RIMERO eran cinco, con un magnetófono y envueltos en la bandera tricolor de Colombia. Y pronto fueron diez, cincuenta o más de un centenar. Venían de todas las latitudes de Bizkaia con canciones protesta que les subían del pecho a la garganta con rabia. Era puro desahogo. En algunos carteles podía leerse Cali libre y en otros Acaben con el dictador. Así fue acudiendo la gente a la plaza del Teatro Arriaga, donde se habían dado cita. Colombia vive días oscuros. Desde hace algo más de una semana, la violencia en las calles se ha intensificado después de que el Gobierno del país, liderato por el presidente, Iván Duque, impulsara una reforma fiscal que provocó un gran rechazo entre la población. A raíz de ella, se convocaron diversas protestas y manifestaciones por todo el territorio colombiano que han sido reprimidas de forma radical por las fuerzas de seguridad. A día de hoy se ha confirmado la muerte de 24 personas. Y en Cali la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha denunciado disparos y agresiones por parte de la policía contra integrantes de uno de sus equipos sobre Derechos Humanos. No, no era el teatro. Era la vida pura con su dramaturgia.

Resultaba imposible que quien fuese acercándose al Teatro Arriaga no preguntase, no se quedase a mirar. Y les aseguro que el espectáculo anunciado sobre las tablas del escenario era digno de admiración y asombro. Al fin y al cabo, la Compañía Nacional de Teatro Clásico presenta el conocido título de Calderón de la BarcaEl príncipe constante, bajo la dirección de Xavier Albertí y con Lluís Homar en el papel del infante Don Fernando. La libertad de cada persona, defendida hasta sus últimas consecuencias, lleva a Calderón a visitar zonas del comportamiento humano no visibles hasta ese momento, conjugando esa defensa con una fascinante exaltación de infinitos aspectos del amor humano y su proyección hacia lo trascendente. Emergen grandes y desaforadas pasiones, pero también hondas convicciones y sacrificios. La libertad de cada persona, les decía. Como en Colombia.

Estamos ante una de las grandes obras maestras de Calderón. Desde la propia Compañía Nacional recuerdan que se trata de una obra que ha recogido grandes elogios de diversas tradiciones teatrales europeas, como la alemana, la polaca o la rusa. Sirva como ejemplo una gran cita de Goethe, quien en 1804, en una carta a Schiller, afirmó que si toda la poesía del mundo desapareciera sería posible reconstruirla sobre la base de El príncipe constante. Ahí se lo dejo.

Acompañaron a Lluís en escena un elenco de hombres y mujeres formado por Arturo Querejeta, José Juan Rodríguez, Beatriz Argüello, Rafa Castejón, Egoitz Sánchez, Jorge Varandela, Lara Grube, Álvaro de Juan, Marina Mulet, Iñigo Álvarez de Lara, José Cobertera y Jonás Alonso, todos ellos animados por el Cuarteto Bauhaus formado por Irene Celestino, Jorge Llamas, Isabel Juárez y Alfonso Nieves. El espectáculo estaba producido por la CNTC en colaboración con el propio Arriaga, el Teatro Principal Antzokia de Vitoria-Gasteiz y el Teatro Soho CaixaBank de Málaga. Testigos de todo cuanto les he contado fueron el cineasta Pedro Olea, Leonor Bilbao, casi una leyenda en Txomin Barullo; Itziar Foruria, Alfredo Laborda, Elisa Sánchez, Mónica Velada, Leticia Armendariz, Santos Lázaro, Carmelo Ruiz, Esmeralda Herlo, Luis Egiraun, hombre muy vinculado al cine; Andoni Renteria, Leonor Martínez, Félix Linares, Olga Zarate, Javier Agirre, Begoña Iturriaga, Joseba Elorriaga, Iñigo Alberdi, hombre fuerte de la Sociedad Coral; Mar Ortega, June Olabarria, Gotzone Escudero, Mitxel Etxebarria, Miren Uriarte, admiradora confesa de la obra; Iñaki Murgialdai, Inés Barrio, Ane Zugaza, Marije Murgia, Ane San Emeterio y un buen número de gente dispuesta.

La Compañía Nacional de Teatro Clásico presenta en el Arriaga 'El príncipe constante', obra cumbre de Calderón de la Barca

El espectáculo está producido por la CNTC junto al Teatro Arriaga y el Principal Antzokia de Vitoria-Gasteiz, entre otros