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Alcohólicos anónimos

"El mundo según Barney", protagonizado por un alcohólico, evita hablar de ese drama, una prueba más de la relación entre el cine y la bebida

Alcohólicos anónimos

Bilbao

Homer Simpson entra en otra dimensión cuando ve una botella de Duff. Las pupilas de sus ojos brotan, su boca babea y su cerebro se excita ante el placer irrenunciable de un buena y espumosa cerveza en el sofá de su casa o en el bar de Moe. El espectador fiel de Los Simpson ha visto el grado de dependencia y adicción de ese personaje bonachón y entrañable. Homer ama la cerveza por encima de todo y es imposible que su abnegada esposa Marge pueda encauzarle por el camino que le gustaría. Todos los formatos de ficción esconden códigos y conductas que no siempre son percibidos por el público. La audiencia millonaria de Los Simpson espera que Homer descienda a los infiernos, le hagan reír y se reconcilie, por enésima vez, con su familia. En más de un capítulo, el ciudadano que trabaja en la central nuclear de Springfield ha llevado al extremo su dependencia gustativa con la cerveza. Una liturgia de espuma, publicidad y sabor a la que se entrega con todas las neuronas dañadas de su perjudicado cerebro.

Si Homer Simpson fuera un personaje de carne y hueso, se parecería mucho al actor Paul Giamatti. Les unen un parecido físico más que razonable: una cabeza despejada, una barriga pronunciada, una cara ovalada y unos ojos saltones. En El mundo según Barney da vida a un productor televisivo de obras intranscendentes y un amante despistado que cambia por completo cuando conoce en su boda a la que cree es la mujer de su vida.

¿Dependientes? Homer Simpson se volvió loco por intentar seducir a Marge en el baile de fin de curso. Y ahí cambió su destino (y el del público). Lo que no ha cambiado (ni tiene visos para hacerlo) es la situación entre el enfermo y los dependientes. La industria de Hollywood ha preferido adherirse al drama desgarrado de los alcohólicos (Leaving Las Vegas o Días de vino y rosas) que al tratamiento entre el enfermo y los codependientes. Siguiendo con las pautas del mercado, Confessions of a Shopalcoholic caricaturizaba a la joven que perdía el sentido en las tiendas de moda. Acudía a las terapias de grupo, parodiadas también al extremo. Por no citar las escenas de El club de la lucha, en las que Edward Norton y Helena Bonhan Carter competían por acudir a las reuniones de enfermos.

Según la web parasaber.com los alcohólicos "suelen ser personas inmaduras emocionalmente, con una gran necesidad de llamar la atención y una gran dependencia afectiva. Es habitual que en ellos se dé una incapacidad para amar, para dar y recibir. Sin embargo, pueden hablar muy bien del amor, como sucede en el caso de poetas, escritores y compositores alcohólicos". No es el caso exacto de Barney o Homer. Pero sería interesante estudiar desde el punto psicológico o social el tratamiento del alcohol en el cine. En El mundo según Barney, el protagonista pierde prácticamente a su esposa por su relación de dependencia con el alcohol. Ella, una escultural y cultivada señora de Nueva York, quiere retomar su profesión periodística y su señor esposo, con una mano pegada siempre a un vaso de whisky (o similar), pierde el sentido de la realidad en los bares. Es curioso que nadie, absolutamente nadie, le recuerde en la película que es un alcohólico y que tiene un problema con el alcohol. En una sociedad en la que se penalizan las imágenes de los fumadores, se banaliza con el bebedor. El mundo según Barney evita el retrato de la figura de la codependiente (su esposa) y su relación con los hijos. Por eso mismo, es por lo menos chocante que maquillen ese grave problema. Ese punto de vista no beneficia a la película, interesada en otras tramas (el enamoramiento, la amistad, un supuesto homicidio). Pero, ¿costaba tanto aplicar un poco de sentido común a una producción tan celebrada (Globo de Oro al mejor actor) y describir mejor una relación de codependencia? Muchos familiares que viven este drama se podrían sentir molestos por su falta de atención. Lo que no se verbaliza, no existe. Excepto para algunos espectadores.