Bilbao/Buenos Aires. El escritor e intelectual argentino Ernesto Sábato murió en la madrugada de ayer a los 99 años de edad, en su casa de las afueras de Buenos Aires. Allí permanecía recluido desde hacía unos años a raíz de sus problemas de salud, según informaron ayer los allegados al autor. Sábato, quien se tomaba por el último superviviente de los escritores con mayúscula de la literatura argentina, estaba ya prácticamente ciego, lo que lo mantenía retirado en su residencia bonaerense de Santos Lugares.
Debido a su ceguera, el autor se había visto obligado en los últimos años a abandonar la lectura y la escritura, y a llenar su tiempo con la pintura y otras aficiones que practicaba en su vivienda. En los últimos días una bronquitis había complicado su salud, destacó en declaraciones radiales su compañera Elvira González Fraga: "Hace como quince días tuvo una bronquitis, y a la edad de él esto es terrible". Según contó su hijo Mario Sábato, autor de un documental sobre la vida de su padre -Ernesto Sábato, mi padre-, el escritor ya no salía de casa, estaba al cuidado de enfermeras y apenas hablaba, aunque ocasionalmente rompía su silencio para mantener algún breve diálogo con la familia.
Escritor y luchador El escritor fue una figura emblemática de la literatura argentina y se erigió como héroe nacional gracias, en gran medida, a sus duras críticas a la ya extinta dictadura argentina y, posteriormente, con su labor al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas). Este grupo, además, redactó el informe Nunca más, una obra clave que relata los horrores de la última dictadura militar argentina (1976-1983). Con el paso de los años su figura siguió cobrando fuerza como portavoz de valores concentrados en la juventud: "Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía -dijo- serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido". Una frase que también quiso subrayar la agencia de noticias Télam, en el obituario que dedicó ayer al gran autor.
Pero, a pesar de ser un respetadísimo escritor, por méritos propios, Sábato publicó la última de sus tres novelas, Abaddón el exterminador en 1974, hacía casi cuarenta años. Un libro que lo consagró definitivamente y que completaba la trilogía iniciada en 1948 con El túnel -adaptada al cine en 2006- y continuada en 1961 con Sobre héroes y tumbas, considerada como una de las más importantes obras argentinas del siglo XX. Así las cosas, fue propuesto como candidato al Nobel de Literatura en 2007, aunque finalmente fuese a parar a manos de la escritora británica Doris Lessing .
El paso de los años desde la publicación de su última novela no menguó el cariño que por él sentía la gente, y de manera especial los jóvenes y estudiantes. A esto ayudó su ya citado coraje a la hora de criticar sin reparo la intolerancia y la chulería de la dictadura militar que sufrió Argentina -una herida que aún supura en el corazón del país suramericano-, y el hecho de que, por sobre todas las cosas, el intelectual escribió infinidad de ensayos que sirvieron para que sus compatriotas hiciesen frente a la dureza del día a día.
Tal y como reconoció su hijo Mario a DEIA, en una entrevista concedida tras la realización del documental sobre el escritor (17-V-2009), Ernesto era un hombre nostálgico. "Desde hace un tiempo, como todos los de su edad, como todos los que están en el umbral del supremo misterio, mi padre solo miraba al pasado. Y los que estamos cerca de él y lo queremos no lo evitamos. Pero tratamos que mire a sus recuerdos más felices, que son tantos como los desdichados, pero mucho más importantes"
En esa misma entrevista, el director de cine admiraba "la pasión y la ferocidad del compromiso" de un intelectual que nunca dejó de poner sus sabias palabras al servicio de los más necesitados. En palabras de Mario Sábato, a Ernesto "nunca le importaron las desilusiones o el cansancio que otros tendrían en su lugar y a sus años". Por último, su hijo subrayó, por sobre todas las cualidades personales del escritor su "humor terrible, sarcástico y tierno al mismo tiempo, que escondió siempre detrás de sus anteojos oscuros".