Esta ha sido un año en el que las herramientas tecnológicas han salido de los laboratorios a la calle y en el que la ciudadanía ha podido empezar a entender mejor el proceso de cambio que se nos avecina. Hace no mucho tiempo el hardware era la sorpresa de cada año. Avances en ordenadores, monitores y pantallas increíbles, un teléfono con el que hacer todo, absolutamente todo, o unos simples auriculares en forma de botón con el que la música se lleva a otra dimensión. Pero el software quedaba relejado, siempre escondido detrás de un montón de piezas de plástico y metal. La aparición de las llamadas herramientas algorítmicas para la generación de contenidos ha llegado por fin a ser utilizado por parte del público en general. Si todavía no has probado DALL·E 2 de OpenAI no se a que esperas. Este sencillo programa se encarga de generar una imágen a partir de unas simples palabras o mediante una elaborada descripción. Si le damos muchos datos será capaz de refinar y crear una verdadera obra maestra. Todavía hay quien sigue pensando que se trata de algo mágico que hacen los ordenadores pero su funcionamiento es muy claro. Buscan imágenes que coinciden con los textos que hemos introducido, cientos de imágenes, miles de imágenes, millones de imágenes. Al fin y al cabo son datos, millones de datos, lo que podemos llamar el Big Data. Y a partir de aquí miles de procesos estadísticos, reproducir patrones y generar una imágen que se parece a la realidad que conoce, la realidad que le ha sido programada, la realidad de su software.

Utilizamos la palabra Inteligencia Artificial cuando la mayoría de los autores lo que estamos contando se llama Machine Learning. Las máquinas no piensan solas, no toman decisiones en una aparente lógica humana y por supuesto queda lejos que puedan cobrar vida biológica tal y como la entendemos actualmente. Si no toman decisiones, ¿qué es lo que hacen? Lo acabamos de decir, analizan millones de datos y van aprendiendo. El problema es que ese Big Data ya está creado, pertenece a alguien y aquí empiezan los primeros problemas en cuanto a la autoría y los derechos, y como siempre quien gana o deja de ganar dinero con todo esto. Stable Diffusion, otro de esos algoritmos con los que crear imágenes a partir de palabras, ha modificado el software para impedir que el sistema cree pornografía y además, elimina la posibilidad de hacer que los dibujos sigan los rasgos o estilo de un artista concreto. Pero el problema continúa cuando estos algoritmos son capaces de crear una fotografía de una persona real haciendo algo muy negativo que se puede hacer viral sin que nada de lo que sale allí es verdad.

Pero el premio al invento tecnológico del año se lo vamos a dar a un algoritmo de Inteligencia Artificial, o mejor lo llamaré por lo que es, un algoritmo de Machine Learning, llamado ChatGPT. En pocas semanas este sistema de conversación o chat está creciendo como la espuma y en parte gracias a nosotros por ayudarlo a aprender más y más cada día de uso. Entras, te registras y le empiezas a preguntar. Hasta aquí se parece bastante a Google o a Siri, pero la diferencia es que la respuesta no es una serie de enlaces de la web o que nos lea en voz alta un artículo que ha encontrado. Lo que lo hace diferente es que puede hacer un resumen perfecto de miles de artículos, utilizando un lenguaje entendible por cualquiera y que no eres capaz de saber que lo hace una máquina. A saber si no hay algo que hemos leído y que lo ha creado un software.

@juandelaherran