Inicie la persona lectora este recorrido explorador bajo los auspicios del dios Hermes, el mensajero de los dioses, y dios olímpico, ahora que estamos en un año del mismo corte. Hermes controla el comercio, los robos, los caminos, los mensajeros, los sueños y las puertas. Por eso podemos decir que es el dios que guía las almas al hades, al inframundo. ¿Por qué invocar a este espíritu? Porque se trata de una ascensión desde el mineral justo desde allí, desde el centro de la tierra donde florecen las minas, hasta los cielos de Bilbao, por mucho que buena parte de las minas de estas tierras fuesen, todo hay que decirlo, a cielo abierto.

Cuentan las crónicas de aquel Bilbao de entresiglos (a caballo entre el XIX al XX...) que en 1863, las Juntas Generales de Bizkaia tomaron una decisión crucial para el relato de la economía vasca: la supresión de la prohibición de exportar mineral de hierro fuera del Señorío de Bizkaia. Era el fin del proteccionismo y el arranque del despliegue industrial y económico de buena parte del País Vasco.

La aparición de las minas cambió el paisaje geográfico, además del económico y del laboral, que se convirtió casi en un infierno. El profesor universitario Ricardo Miralles, en su trabajo sobre la Gran Huelga Minera de 1890, rescata unos escritos de Zugazagoitia que pesan lo suyo por cómo están descritos en lo dramático. Oigámoslas. “¿Cómo había de ser fácil la vida al obrero minero? En unas, a cambio de una parte de su jornal, se le proporcionaban los comestibles adulterados, los géneros pútridos que rechazaba la ciudad; en los otros, a cambio de un petate maloliente, empiojado, y un hueco en uno de los barracones, por cuyas mal cerradas junturas se colaba de rondón el cierzo y la lluvia en invierno, se le desposeía de los últimos céntimos. Era una inicua explotación organizada por los capataces y consentida por los patronos que colocaba al obrero en condiciones de vida inferiores a las del último irracional.” Suenan terribles, ¿verdad?

Otro estudioso del Bilbao de antaño, de ayer y de siempre, César Estornés, espolvorea algunos datos sobre el espació que hoy se ha de explorar en las últimas cuestas, el parque Legorburu. A él le corresponden algunas de las indagaciones que sin duda enriquecen este paseo. La Mina del Morro, que adquirió este nombre a raíz de la extracción mineral ya que antiguamente se conocía como Larreagaburu. Corresponde a una pequeña elevación de 114 metros, y su propio topónimo la delata ya que morro viene a significar monte o elevación leve.

Tranvía aéreo

Existen documentos que narran la existencia de un tranvía aéreo que permitía transportar el mineral de esta zona hasta San Adrián, Mirivilla (en la época se escribía con esa ortografía...) o Vista Alegre. Los trabajadores se ayudaban de la fuerza de caballos percherones para las tareas que exigían un mayor esfuerzo físico. Estas minas permanecieron en funcionamiento prácticamente hasta 1970. El espectáculo debía balancearse entre lo grandioso y lo dantesco.

César apunta que en los años 1875/76 Manuel Lezama Leguizamón, poseía la mitad de la mina de hierro Punta del Morro y la otra mitad era propiedad de Fidel Ortega Mac Mahón, un comerciante que residía en Liverpool. Habla también de una báscula que se instala en la parte alta del paseo de los Caños, colindante con Miraflores para el mineral de la mina del Morro.

Parque de Larreagaburu

Todo este paseo, ya les digo, tiene su porqué. Dirija hoy la persona paseante su mirada hacia el parque de Larreagaburu, una hermosa atalaya desde la que se otea Bilbao de una manera bien distinta a la otros miradores convencionales como Artxanda o Kobetamendi. Este lugar de esparcimiento fue creado en 2007 tras el desbroce de zarzas y maleza y ocupa la extensión de 22 campos de fútbol, una vara de medir muy propia de los pueblos.

Es el último parque urbano habilitado sobre suelo virgen de la villa y ejerce de pulmón verde para los barrios de Santutxu y Bolueta. El parque Larreagaburu se asienta sobre una colina de más de 13 hectáreas, que históricamente era la explotación minera antes descrita y que tras la remodelación ha pasado a ser una superficie lúdico-deportiva de última generación.

Entramos al habla con el Bilbao del futuro. Este terreno lúdico-deportivo cuenta con tres zonas de juegos infantiles. La primera y más importante, situada en la explanada superior , con una superficie de 450m2, dispone de varios tipos de juegos, uno de ellos de integración, con el objetivo de “facilitar el uso de la zona a todos los niños, incluidos los que tengan alguna discapacidad”. También para ellos se ha colocado en el parque un baño accesible.

La segunda zona de juegos se encuentra en la zona deportiva de San Joaquín y tiene una extensión de unos 230 m2; y la tercera está situada en la falda del monte. En esta última zona se han instalado dos canchas deportivas: una destinada a la práctica de fútbol y otra de baloncesto.

Miradores de Bilbao

Miradores de la villa, ha creado diversos recorridos alrededor del monte desde los que se puede disfrutar de las vistas sobre Bilbao. Para ello se han pavimentado 2.500 m2 en hormigón rojo, lo que dota a los caminos peatonales de un firme cómodo para pasear. Dichos viales comunican entre sí todos los accesos al monte, tanto si se entra por el barrio de San Joaquín, como por la calle Georgia. Es, ya lo ven, todo un refresco.