bilbao. "El toro te da y el toro te quita; en él reside todo el secreto..." Un aprendiz de aficionado mira al hombre que le habla, apoyado en una tronera de los corrales de Vista Alegre. Gasta media sonrisa y un pañuelo en bolsillo alto de la americana; un dandy inglés. "He visto que le gustan", continúa. "Tenga cuidado: le dará grandes alegrías pero también tremendos disgustos..."

Quince años después de aquella conversación llega el lance, el telegrama negro que anuncia la muerte de Luis Díaz de Lezana a los 77 años de edad -nació un 20 de abril de 1932-, tras la complicación multiorgánica de una larga enfermedad, asociada con una diabetes galopante. Fue presidente y vicepresidente de la Junta Administrativa del coso de Vista Alegre de Bilbao, además de presidente de su Comisión Taurina durante veinte años, cargos a los que el alcalde Iñaki Azkuna le permitió renunciar, dada la gravedad de sus dolencias, el pasado mes de diciembre. "Me ha pedido que siga en la Junta y he dado mi palabra", comentaba entonces. Desde entonces, Javier Aresti llevaba las riendas de la institución. Ayer lloraba desolado.

La Junta Administrativa de Vista Alegre hoy llora la ausencia de uno de sus hijos predilectos. Luis se vanagloriaba de los más de cien años de tradición heredados. "Es un honor presidir una Junta como ésta, la más antigua de España a la hora de seleccionar corridas de toros en el campo. Un honor y una responsabilidad porque Bilbao no está por debajo de Madrid ni de Sevilla".

Mil y un viajes y otras tantas tertulias con el toro corriéndole por las venas. Guardaba en el recuerdo "aquella extraordinaria corrida de Zalduendo con la que Ponce estuvo sensacional" y le llevaban los demonios cuando la impericia o el desdén de un torero deslucía un toro con posibilidades. Pero más allá de sus virtudes taurinas, deja huella un hombre de exquisita educación - "tendrán sus porqués", dijo un día de los antitaurinos-, un hombre bueno. ¿Disgustos, me dijiste...?

Éste ha sido morrocotudo.