ESTAMPA seductora, rendimiento notable y precio juicioso son los tres pilares sobre los que se asienta el RCZ. Tras el éxito de los CC, convertibles con coartada familiar, Peugeot afronta el desafío de popularizar el concepto del coupé deportivo. Lo intenta por medio de un esbelto automóvil que, pese a la originalidad de sus líneas, no puede eludir comparaciones con el referente alemán de la categoría. El nuevo pretendiente, que debuta esta semana, destaca por sus cualidades dinámicas -instala mecánicas HDi con 163 y gasolina de 156 y 200 CV- y, ante todo, por un coste inferior al de sus competidores.
El RCZ es un producto especial para Peugeot. El constructor francés simboliza esa singularidad abandonando por una vez la nomenclatura numérica, con uno o dos ceros intermedios, para adoptar unas siglas tradicionalmente asociadas a las interpretaciones deportivas (las de racing cup). La firma del león pretende sintetizar espíritu racing y diseño de alta escuela en esta nueva creación, que se pone a tiro de un amplio sector de clientela. Después de divulgar los Coupé Cabrio de capota rígida retráctil -fórmula reservada hasta ese momento a productos elitistas- persigue ahora acercar al gran público el concepto coupé. Lo intenta aplicando la misma receta que en los CC, es decir, la que emplea como ingredientes principales la seducción y la persuasión.
Al igual que todos los productos pasionales, creados no tanto para el uso como para el disfrute, el RCZ emplea la estética a modo anzuelo para tocar la fibra sensible de sus víctimas. No obstante, el diseño no s un pretexto para enmascarar carencias. Bajo el vistoso envoltorio aparece un coche bien construido y razonablemente práctico, lo que lo convierte en un producto fascinante y a la vez convincente. Por otra parte, Peugeot ataca el corazón de los más exigentes, pero deja casi ilesa su cartera; el RCZ cuesta más que cualquier versión potente de un turismo compacto, pero no llega a alcanzar la cotización de otros coupé con pretensiones.
ESTAMPA PODEROSA El debutante es beneficiario directo de las conclusiones extraídas del RC-Z, prototipo inspirado por el 308, con el que guarda estrechos vínculos estéticos. Así, la versión final de calle exhibe un musculado y esbelto envase de perfil parabólico. Se aparca en el hueco que deja un 308 convencional, ya que mide 4,28 metros de largo y 1,84 de ancho. A priori, la distancia entre ejes (2,61 metros) sugiere una cabina dispuesta a recibir cuatro ocupantes. Sin embargo, la escasa altura (1,36 metros) y, sobre todo, el declive del parabrisas posterior restan utilidad a las plazas traseras; no así al maletero (321 litros). Por tanto, el modelo encaja en la definición de coupé 2+2, eufemismo que suelen emplear los biplaza cuyo testimonial asiento de la zaga sólo es recomendable para niños o en momentos de apuro.
La poderosa estampa del vehículo no defrauda a los estetas preocupados por las apariencias. El RCZ luce fisonomía de culturista, con hombros poderosos y frente estrecha. En su figura destacan los rotundos pasos de rueda (el eje trasero aparece como descolgado en popa) y la capota sustentada en dos largueros de aluminio; también es de este material el capó, que puede incorporar un dispositivo de elevación automática en caso de atropello para evitar lesiones a los peatones.
Uno de los rasgos más singulares de la carrocería es, precisamente, el techo. El escaparate delantero desemboca en una cubierta doblemente arqueada, que presenta leves abultamientos a la altura de piloto y acompañante; tras esta pieza de compleja elaboración sigue un parabrisas posterior muy acostado que prolonga ambas curvaturas. Los cuartos traseros, inevitablemente perceptibles a través de los retrovisores laterales, contienen un cofre de carga independiente inusualmente capaz para un coche de estas características (abatiendo el respaldo del asiento a atrás consigue 760 litros). La zaga va coronada por un alerón que se despliega accionando un pulsador en el cuadro o bien de manera automática en dos fases para mejorar la aerodinámica: al superar 85 km/h forma un ángulo de 19º que, por encima de 155 km/h, aumenta hasta 34%.
Peugeot brinda la oportunidad de personalizar el vehículo solicitando a fábrica algunas modificaciones. Hay, por ejemplo, diferentes acabados de los arcos de aluminio, de las carcasas de los retrovisores y de la parrilla frontal, techos realizados en fibra de carbono de distintos tonos, así como varias opciones de ornamentación interior y dibujos de llanta.
La tarifa sube hasta 33.000 euros, importe de la variante más potente y sofisticada, pero comienza a partir de 27.000 euros, precio de la versión gasolina menor; la diésel y la gasolina de 200 CV más asequible coinciden en los 29.200 euros. El RCZ básico sale a la calle provisto de un buen equipamiento: cuatro airbags, control de estabilidad y tracción, ABS con distribución electrónica y asistente de frenada de emergencia, climatizador bizona, radio CD con mp3 y manos libres Bluetooth, llantas de aleación, retrovisores con ajustes y plegado eléctrico, etc. Todas las versiones, incluso las que carezcan de navegador, montarán el sistema de llamada de emergencia.
BRÍO SIN SOBRESALTOS Las evoluciones de esta máquina con vocación de emblema se encomiendan a la acción de tres motores de cuatro cilindros, dos de gasolina y otro diésel. Éste, que se perfila como protagonista de buena parte de los pedidos, demostrando que la deportividad es compatible con el ahorro, es el conocido HDi de dos litros y 163 caballos. La oferta de gasolina contiene dos variantes del propulsor 1.6 THP. La primera, desarrollada por PSA y BMW, entrega 156 CV; la otra, elaborada y utilizada en exclusiva por Peugeot, suministra 200 CV y llegará en julio. Los tres motores se conectan a transmisión manual de seis marchas, aunque el gasolina inferior puede optar también a caja automática de seis relaciones.
En todos los casos, las prestaciones resultan satisfactorias. Como es obvio, la más solvente es también la más brillante desde el punto de vista de la vivacidad: marca 237 km/h de punta y un 0-100 en 7,5 segundos. El gasolina menor acusa la desventaja de caballería -acredita 217 km/h y 8,0 segundos hasta 100- pero la compensa algo en consumo y emisiones (6,7 frente a 6,9 litros a los cien), también en precio. Por su parte, el HDi hace valer su buen compromiso entre agilidad y economía al acercarse a los registros del primero de los THP -logra rodar a 220 km/h y pasa de 0 a 100 km/h en 8,2 segundos- con un coste muy inferior: homologa un promedio de gasto de 5,3 litros a los cien, lo que equivale a 139 g/km de CO2.
Peugeot, que siempre se ha caracterizado por cuidar el comportamiento dinámico de sus coches, se ha obligado a hilar aún más fino en el RCZ. Es por eso que esta nueva estrella muestra un firme aplomo, un guiado preciso y una agradable respuesta. Ésta no se traduce en impetuosos empujones del respaldo en los riñones cada vez que se acelera, sino en demostraciones de un vigor progresivo. El nuevo coupé es un coche para todos los públicos. Ni siquiera la versión más solvente, con doscientos caballos, pone en dificultades a los pilotos menos avezados; se limita a encandilar al usuario con un comportamiento fogoso y con un acústica afinada para transmitir sensaciones deportivas (el leve rugido del motor es artificial y sólo se percibe en la cabina). Así pues, el RCZ se sitúa a mitad de camino entre un deportivo radical y un coche de paseo.