bilbao. Bizkaia, sus carreteras, engordan hoy, hasta aproximadamente el mediodía, de cicloturistas. Se corre, se celebra, se disputa, se vive -cada cual utiliza el verbo que le identifica- la Bilbao-Bilbao, la primera prueba del calendario vasco de cicloturismo, una especialidad ciclista en crisis desde que a principio de año su existencia pendiese de un hilo. Tras salvar el pellejo en el filo se encuentra sumida ahora en una delicada reflexión. Busca una nueva identidad.

En febrero, las federaciones vascas lograron un triunfo parcial al demorar la puesta en marcha de una nueva normativa impulsada por el Departamento de Interior del Gobierno vasco que obligaba a todas las pruebas cicloturistas a contar con la vigilancia de la Ertzaintza al pasar a ser consideradas como pruebas deportivas. Ocurría que con el límite de cuatro carreras por fin de semana permitidas -nunca simultáneas- y la preferencia de las competiciones de la base -escuelas, cadetes, juveniles y aficionados-, el cicloturismo desaparecía del mapa. O casi. Subsistían apenas tres pruebas en Bizkaia, otras tres en Araba y ninguna en Gipuzkoa. Detener aquella escabechina obligó, de todas maneras, a comprometerse a promover una profundísima reflexión interna en el plazo de un año sobre un modelo de cicloturismo, el vasco, excesivamente competitivo y, con ello, peligroso e imprudente en ocasiones.

La Federación Vizcaina miró a Europa. Encontró en el modelo francés un ejemplo a imitar porque representa, quizás, todo lo que no es el vasco, principalmente, por la ausencia de todo rasgo competitivo. Redactó la federación sobre esa base la nueva Biblia del cicloturismo vizcaino, un lugar menos salvaje. Es una propuesta que, entre otras cosas, insta a la eliminación de cualquier tipo de clasificación y medición de tiempos; a organizar una salida escalonada y no masiva como ahora, en grupos de 20 ciclistas que salgan cada cierto tiempo para cubrir el recorrido sin que, tampoco, exista un coche de apertura de la marcha.

"Bien, está bien como propuesta", dicen desde la Erandioko Txirrindulari Elkartea, que organiza desde hace años la Erandio-Erandio (16 de abril) y que forma parte ahora de una nueva comisión de cicloturismo de la federación que trabaja para elaborar un documento definitivo que defina la verdadera identidad de las marchas. Una identidad, dicen los propios implicados, los clubes, los cicloturistas, que debe llegar desde dentro, pues rechazan cualquier imposición ajena. Una identidad, cuentan, que puede tomar apuntes del perfil francés, pero jamás calcarlo porque hay que lograr elaborar una normativa "más nuestra", más acorde, se refieren, a la propia realidad vasca.

El club de Erandio propone una "normativa más nuestra y no demasiado restrictiva": pone en duda la idoneidad del escalonamiento de las salidas para reducir el efecto pelotón masivo y sublima una salida neutralizada precedida por un coche; cree también necesaria la presencia de un vehículo que abra carrera para controlar la velocidad del pelotón y uno de cierre que marque el final de la marcha; apela a la parada "obligatoria" en los avituallamientos, algo que no sucede ahora, y pide que se valore la necesidad de colocar en los cruces más peligrosos a personal educado para esa misión.