uNA sola palabra es la primera que le viene a la cabeza a Javier F. Paiz, amistad, cuando define la exposición Encuentros, que inauguró ayer por la tarde junto a su compañera de la Facultad de Bellas Artes, Amaia Sánchez. Desde hace casi dos años tenían en la mente el reto de completar una muestra con obras de los dos y que pudiera ser exhibida en algún local. La idea se les ocurrió cuando visitaban la exposición que sus compañeros de carrera Adrián Cortadi y Nekane Manrique tenían en el Museo de las Encartaciones. Ahí, su imaginación y sus deseos comenzaron a brotar hasta terminar en la sala de exposiciones de las Juntas Generales de Bizkaia.

Desde ese primer encuentro en Sopuerta, Paiz y Sánchez han trabajado y evolucionado hasta conseguir más de una veintena de obras en las que se mezclan la pintura y la fotografía. "Tenemos diferentes puntos de vista, pero también puntos de encuentro", reconoció Javier F. Paiz, que ha trazado su trayectoria hacia el mundo de la pintura, aunque apuntó que "ambos" habían sido "pintores". Por su parte, Amaia ha enfocado su expresión artística hacia la fotografía donde "trata de buscar la casualidad" como si fueran encuentros. De ahí, el nombre de la exposición.

Sánchez interpreta esta muestra en Juntas Generales como "un doble encuentro" ya que por una parte puede exhibir su "trabajo individual" y por el otro "es un encuentro con Javier", comenta en referencia a su compañero. Y con Javier comparte "la emoción" que sienten por "temas y sensaciones íntimas" gracias a su relación de amistad.

Para ambos, el "aire" tiene una gran importancia ya "es como una especie de alusión a lo que habita tras la pintura". De hecho, Javier ha pintado un lienzo en acrílico con ese título. Esa amistad subyace en el catálogo donde Javier ha interpretado la obra de Amaia y Amaia ha hecho lo propio con la de Javier. La fotógrafa contó sobre su compañero en el texto que "la búsqueda de ese espacio no dimensional, de ese más allá de la pintura, ocurre como una activación incesante del campo de la experiencia y la experimentación pictórica: desde que lo conozco no ha dejado de producir. Y a lo largo de los años, ha logrado convertir el espacio entre el pensamiento previo y la acción misma en un solo gesto incuestionable, como una respiración, así toma sus pinceles y sus cuadernos".

Javier retrata con cariño el modo en el que trabaja Amaia. "Se aproxima con una mayor visceralidad a sus motivos. Olvidando intencionadamente un despliegue técnico que pueda perturbar el carácter espontáneo que persigue. No busca, encuentra; y cuando lo hace, fija de la manera más instantánea posible lo que le conmueve o seduce. Se produce una curiosa dicotomía en la que la subjetiva sensibilidad que le para e inquieta se combina con un carácter de anotación objetiva, sin añadidos", destacó en el catálogo.

Amaia reconoció que sentía los "nervios" previos a cualquier inauguración, sobre todo porque era la primera ocasión en la que sus obras salían de su protección. "Llevan mucho tiempo conmigo, ahora hay que dejarlos rodar", explicó la fotógrafa.