Aste Nagusia le debe la vida. Quico Mochales era una dandy apegado a su tierra, a Bilbao y nadie diría que había nacido para traernos la felicidad en agosto. No en vano lo suyo era la elegancia, el savoir foice. Por algo recibió una educación a la francesa. Incluso de él se dice que fue, quizá, el primer alumno que tuvo aquellas que llamaban escuelas francesas de Bilbao cuando inauguraron su primera sede en 1933 bajo los auspicios de monsieur Jean Laffontan, en un chalé frente a la iglesia del Carmen de Indautxu. Allí se hizo un hombre de Abando, salto que se consolidó con la licenciatura de Derecho en la Universidad de Deusto. Para entonces ya gastaba una sana socarronería.
Era un hombre también de inquietudes. En 1969 llegó al puesto que le permitiría asomarse a uno de los balcones privilegiados de Bilbao, El Corte Inglés. Allí fue elegido como public relations, como decía por aquel entonces. Era el primero de su género en Bilbao. En semejante atalaya anidó su imaginación. Y allí estuvo Quico hasta 1992. Cuentan las crónicas de aquel entonces que en 1973 (del 20 al 25 de agosto para más señas en el calendario...) el Corte Inglés organizó y patrocinó la I Semana de Deporte Rural Vasco en Bilbao. Durante una semana se ofrecieron exhibiciones gratuitas de Herri Kirolak con los mejores deportistas del momento. Esta actividad resultó novedosa y tuvo una gran acogida entre la población. Ante este fuerte abrazo del pueblo, Quico Mochales, relaciones públicas de El Corte Inglés, tuvo la idea de realizar un concurso que reuniesen propuestas que acercasen las fiestas a los ciudadanos. En 1974 expuso esta idea al ayuntamiento y... ¡zas!, la negativa de la alcaldesa tardofranquista, Pilar Careaga, puso zancadillas. Se diría que a Quico le habían inspirado aquellas palabras de Melchor Gaspar de Jovellanos a su rey, aquellas que decían, refiriéndose a los vascos: “Este pueblo no ha menester que le diviertan, sino que le dejen divertirse”.
El trabajo de Quico cruzó fronteras y desde el departamento de comunicación de El Corte Inglés impulsó la Bandera de traineras de los grandes almacenes, esa regata monstruo que cierra todos los años la temporada, además de un sinfín de actividades deportivas. Entre tanto, Pilar Careaga perdía la silla del trono de Bilbao y ya con un alcalde interino, José Luis Berasategui, a quien convenció. Cristalizó su deseo el 21 de marzo de 1978 con la organización de un concurso de ideas llamado Hagamos populares las fiestas de Bilbao. En el prólogo de ese concurso de ideas convocado por el Ayuntamiento de Bilbao y patrocinado por El Corte Inglés dejó escrito “(...) Somos los propios bilbaínos quienes debemos aportar, sugerir, las ideas realizables de unos festejos eminentemente populares, que satisfagan a las gentes de nuestros barrios, a la comunidad toda de los vecinos de Bilbao y que respondan a la expresión más sincera de conseguir, entre todos, hacer un Bilbao mejor(...)”. Ya con Jon Castañares al frente del Consistorio, en 1981, se sacó de la chistera otro invento sin el que nadie concebiría hoy la Aste Nagusia: los prestigiosos fuegos artificiales. En el primer año se colocaron en la plataforma que está delante de la estación Santander-La Robla. Pero aunque lo habían estudiado todo, las pirotecnias vinieron y, de entrada, se cargaron todos los cristales de la estación. A bordo de una Harley Quico recorrió Bilbao en busca del punto G, del punto exacto y dio con el parque de Etxebarria.
Formó parte de la vieja Konparsa Pimpilinpauxa, apreció la merluza frita y la menestra de verduras rebozadas del Maipú; fue socio del Athletic durante más de 70 años y no dejó una idea por intentar. El dandy txirene se marchó hace ocho años ya. Quienes le conocieron le añoran aún.