Cuando el ángel guardián no se despistó
LUNES y tercera jornada del Giro. Casualidad para los agnósticos sobre el destino escrito; maldita coincidencia, dramática, para quienes no creen en el azar. "¡Qué me dices! Me dejas alucinado!". Seguro que reaccionó así cualquier apasionado del ciclismo, y los no tantos, al ser informado, pero si el protagonista responde al nombre de Alberto López de Munain la historia adquiere un valor añadido. Y es que tal día como ayer, el de la pérdida sobre el asfalto de Wouter Weylandt, también un 9 de mayo pero de 2005, el alavés sufría una grave caída en la segunda etapa (se había iniciado la ronda con un prólogo) que le ocasionó un hidroneumotórax por la rotura de nueve costillas, la clavícula izquierda, la escápula y lesión de hombro. No es de extrañar que se le erizara el vello cuando, tras salir de trabajar, se enterara a través de la llamada de DEIA de lo que sucedió en la bajada del Passo del Bocco. "La muerte siempre acecha al ciclista. Pero al fin y al cabo suele ser cuestión de suerte. Yo, ahora que lo pienso, y no hay año en que no me acuerde de esta fecha, la tuve. Yo sí celebro que lo conté", constata. Otro corredor vasco, el ermuarra Pedro Horrillo, también coqueteó después con la desgracia, cuando el 16 de mayo de 2009, se precipitó desde una altura de 80 metros, en el descenso del Culmine di San Pietro, lo que le provocó fracturas en el fémur, la rótula y el cuello, y un pulmón perforado, siendo inducido a un estado de coma durante un día. Weylandt no salió tan bien parado.
"Uno nunca piensa que le pueda pasar algo parecido. Que te puedes caer, sí, pero no que te vaya a ocurrir o que te puedas morir", reconoce López de Munain. "Son ya seis años desde que pasó aquello y nunca lo puedes olvidar, es algo que te marca para toda la vida. Además, en todo esto hay otra coincidencia, ya que nosotros salimos ese día de Tropea, que es donde llega la etapa del próximo sábado, así que volverán a pasar muy cerca de donde yo me caí", añade el de Albeniz. La diosa fortuna le acompañó porque ninguna de las costillas dañadas le llegó a tocar el corazón -sí el pulmón-. "Sin ir más lejos, esa fatalidad le tocó a Isaac Gálvez en noviembre de 2006", lamentó. El catalán murió en el velódromo Kuipke de Gante, durante la disputa de la prueba de Madison englobada dentro de los Seis Días ciclistas de la ciudad belga. Hacía pareja con su compañero habitual, Joan Llaneras, y se vio involucrado en una caída tras chocar con Dimitri de Fauw, estrellándose contra la valla exterior del anillo. A pesar de las maniobras de reanimación y de la rápida evacuación, a su llegada al Hospital Universitario de Gante solo se pudo certificar su muerte. De Fauw perdió la vida en noviembre de 2009 al no poder superar el trauma del incidente.
la seguridad Con este panorama saldrá nuevamente a la palestra el apartado de la seguridad. Más aún en un Giro que en la presente edición destaca por su excesiva dureza, con recorridos maratonianos como el que concluía en Rapallo, con ocho etapas en cumbre y bajadas temibles que han llevado a algunos de los participantes a hablar de "miedo". "No sé si podemos hacer mucho en el aspecto de la seguridad. Yo recuerdo que en mi primer y segundo año de profesional corríamos sin casco, y seguramente pasarían los mismos accidentes. Quizás no se les diera tanta trascendencia. Al final, yo creo que si te toca, te toca", resalta Munain. Una filosofía semejante a la que hizo referencia Horrillo cuando se repuso para hacer vida normal, si bien alejado de la competición. No recordaba nada de aquella maldita tarde. "En Bérgamo me daban mensajes de tranquilidad y que mi vida no corría peligro, pero como no tenía recuerdos lo vivía como una pesadilla y negaba lo que me contaban".
No fueron los únicos en coquetear con un desenlance funesto, pero sí sirven como plataforma para evidenciar que "nosotros nos jugamos la vida cada vez que salimos a las carreteras, aunque es algo inherente a nuestra profesión" -dice el alavés-. En el caso de Weylandt, el ángel guardiánse despistó. El porcentaje de accidentes mortales en el ciclismo profesional es pequeño. En el Giro se han producido cuatro en 94 ediciones. En ellas han participado miles de corredores a los que su gran técnica, instinto y suerte que abandonó a Wouter les salvó. Como a Munain y Horrillo.