Eran tiempos de desarrollo industrial, una edad de entresiglos (XIX-XX) en la que Bilbao crecía a espuertas y demandaba mano de obra para darle empuje a un crecimiento se diría que imparable, por la salida de su puerto al mar y la proximidad de las minas. A la situación geográfica que les describo ha de añadirse un desarrollo tecnológico de primera magnitud y la fuente primera de la prosperidad industrial de Bilbao Bizkaia fue el hierro, fácil de extraer y de excepcional calidad. La explotación minera tuvo un inmenso impacto no solo en el carácter, las costumbres y las tradiciones de las poblaciones de la zona, sino también en el entorno físico. Veámoslo.
En el antiguo poblado minero de La Arboleda, por ejemplo, los antiguos pozos de extracción se han convertido en intrincados y hermosos lagos. Y en la mina a cielo abierto de Bodovalle, junto al Museo de la Minería del País Vasco, es posible contemplar una profunda cicatriz sobre la tierra que nos habla sobre cómo la actividad humana puede llegar a transformar el paisaje.
Plinio escribió sobre una montaña de hierro. Shakespeare habló de bilbos como espadas metálicas y Tirso compuso aquellos versos que decían: “Vizcaíno es el hierro que os encargo, / corto en palabras, pero en obras largo”. La explotación de todo ese mundo casi mitológico requería mano de obra, hombres y mujeres que se metiesen en la fragua, dicho sea a la metáfora.
A comienzos del siglo XX, existía una notoria preocupación por determinadas cuestiones sociales vinculadas a las necesidades de las clases obreras que se arracimaban en Bilbao. Es en esta época, precisamente, cuando proliferan en Bilbao diversos proyectos relacionados con la sanidad o el bienestar de estas clases, y uno de ellos fue la creación de las Casa Cuna.
En el año 1881 el concejal Fernando Luis de Ybarra Arámbarri presidió una Comisión que se encargó de redactar un proyecto de reforma de la beneficencia municipal. Conseguida la aprobación del Ayuntamiento, se pusieron en marcha dos salas cunas, una en la calle Ribera y otra en Urazurrutia, alquilada a Federico Victoria de Lecea, que fue acondicionada por el arquitecto Joaquín Rucoba e inaugurada el 7 de enero de 1884 bajo la administración de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
La Casa Cuna tenía por objeto cuidar durante el día a los niños menores de tres años de las jornaleras mientras estas permanecían en el trabajo.
El Ayuntamiento estuvo a cargo de las salas cunas hasta 1929, año en que pasó a manos de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao. De la mano del arquitecto municipal Ricardo Bastida, y gracias a la acción benéfica de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao, el 25 de julio de 1916 la ciudad vivió como una fiesta la inauguración de la Casa Cuna de Urazurrutia, la Casa Cuna de San Antonio.
Era una necesidad que, además, traía consigo una belleza modernista. Era una espectacular edificación que, como hoy, cautivaba la mirada de quien pasea a su lado, allá junto al puente de San Antón, y que en 1939 añadiría una nueva planta tener la altura y tamaño que luce a día de hoy.
En su fachada destacan diferentes detalles cuidadosamente realizados mediante ladrillo, piedra y cerámica que enmarcan los diferentes huecos de las ventanas o la puerta de acceso dotándolo de una estética y una belleza únicas. Tiene detalles mudéjares, en los que destaca la combinación de azulejos producidos por la sociedad Valencia Industrial de Burjassot, ladrillos y piedra con clara tradición catalana.
Otro de los detalles que llaman la atención de la obra de Ricardo Bastida es, precisamente, una creación de otro artista. Se trata del grupo escultórico La caridad, realizado por Federico Sáenz Venturini y que se ubica sobre el dintel del acceso principal. En aquel mundo cargado de dificultades para la subsistencia, como les decía, la belleza y el servicio de cuidados básicos para los niños pobres aportaron algo de aire fresco (apunte el lector que tenían un patio al aire libre para que jugasen los pequeños...), tan necesario para desahogarse.
Pasaron aquellos años duros como el pedernal y el servicio se mantuvo hasta que en 2018 la Fundación BBK, propietaria del edificio, anunció que el centro dejaría su función de guardería. El edificio fue objeto de un proceso de rehabilitación y transformación por parte de la BBK que concluyó en 2021, siendo su objetivo convertirlo en un centro para impulsar proyectos de innovación, el proyecto Casa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), BBK Kuna. Esta transformación no estuvo exenta de polémica entre los vecinos, ya que en palabras de la Asociación de vecinos de Bilbao La Vieja el proyecto podía ser “interesante a nivel internacional, de cara a nuevas tendencias comerciales europeas”, pero dicha transformación del centro “daría la espalda a los intereses y necesidades de las personas del barrio”. Era un siglo después y no parece que las necesidades fueran las mismas.
La Casa de los ODS promueve proyectos innovadores desde el corazón de Bilbao La Vieja, que aportan soluciones a retos como el envejecimiento de la población y la soledad de las personas mayores; el cambio climático, la revolución tecnológica, la transformación de las ciudades o la migración. Retos para crecer como sociedad sin dejar a ninguna persona atrás. Retos de otro mundo.