Bilbao
C asi 50 años después de su estreno, La piel quemada (1967) sigue siendo vitoreada y estudiada en todo el mundo. Hace unos días su director presentó su obra en el Lincoln Center de Nueva York, y pocos días después se proyectó en una calle de Catalunya. Josep Maria Forn agradece que cualquier foro aprecie su laborioso intento de plasmar la realidad catalana en el desarrollismo franquista de los años 60. Manuel Fraga Iribarne, ministro español de Información y Turismo, entendió que el turismo podría ser una buena fuente de ingresos. Mientras, la censura seguía aniquilando las aspiraciones creativas y profesionales de muchos cineastas ajenos al Régimen.
Para Josep Maria Forn, considerado el padre del cine catalán moderno, fue la primera película que hacía en absoluta libertad. "Llevo 62 años haciendo cine y tengo constancia de ello. De director llevo menos, pero cuando decidí ser productor me llevé un tortazo económico considerable y, al final, en un momento determinado, llegué a ser dueño de mi propio destino y comandé una película como productor, guionista único y director", confiesa. Fue el primero en hablar sin tapujos y desde una óptica catalanista y sin miedo a la censura sobre dos movimientos nuevos para la época: el turismo y la inmigración. Realizada en blanco y negro y con un influjo innegable del cine neorrealista, Josep Maria Forn fue por libre sin importarle las nuevas olas. En aquel momento ya existía una polémica forzada entre dos maneras de ver el cine: la Escuela de Barcelona y el resto. Los renovadores catalanes querían fomentar la modernidad y alejarse del "cine mesetario" estatal y todo lo que recordase a una España rancia. Vicente Aranda recuerda que muchos de sus colegas creían que las mujeres de Madrid olían peor que las de Barcelona y que ellos tenían un estilo más refinado y cercano al buen gusto de París.
Josep Maria Forn tuvo un enfrentamiento directo con Ricardo Muñoz Suay, el ideólogo de la Escuela de Barcelona, que aglutinaba a personalidades tan variopintas como el ahora arquitecto Ricardo Bofill, Pere Portabella, Gonzalo Suárez, Joaquím Jordá... Durante el estreno de La piel quemada Muñoz Suay se acercó a su amigo Forn sin ningún tipo de rubor: "Tú sigue haciendo las películas de obreretes". Quien decía eso era el mismo que tuvo un alto cargo en el Partido Comunista de España. "Me dijo que ellos seguirían haciendo obras profundas contra el Régimen, pero no hacían nada y no los veía nadie", recuerda perfectamente Forn, que situó y enfrentó en la Costa Brava el fenómeno del hambre con el turismo y la opulencia. Anteriormente realizó en 1958 un cortometraje sobre Gaudí, cuando "nadie creía en él". Previó la transformación de la Sagrada Familia y reconoció su condición de "precursor del vanguardismo. "Ahora tiene valor como documento sociológico", concluye el poseedor del Gaudí de Honor 2010, el equivalente del Goya para el cine catalán.
censura y castigo Josep María Forn no pudo escaparse de la Censura y del infortunio. Después de La piel quemada quiso recoger las revueltas estudiantiles de las escuelas de Barcelona inspiradas en Mayo del 68 e hizo una película que tituló La respuesta, tan problemática para la censura que pasó 24 veces por sus tijeretazos. "El subdirector general, que se llamaba Pedro Cobelas (me acordaré toda la vida), me dijo que a mí se me había terminado el chollo y que no iba a hacer cine nunca más en mi vida. Al final esta película rodada en el 68-69 se estrenó un año después de la muerte de Franco", recuerda.
En 1975 fundó y presidió el Institut de Cinema Català e impulsó la producción de cortometrajes y noticiarios. De 1987 a 1991 fue Director general de Cinematografía del departamento de Cultura de la Generalidad de Catalunya. En 1994 fue elegido presidente del Colegio de Directores de Cine de Catalunya.