Miguel Ángel Gaüeca, en Artium

Bilbao

sIEMPRE hay secretos palpitantes en las fotografías y esculturas de Miguel Ángel Gaüeca (1967). Sus imágenes tienen un toque trascendente y la conciencia de formar parte de un teatro que pulsa la realidad, no sin ironía y crítica a la noción de autor en el sistema del arte. El fingimiento está muy bien urdido y se produce en géneros temáticos, como el autorretrato, el bodegón, el retrato o las escenas con figuras.

El proyecto se articula, de una u otra forma, en torno a su persona. Fino hilo narrativo que recorre una variopinta geografía expresiva en la que late el conflicto de la identidad. Lo que supone una compleja construcción del sujeto, hecha de relaciones y alusiones más o menos veladas y alegóricas.

El montaje tiene un interesante planteamiento y muestra distintas maneras de presentar la imagen y el trabajo tridimensional. Una representación que se divide en tres diferentes salas. Cada puesta en escena está muy cuidada y cargada de intención. La primera es como un lugar donde se reciben las cajas de fotografías anteriores. Un almacén en el que impera el desorden del desembalaje. Espacio de aprovisionamiento, como el de aquellos Fond que hiciera Joseph Beuys tras la presentación de Raum en la Documenta de 1968.

El espacio central está ocupado por un enorme cubo en cuyas cuatro caras se suceden imágenes de otras tantas series. El ritmo es dinámico y repetitivo. Un común factor que obliga al espectador a percibir cada obra según el tiempo que quiere el autor.

Cuando utiliza su figura nos introduce en el vértigo de un juego de espejos cuya visión laberíntica desdobla lo que uno es, lo que quiere ser y lo que los demás ven en él. A través de sí en la serie Me, Myself and I, hurga en las ideas y manifiesta distintos tipos de figura artística. Una experiencia en la que hace guiños muy ácidos respecto a algunos lugares comunes del trabajo del artista.

Las visiones que da en The Gaüeca Portrait Gallery son más diversas y oníricas. Instantáneas que no sólo proporcionan una mirada de las personas con las que se relaciona, sino también ofrece una observación muy personal al disponerlas en ambientes muy diferentes. Una perspectiva muy cuidada de artistas como Miriam Ocariz, Bene Bergado, José Luis Vicario o Fangoria.

En Kidology, el artista se asoma a incertidumbres y miedos que hablan de mujeres de negro, hombres imperativos y niños obedientes que viven su adolescencia en medio de una naturaleza misteriosa y llena de peligros. Es como la revelación de una evocación que nos lleva a reconstruir el pasado. Una seriedad que palpita desdoblamientos y no pocos misterios.

Más autónomos pero no menos penetrantes, son las escenas con objetos y naturalezas muertas. En las imágenes que denomina Objects and Things, la cámara se acerca a alacenas, estanterías y otros representativos rincones del hogar. Se trata de revisar interrogantes más que certezas en torno a recuerdos cuyo peso sigue siendo importante. Una memoria cargada de deseos y frustraciones que ofrece distintos niveles de lectura.

El último espacio muestra una serie de objetos tridimensionales. Esculturas que están acumuladas sobre un altar-mostrador como de todo a 100. Pequeños iconos dorados o negros que sobreviven a la proliferación de cosas utilizadas en sus fotografías.

El trabajo no sólo está bien realizado sino que es seductor y fértil. Gaüeca destaca por su enorme capacidad para dar respuesta planificada a un imaginario no exento de fascinación y glamour. Su estética se instala en la conciencia del barroco y en el influjo de las límpidas imágenes del mundo publicitario. Con solemnidad, emplea no pocas referencias a sí mismo, el arte y sus amigos, el presente y el pasado. Un conjunto eficaz y muy solvente.