Al Sky solo le paran con gas lacrimógeno
Un tímido ataque en el Portillón de mikel Landa, el único que lo intenta, desvanece una etapa de fogueo que se resuelve con triunfo de Alaphilippe
bilbao - Hacía cábalas Valverde, que suspira por un Fuenteovejuna: todos a una, para derrocar el reino del Sky. El murciano imaginaba una alianza de los enemigos del imperio británico para desarticular al Sky, el expreso que conduce el Tour por donde quiere. También en los Pirineos. De los cálculos de Valverde, que no convencen al resto porque en el extrarradio de París los intereses particulares son el botín a preservar, solo quedó la ambición de Mikel Landa, que no está dispuesto a dimitir en el Tour. “Ha sido un ataque que no entraba en los planes, pero he querido probar para ver cómo respondían los rivales”, dijo sobre su intentona en el Portillón. El alavés, que es ambicioso, se asomó en el último tramo del puerto con la idea de inquietar al Sky. No lo logró. Wout Poels, Egan Bernal, Kwiatkowski, Geraint Thomas y Chris Froome apenas arquearon una ceja ante la guerrilla que propuso Landa, que se lanzó en el descenso para dar rienda suelta a su imaginación. Kwiatkowski, un excepcional bajador, apaciguó a Landa, que vio cómo el lujoso carruaje le ordenaba que se apartara a su paso y se acomodara a su estela. Es el ciclismo bajo la tiranía del Sky.
Allí rodaban todos los favoritos, respirando a un palmo de Froome y Thomas pero sin molestarles. Nada que ver con Luis Ocaña, el loco que perdió el Tour que tenía en el bolsillo porque el orgullo le lanzó a por Eddy Merckx en el descenso acuoso del col de Menté en 1971. El Caníbal se fue al suelo. También Ocaña, al que Zoetemelk, que chocó contra él, le mandó al hospital Saint Gaudens. Se quedó sin París Ocaña, siempre hambriento. En el Tour, los estómagos parecen llenos. Apenas quedan valientes, tipos dispuestos a todo o nada. Puerta grande o enfermería. Salvo el protestón Landa, el resto se ató la boca con cremallera en la primera jornada de los Pirineos. “Nunca se sabe cuál puede ser el día y el momento para atacar, además hoy (por ayer) he tenido mejores sensaciones con el dolor de espalda que los días anteriores”, analizó Landa. Tras la soflama del alavés, nadie metió ruido a la espera de no se sabe muy bien qué. Quien voceó su nombre con un megáfono fue Alaphilippe, otra vez glorificado.
El francés, al que le sonrió la fortuna en el descenso del Portillón porque Adam Yates se cayó cuando tenía cara de ganador, se bañó de oro en Bagnères de Luchon después de una travesía formidable. Gorka Izagirre chapoteó cerca del galo. Otro Izagirre segundo. Salpicado por el casi. “No hay que darle más vueltas, esto es así. He hecho todo lo que he podido, pero no ha podido ser,” asumía lacónico Gorka Izagirre en un día donde nadie inquieto al Sky, aunque para Quintana la interpretación de la etapa era opuesta. “El Sky ha hecho toda la subida al Portillón a un ritmo muy fuerte, pero no ha conseguido que se soltase nadie de los primeros de la general”, apuntó el colombiano, como si fueran Thomas y Froome los que tuvieran que atacar y recuperar tiempo. El mundo al revés.
manifestación y parón El Tour permanece flotando en un balneario controlado por los centinelas del Sky. Al líder Thomas y a Froome les alcanza con su nómina de estratosféricos alfiles para gestionar cada tramo de la carrera. El Sky perdió a Moscon, expulsado por la organización por culpa de una agresión, pero los británicos no notaron la ausencia del italiano. Los odiosos ocho son ahora Los siete magníficos. En el contacto con los Pirineos, les bastó con Castroviejo, una desbrozadora, el trabajo del infatigable de Rowe y la incorporación de Poels a la factoría inglesa. Después de economizar el gasto por los Alpes, el holandés silba entre las montañas pirenaicas. Kwiatkowski y Bernal, dos magníficos relevistas, se encargan de los flecos, por si los hubiera. Desarticular al Sky, al que únicamente se le recuerda el desvarío de la Vuelta en Sabiñánigo, solo es posible por una causa de fuerza mayor. Ha de pararse el Tour para que el Sky pare. No se conoce otro método. El Sky es el eje sobre el que gira la Grande Boucle, que tuvo que apretar las manetas del freno ante una manifestación de agricultores que frenaron en seco al pelotón del Tour.
Flanqueados por tractores, los manifestantes se sentaron en la carretera y los corredores echaron pie a tierra. La Policía no pestañeó y arrojó gas pimienta para disolver a los manifestantes entre empujones. El gas cegó a los corredores, con los ojos abrasados por el expeditivo método policial. Las miradas de los ciclistas bebieron colirio para enfocar debidamente y apaciguar el quemazón. También tuvieron que refrescar las gargantas, picajosas. Tras un parón que se prolongo durante 10 minutos, el Sky dispuso su formación para transitar sin aspavientos por el col de Portet d’Aspet, el col de Menté y Portillón. Todos formales. El revuelo solo existía delante, entre los componentes de una escapada panzuda, con cuarenta ciclistas en su inicio, del que se desprendió Philippe Gilbert tras una caída sobrecogedora. Al belga, un kamikaze, le patinó la rueda y chocó contra un murete para salir disparado hacia una arboleda. La escalofriante caída se produjo metros más abajo del lugar que recuerda el fallecimiento de Fabio Casartelli en 1995. Afortunadamente, Gilbert, que cayó entre piedras de gran tamaño, salió del bosque por su propio pie y volvió a la carrera. “He aterrizado sobre las piedras y en el primer momento he pensado que estaba hecho pedazos, pero finalmente estoy bien y agradezco a todos los que me han ayudado a volver a la carretera”, expuso el renacido belga. Allí acabaron los milagros. Su rodilla no le permitirá continuar. No saldrá hoy.
caída de yates El trasiego de puertos dejó sobre el Portillón a Adam Yates, Alaphilippe, Gesink, Pozzovivo, Mollema, Soler y Gorka Izagirre. Su hermano Ion renunció antes. Yates, pizpireto el pedaleo, tomó vuelo y coronó el puerto con aire suficiente. El inglés, que ha renovado junto a su hermano Simon para continuar en el Mitchelton, pensaba en la coreografía de la victoria cuando derrapó en una curva y se arañó el costado. Al suelo. Alaphilippe aprovechó el trampolín. Sin piedad. Le sobrepasó y gesticuló su segunda victoria en Bagnères de Luchon. Tras él apareció la sinceridad de Gorka Izagirre y más tarde la realidad que aplasta y acogota a todos en el Tour. Al Sky solo le paran los gases lacrimógenos.