Los humanos fabricaron herramientas con huesos de ballena, seguramente muertas y varadas en las playas, hace al menos unos 20.000 años, según los indicios que ha revelado un equipo internacional de investigadores tras analizar los numerosos restos hallados en yacimientos del Golfo de Bizkaia.
El trabajo ha sido liderado por el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia y el Museo Nacional de Historia Natural francés, y en el mismo han participado numerosos centros de investigación y universidades de Euskadi, Cantabria, Catalunya, Castilla y León y Asturias; las conclusiones de la investigación se han publicado hoy en Nature Communications.
Además de reportar los primeros indicios conocidos de la fabricación de herramientas a partir de los huesos de estos animales, el descubrimiento ha ofrecido una valiosa instantánea de la antigua ecología de esta especie y su evolución, según los investigadores, que han subrayado la fragilidad de los yacimientos arqueológicos costeros debido a la subida del nivel del mar, lo que dificulta la reconstrucción de las interacciones entre los humanos y los mamíferos marinos.
Los científicos han analizado casi doscientas herramientas óseas encontradas en yacimientos del Golfo de Bizkaia y en la Cueva de Santa Catalina -en la localidad vizcaina de Lekeitio-, y gracias a técnicas que combinan la arqueología, la proteómica, el análisis de isótopos estables y la datación por radiocarbono han logrado una visión hasta ahora inédita de la interacción entre seres humanos y grandes cetáceos al final de la última glaciación.

Ballenas que hoy se limitan al Pacífico Norte y al Ártico
Los restos pertenecen a cachalotes, rorcuales comunes, ballenas azules y ballenas francas o de Groenlandia, que se encuentran en la actualidad en el Golfo de Bizkaia, pero los investigadores han identificado también restos de ballenas grises, que en la actualidad se limitan al Pacífico Norte y al Ártico.
Hasta hace pocos años, los grupos humanos del suroeste europeo de aquella época habían sido descritos como cazadores de herbívoros terrestres (como el ciervo o la cabra montés en España), pero los hallazgos de los últimos años han revelado una explotación regular de recursos marinos (peces, aves marinas o moluscos), han explicado los investigadores del grupo EvoAdapta de la Universidad de Cantabria que han participado en el trabajo.
Esteban Álvarez Fernández, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Salamanca y uno de los investigadores españoles que ha participado en los trabajos, ha precisado que los huesos de cetáceos eran utilizados como materia prima para la fabricación sobre todo de armas arrojadizas y ha situado las herramientas analizadas ahora en un periodo (el Magdaleniense) situado hace entre 20.000 y 14.000 años.
En declaraciones a EFE, Esteban Álvarez ha detallado cómo a lo largo de la prehistoria los humanos han experimentado diferentes materiales para elaborar artefactos a partir de materias duras de origen animal (dientes, marfil, huesos, astas o conchas) y ha señalado que durante el periodo Magdaleniense predominaba el uso de astas de ciervo o de reno.
Armas con más calibre que las fabricadas con astas
Sin embargo, el investigador -director además de las excavaciones arqueológicas en la cueva de Tito Bustillo (en Ribadesella, Asturias)- ha destacado el número y la distribución de los restos localizados en yacimientos arqueológicos del Golfo de Bizkaia, lo que demuestra que ese material fue utilizado de forma repetida y sugiere que el tamaño de los huesos de ballena suponía una ventaja ya que permitía elaborar útiles y armas de mayor calibre que los que se fabricaban con astas.
Esteban Álvarez ha asegurado que no existen indicios de que aquellos cetáceos fueran cazados por los humanos, sino que aquellos grupos "cazadores-recolectores-mariscadores" visitaban frecuentemente la costa para recoger lapas y bígaros y es probable que en aquellas visitas se encontraran con ballenas varadas y decidieran aprovechar su carne, su grasa y también sus huesos.
El catedrático de Prehistoria ha explicado que en aquel periodo el nivel del mar estaba entre 80 y 100 metros más bajo que en la actualidad y la temperatura del agua era inferior, por lo que el ecosistema marino en el Golfo de Bizkaia se asemejaría más a los propios de latitudes más frías, y la variedad de cetáceos en la zona era mayor que en la actualidad.
Las diferentes técnicas de análisis y datación que se han empleado en esta investigación han revelado datos ecológicos muy diferentes a los actuales, que sugieran hábitos alimentarios y cadenas tróficas propias de ecosistemas más fríos, pero también más ricos y variados.