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el año 2013 echa el cierre como uno de los años menos movidos de la moda, con pocos fichajes y cambios. El más relevante, el de Marc Jacobs al frente de Louis Vuitton, una salida que pone punto final a una década de explosión creativa y que abre la veda del relevo generacional en el sector (fuente: Efestilo).
En los noventa, Marc Jacobs y John Galliano desembarcaron en dos de las más tradicionales casas francesas del lujo, Louis Vuitton y Christian Dior, con el objetivo de vestirlas con la frescura y la modernidad que reclamaba el nuevo siglo. Sus viscerales y mediáticas creaciones simbolizaron la renovación generacional y creativa, que ahora parece ponerse en marcha de nuevo, en un sector donde los vaivenes de tendencias y los fichajes de diseñadores son un elemento intrínseco a su ecosistema.
Jacobs (1963) y Galliano (1960) han abandonado, por razones diferentes, sus respectivas firmas y han dejado paso a creadores una década más jóvenes, como Raf Simons (1968) y Nicolás Ghesquière (1971), caracterizados por un lenguaje menos ostentoso, barroco y cargado de espectáculo; en definitiva, más acorde con la austera época que les ha tocado vivir.
La abrupta salida de Galliano, a finales de 2012, por proferir insultos antisemitas y declarar su amor por Hitler, ha coleado durante todo este año por su lucha en los tribunales y sus intentos fallidos de volver al trabajo, y ha transformado su imagen de incansable y intuitivo creador en un fantasma de sí mismo.
Jacobs, en cambio, ha cerrado la etapa de Vuitton con la cabeza bien alta y la nada desdeñable tarea de dedicarse en exclusiva a su firma, que, según los rumores, saldrá a Bolsa el año que viene. Deja tras de sí uno de los legados más creativos, viscerales y explosivos de su tiempo: ha levantado de la nada una línea de prêt-à-porter, ha colaborado con artistas contemporáneos como Stephen Sprouse y Takashi Murakami y, lo más importante, ha impreso al ADN de la firma francesa su original efervescencia creativa. Ahora Louis Vuitton es cool, un adjetivo que se ha convertido en el principal y rentable legado que un diseñador puede dejar a su marca. La marcha del diseñador estadounidense ha propiciado el habitual efecto dominó en el mundo de la moda: Nicolás Ghesquiere, antes en Balenciaga, pasa a ocupar su puesto en Vuitton.
Pero no solo es París el escenario de las idas y venidas de los diseñadores. Stuart Vevers, el diseñador llamado a modernizar Loewe, la única firma española de lujo con proyección internacional, se marchó en junio contra todo pronóstico, para comenzar una nueva etapa al frente de la estadounidense Coach.