Paulina Rubio: “Tengo voz de mexo-soprano”
bilbao- Paulina Rubio Dosamantes, la Chica Dorada, mex-simbol del pop, lleva unas enormes gafas de sol bajo el sombrero con el que pasea por la calle Bidebarrieta de Bilbao a mediodía del sábado. “Necesito un caldito o una farmacia, wey”, confiesa con su encantadora voz ligeramente aguardentosa. “Vine a ver un partido de pelota. Hay un gran frontón en el DF y me aficioné a los pelotaris. Son chicos discretos. Y me provoca que se sujeten los pantalones con un fajín de color con flequitos. Tengo esas debilidades”, reconoce con un mohín en los labios. “Me volvía loca Retegui II, con su mirada de malote y esos brazos tan peludos. Le faltaban las pistolas para ser purito mexicano”, explica Pau lamentando no haber podido conocer en persona al campeón de Erasun.
¿Puedo llamarla Pau?
-Si me acompañas a tomar un caldito a un lugar con poca luz me puedes llamar como quieras, muñeco. Pero lo de Pau me fastidia desde que se hizo famoso Gasol. ¿Tu crees que estas piernas son de jugador de baloncesto?
Vale ¿Tiene que ser caldo?
-El café me pone nerviosa y ya soy bastante movidita de por sí. Y no estoy ahora para tequilas ni mezcales. Así que un caldito, wey. De gallina, de vaca, de verdura. Algo a lo que pueda añadir tabasco para espabilar.
Entiendo. Y, además, le servirá para aclararse la voz.
-¿Qué quieres decir con eso, pendejo? ¿Qué tengo mala la voz? ¿Te han pisado alguna vez con un tacón como este?
No me pise, por favor, padezco de ácido úrico. Por eso voy con alpargatas en pleno enero. Solo quería decir que tiene usted en la garganta como un pollito?
-Yo tengo voz de soprano. Me lo dijeron desde nena. Piensa que para 1991 llevaba diez años formando parte de un grupo de éxito. Y, desde entonces, he publicado una decena de álbumes que han vendido millones de copias y han soportado sus respectivas giras mundiales. A ver, que a lo mejor mi voz no es la de las sopranos al uso. Puede ser. Quizá se ajuste más a las mezzosoprano aficionadas al licor de agave, lo que yo llamo mexo-soprano. Ese es mi registro. Pero me pones a entonar el tema principal de la ópera Madame Butterfly y lo clavo. Escucha: “Uuuuuuun bel dì, vedremo levarsi un fil di fuuuuumo...”
Extraordinario. Vaya, me ha saltado el vidrio del reloj.
-Ni María Callas canta la Butterfly con tanto sentimiento. ¿Te has fijado? Salía la gente de los comercios a escuchar.
Sí, por suerte no nos ha alcanzado ninguna coliflor. Pero dejemos la faceta artística ¿Ha encontrado al hombre de su vida?
-Estoy en ello. Mikel Urrutikoetxea y Joseba Ezkurdia me parecen muy sexis. Pero a lo mejor yo sea un poco mayor para ellos. Aunque solo tengo treinta y tantos y tantos y tantos. Me doy cuenta de que ya soy una mujer madura. No sé, quizá necesite alguien equilibrado, estable y con una edad, un hombre cuajado, como Pocholo Martínez Bordiú. Y con Pocholo podría compartir mochila y peluquero. Que eso une mucho.
Pues la verdad, después de Bofilín, Colate y Gerardo, no se yo si Pocholo...
-Bah, envidia. Yo siempre he tenido buen ojo para los hombres ¿Qué mujer en su sano juicio pensaría que puede salir mal una relación con Bofill o con Colate? ¿Eh? Vale, mi madre, que es muy pesimista. Bueno, y mi nodriza. ¿Quién más? Por eso creo que con Pocholo todo podría ir muy bien. Sería una relación definitiva. Me gustaría decírselo a mamá, pero la nodriza no me deja, alude algo sobre que está delicada y que no le convienen disgustos. No la entiendo. Siempre ha sido muy mística.
¿Ya ha quedado con Pocholo?
-Aún no. Andamos con los wassaps. Estoy segura de que haríamos buena pareja. Además, él también tiene una bonita voz, canta bien y posee un oído de superdotado. Hasta podríamos sacar un disco con temas a dúo. Quizá rancheras en versión electropop. Sería un exitazo. Seguro que a él también le encaja la idea, es un hombre sensato.
En uno de los locales clásicos de la calle del Perro, Pau se atiza su caldo calentito con un latigazo de tabasco y un chispazo de agave (¡qué caray!). Le queda un aliento que eriza las pestañas y puede sanar las cataratas sin necesidad de intervención oftalmológica. Le acompaño al frontón. Por el camino no duda en pisarme tres veces con sus tacones de aguja. La Chica Dorada es así, no perdona.
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