Antes de sumergirnos en sus detalles y las historias que le dan vida, investiguemos al hombre que le dio nombre. Nicolás de Arriquíbar y Mezcorta nació en Bilbao el 17 de septiembre de 1714. Fue dos veces prior del Consulado de Bilbao (1765, 1769) y desde 1768 socio de mérito de la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Partidario del proteccionismo a la manufactura y a la libertad interior del comercio de cereales como único medio de abaratar la comida, y, por lo tanto, mantener la mano de obra necesaria para la industria. Sostenía que hay que suprimir los impuestos a las materias primas y elementos de primera necesidad y cargar los artículos de lujo. Un busto suyo se puede contemplar en el extremo derecho superior de la fachada del Ayuntamiento de Bilbao.
En la plaza Arriquíbar está la fuente con una columna en el centro, rematada con una esfera terráquea con sus meridianos y paralelos, y una banda que rodea la bóveda celeste en la que están representados los doce signos del Zodiaco. Parece ser que esta esfera perteneció al material didáctico del viejo Instituto Vizcaino, que existió en la plaza de Unamuno. La fuente pervive a las obras de la plaza en 2010 que acabó conformándose como puerta de acceso a Azkuna Zentroa. La fuente de la plaza se trasladó unos metros, cuenta con un nuevo adoquinado que forma un gran mosaico, un peculiar mobiliario de acero y una vegetación exuberante. En todo ello intervino el arquitecto francés Philippe Starck, quien le había dado una vida nueva la vieja alhóndiga de Bilbao, convirtiéndola en Azkuna Zentroa.
No conviene olvidar el paisaje de hace años, con los castaños de Indias elevándose como almenas de un castillo vegetal y los estorninos sobrevolando aquellas plazas en sus migraciones. En 2018 el Ayuntamiento de Bilbao procedió a la tala del más antiguo Castaño de Indias de la Plaza, al encontrarse seco y por presentar un alto índice de riesgo de rotura y caída de ramas. Era un ejemplar de entre 80 y 90 años y su sentencia fue dictada por un análisis propio de un siglo diferente al suyo. Fue una tomografía arbórea y una radiografía por ultrasonidos la que dictaminó que estaba casi seco. Y entonces, llegó, ¡zas! la guillotina. Bilbao plantó, poco después, nuevos Castaños de Indias. Habrá que esperar a que su sombra vaya cogiendo cuerpo.
Pero la historia de la plaza es más sentimental que arquitectónica. Ella era secretaria en las oficinas que Martini y Rossi tenía en activo en Alameda Urquijo, allá donde hoy se ubican las galerías que han ido apagándose al compás de la noche de Bilbao, condenada al sueño eterno en los últimos años. La secretaria, digo, se llamaba Mercedes Lorenzo Sauto aunque no hizo fama ni fortuna bajo ese nombre sino con el apelativo de La loca de Arriquíbar o La loca de los sombreros. Todo tiene su porqué.
Al parecer Mercedes cayó presa del amor al quedar prendada del regente de un ultramarinos de la zona, Andrés Estebarán, con quien tuvo flirteos antes de que el hombre decidiese casarse con otra mujer. La cordura de Mercedes hizo entonces ¡clic! y la mujer se condenó a un amor tan eterno como imposible que le llevó a asentarse en la plaza de Arriquíbar, muy cercana a la tienda de ultramarinos para añorar o incomodar al hombre que había dejado de mirarla, de quererla. Era una venganza de locura, dijeron entonces.
Durante años la romántica plaza de Arriquíbar, hoy remodelada y puerta principal de acceso a la nueva Alhóndiga reformada por Philippe Starck, recibió la visita de una mujer que vestía de modo peculiar y usaba unos sombreros extravagantes, cuando no unos espectaculares turbantes. Se sentaba siempre en el mismo banco, daba de comer a los pájaros y, a modo de Penélope moderna, tejía calcetas sin cesar y sin quitar ojo, dicen, al comercio de su amado. Quienes fueron contemporáneos de esa mujer fueron testigos de cómo los niños del Colegio Santiago Apóstol y las niñas de El Pilar se reían de su aspecto al verla tan estrafalaria y tan seria.
Como en todas las historias que sobrecogen, a esta le persigue una leyenda. Dice la voz popular que su historia sirvió de base e inspiración a la canción La llamaban loca, que popularizó el grupo bilbaino Mocedades, con letra y música de José Luis Perales. El autor de la letra admitió que bebía de una historia real pero que no coincide con la de Mercedes, sino con la de una mujer que conocía y enloqueció al enviudar. Al coincidir en algunos detalles con la historia de Mercedes y alcanzar la gloria en voz de un grupo de raíces bilbainas, el pueblo entendió que se había inspirado en la tragedia que hoy nos ocupa.
Mercedes nació en Lugo el 15 de diciembre de 1915 y está registrado que murió el 23 de enero de 1996 en el hospital Aita Menni de Mondragón. Para entonces, Arriquíbar ya se conocía como la plaza de la hermosa locura. A finales de 2019 y de la mano de la artista Ane Pikaza, Mercedes regresó a la plaza que tantas veces visitó con tres imágenes en su honor, una obra de arte de nombre Atentamente mía, que formó parte del Proyecto Fatxada y que decoraron durante tres meses la fachada de Azkuna Zentroa. La muestra concluyó en enero de 2020. Apenas dos meses después, la pandemia desencadenó toda su tormenta de contagios y miedos y la memoria de Mercedes quedó sepultada en el olvido. A Bilbao le preocupaban otras rarezas, si es que se puede decir así.