David Arroyo y la parábola del obrero que llega a figura
bilbao. En 1990 Claudio Chiappucci atrapó una escapada en la primera semana del Tour de Francia en Futuroscope, tomó diez minutos de ventaja, fue líder y se defendió con bravura en los Pirineos para acabar cayendo ante Greg Lemond en la última crono. Acabó segundo aquel Tour el italiano, que revolucionó su mentalidad y pasó de ser un buen ciclista, batallador en la montaña, un obrero de un nivel medio alto, a una figura que rivalizaba con un tal Miguel Indurain en el Giro y en el Tour. No es una parábola, sucedió así, un guiño al romanticismo: un obrero convertido en figura. Ahora, 20 años después, le puede suceder a David Arroyo, soberbio segundo en la carrera rosa, líder durante seis jornadas después de la tremenda fuga de L"Aquila, bravo en la montaña en defensa de un sueño que se evaporó en el Mortirolo bajo la exuberante pedalada de Ivan Basso, el único que ha logrado tumbar al talaverano. "Esta última ha sido la semana más bonita desde que soy profesional. He estado cerca de acabar primero, estuve muy próximo a Basso en el descenso del Mortirolo, pero... El hecho de poder llevar la maglia rosa durante seis días y el haberme defendido con los mejores del pelotón me hace sentir muy orgulloso", explicaba ayer Arroyo, que ha demostrado ser capaz de luchar con los más grandes, que a su enorme valor como lacayo de las figuras se la añade ahora una capacidad inopinada para aspirar a más.
Los vascos cumplieron Los tres representantes vascos que partieron desde Amsterdam cumplieron a la perfección con su cometido, que no era otro, en el caso de Xabier Zandio e Iñigo Cuesta, que arropar a sus líderes. Ambos lo hicieron con el oficio que les asiste, mientras que Iban Mayoz, más liberado, rozó el triunfo en la etapa de Cesenatico, donde fue tercero, y fue 22º en la general.