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Un Tour negro para Euskaltel

Samuel Sánchez deja el Tour con el tercer metacarpo de la mano derecha fracturado, una contusión en el omóplato y un fuerte traumatismo en la espalda y abunda en la mala fortuna del conjunto vasco

Un Tour negro para EuskaltelFoto: Imágenes captadas de Teledeporte

La etapa de Samuel Sánchez fue de ida y vuelta. Comenzó al mediodía en Belfort y terminó allí mismo, a eso de las 15.30 de la tarde. Hizo unos 100 kilómetros. La primera mitad, aproximadamente, en bicicleta, bajo el sol y sintiendo la caricia del aire puro de los bosques oscuros de las montañas Jura. El resto, en ambulancia, con los ojos cerrados y los dientes apretados tratando de soportar el dolor de su mano derecha -fractura del tercer metacarpo-, el omóplato -contusiones importantes- y la espalda -un traumatismo sin rotura-. Entre una cosa y otra, la bicicleta y la ambulancia, una caída que le sacó a rastras del pelotón como antes había ocurrido con Astarloza, Txurruka y Verdugo. Tour negro para Euskaltel-Euskadi.

De lo que ocurrió apenas recordaba Samuel un frenazo, su reacción instintiva que le hizo estrangular las manetas, que luego derrapaba y que mientras sacaba la pierna del taco, alguien le golpeó por detrás y salió por orejas, que es la manera que tienen los ciclistas de contar que salen disparados por encima del manillar.

Lo vio todo Azanza, que le seguía. "Fue de la manera más tonta", contó el navarro. Egoi Martínez, que había cuidado de Samuel como de un hijo durante toda la primera semana, no vio nada porque iba por delante del asturiano, pero escuchó por la emisora que se había ido al suelo y luego un largo y enigmático silencio, "nadie decía nada", que le hizo imaginarse lo peor. Se lo confirmaron desde el coche de RadioShack. "Fractura de clavícula", le dijeron. Y Egoi siguió adelante con los bolsillos llenos de pena. En el suelo, atrás, sobre el kilómetro 100, estaba también Valverde, que se levantó en un momento pero se marchó maldiciendo su desdicha -su cuarta caída en el Tour- y con un gran mordisco en la tibia que luego le tuvieron que coser en el autobús. Samuel se quedó allí.

Las lágrimas de Samuel Tomás Amezaga, mecánico de Euskaltel y casi un hermano para Samuel -los Amezaga le acogieron en su casa de Güeñes cuando llegó al equipo aficionado de la Fundación Euskadi con el sueño de ser profesional- lo encontró tirado y retorciéndose de dolor. "Siempre que llegas al sitio en el que ha ocurrido una caída te preocupas primero por el corredor y tratas de volver a montarle en la bici. Es lo que hice cuando llegué, pero enseguida entendí que Samuel no podía", contó Amezaga, asustado luego porque al asturiano se le pusieron los ojos en blanco y se desvaneció. "Estaba ido y la médico que le atendía me pidió que le levantara las piernas para tratar de que recuperase la consciencia. Cuando lo hizo, se volvía a quejar de la espalda y la mano". Azanza recuerda que gritaba cada vez que el doctor, que acababa de llegar, le tocaba esas zonas tratando de localizar la fuente del dolor. Luego, fue el mismo médico del Tour el que decidió que no podía seguir. Samuel no dijo nada. "Desde que toqué el suelo sabía que me había roto algo. No hice ni amago de seguir", contó luego. Le subieron a una camilla, le taparon con una manta y le llevaron hasta la ambulancia que le iba a sacar del Tour. Allí, se desplomó.

"Se ha puesto a llorar en el momento que ha comprendido que se iba del Tour", dijo Gerrikagoitia, que había llegado a lado de Samuel cuando este entraba en la ambulancia. "Claro que lloraba, y mucho. ¿Cómo no voy a llorar? Sabía de lo que era capaz en este Tour y en un momento lo perdí todo", lamentó el líder de Euskaltel, que se secó las lágrimas cuando se cerró el portón del vehículo y se quedó a solas con Tomás y el médico.

Fue un viaje de una media hora que primero les llevó al hospital de Montbeliard y, después, definitivamente, al de Belfort. Durante el trayecto, Samuel iba con los ojos cerrados y los dientes apretados tratando de soportar el dolor que le llegaba de varios puntos. La mano, el hombro, la espalda... Tomás le miraba y no decía nada. Pensaba en las desgracias, las caídas de este Tour, pero también las de Antón, aquella de la Vuelta hace un par de años y la de meses atrás en la Lieja. Solo hablaba con Samuel para preguntarle si estaba bien. Y como se quejaba, le pedía algo para calmar tanto sufrimiento al médico, que iba sentado a su lado siguiendo la etapa por el iPhone. En pantalla, todos menos Samuel.

La llamada de Basso Uno de los que le echó de menos fue Ivan Basso, que nada más llegar al autobús agarró el teléfono y marcó su número. Cogió a Samuel en el coche de Euskaltel, de vuelta al hotel tras abandonar el hospital con un puñado de radiografías en la mano y más animado. Basso le preguntó que tal estaba y Samuel le contó lo de la fractura y lo de que aún era pronto para saber si estaría o no en los Juegos para defender su oro de Pekín. Que tenía que hacerse más pruebas, que le preocupaba el hombro porque apenas podía hacer el juego y lo tenía inmovilizado y que, de todas maneras, el seleccionador también tendría algo que decir. Le mencionó la Vuelta, sin más, y Basso le dijo que lamentaba que se hubiese tenido que ir del Tour de esa forma tan fea porque sabe lo que cuesta preparar esa carrera. Antes de colgar, le recordó que ahí estaba él, para lo que necesitase. Samuel se despidió, colgó el teléfono y pensó que esa llamada representaba todo lo "acojonante" que puede llegar a ser la vida. En ese momento, se sintió afortunado.

Así que, avanzada la tarde, Samuel no quería hablar de Juegos ni de Vuelta ni de otra cosa que no fuese volver al hospital nada más llegar a casa para saber con certeza el alcance de las lesiones. "Lo primero", dijo, "es la salud. Luego, veremos". Ni se confirma ni se descarta para nada.

El coraje de Verdugo Mientras Samuel salía del hospital, los cinco supervivientes de Euskaltel salían de la etapa con la moral por los suelos. Se arrastraban. Egoi no sabía qué decir. Buscaba un símil para ilustrar lo que sentía y acabó diciendo que seguir sin Samuel era como irse de vacaciones sin la mujer. "Así no se puede disfrutar". Gerrikagoitia se encogía de hombros, lamentaba lo ocurrido y hablaba de que el Tour sigue. "Creo que vamos a tener la oportunidad de ganar una etapa". La de ayer no solo no la acabó Samuel. Tampoco lo hizo Verdugo, que echó pie a tierra en el kilómetro 20, incapaz de seguir. Se retiró -la primera vez que abandona una gran vuelta- después de echarle coraje. Bastante hizo con llegar el sábado hasta La Plance des Belles Filles con la pierna izquierda rajada, un corte de diez centímetros por el que asomaba la tibia. "No podía más", lamentó.