptual. Aún y todo, espera ver la paz. Y desea que dentro de diez años se vuelvan a unir los pedazos de porcelana que regaló a los visitantes con el fin de componer un nuevo jarrón. Se trata, sobre todo, que uno vea y se imagine que puede acontecer lo que no existe todavía. El tiempo y la espera forman parte de cada cual. La muestra cuenta con un buen montaje y se catalogan muy precisamente las aptitudes y actitudes de la creadora. La selección tiene la capacidad de dar respuesta a la fusión entre mente y sensibilidad que la distingue. También hace hincapié en la idea de experimentación y de diálogo continuo con el otro, eliminándose la parte más comercial y de fácil consumo. En las instrucciones la artista japonesa propone escenarios imaginados, sugeridos o susurrados y patentiza algún que otro toque absurdo junto a dosis de fino humor. Como le ha dicho a Maite Redondo "las palabras crean". Y son muchas las que comparte. El poema favorito de Yoko Ono es un haiku de Basho: "Terminado el viaje, mis sueños vagan veloces por páramos desiertos". Y es así, lo que se siente. Las personas y las moscas ya están dentro.