Hay momentos en la vida en los que se presenta una encrucijada. Sin embargo, afrontar decisiones difíciles y superar los obstáculos con valentía y determinación, en ocasiones, permiten alcanzar el éxito. Algo así le sucedió a la familia Sampedro-Hernández, formada por Sergio Sampedro y Lorea Hernández, y sus hijos Aritz y Egoitz.

Todos ellos son trabajadores del sector de la hostelería, pero el estallido de la pandemia trastocó su vida. Durante más de una década formaron parte del equipo de profesionales que atendía el asador Mendikosolo, en Arrigorriaga. Sin embargo, a raíz de unos problemas administrativos con el Consistorio se quedaron sin trabajo. “Nos fuimos los cuatro al paro, con una mano delante y otra detrás”, recuerda Aritz sobre este momento vivido hace tres años. Una época muy crítica para toda la sociedad debido al estallido de la pandemia. No obstante, mientras todo se cernía oscuro para muchas personas, en la mente de esta familia de emprendedores vieron claro que tras ese revés no se acababa el mundo y, además, se sentían incapaces de quedarse sentados en el sofá de casa. “Decidimos apostarlo todo al rojo”, resume Aritz.

La crisis sanitaria y las restricciones derivadas del coronavirus, que afectaron especialmente al sector de la hostelería, no invitaban precisamente a tomar las riendas de uno de estos negocios. Pero no se lo pensaron dos veces cuando se presentó la oportunidad de gestionar el Asador Gozkoetxe de Loiu. “La incertidumbre era total y parecía una locura meterse en el negocio, pero estar en casa ¿qué nos iba a aportar?”, relata Aritz.

Además, junto con su hermano, quería brindar una oportunidad laboral a sus padres, que han trabajado siempre en este sector para que siguiesen haciendo “lo que siempre han hecho”. La situación a nivel social y económica era crítica, pero como bien dice, desde aquel varapalo cambió su filosofía de vida. “Quizás era el peor momento, pero al final en esta vida nunca es un buen momento. Si siempre buscas el buen momento, nunca llega. Tú tienes que cambiar el mal momento por uno bueno. Darle la vuelta a la tortilla. La clave está en madrugar y currártelo”, asegura con confianza.

El primer paso fue reunir un buen equipo. “Teníamos muchos contactos después de llevar toda la vida en la hostelería”, reconoce. El siguiente fue adaptarse a la nueva normalidad. “Había restricciones, mesas de cuatro y eso, pero nos adaptamos. ¿Qué otra opción tenía, quedarme en casa y meterme en TikTok? Eso no va conmigo”, bromea. Y el tiempo le ha dado la razón porque, tres años después de ese primer paso, ahora ve la luz al final del túnel. “Por suerte, en esta última época estamos teniendo mucho trabajo y las cosas van bien. Después de la pandemia la gente tenía ganas y estamos trabajando muy bien, ha habido mucho turismo, extranjeros que vienen gracias a la cercanía con el aeropuerto”, indica.

Equipo

En este sentido, apuntan un dato que refleja a la perfección la buena marcha del negocio. “Empezamos con cinco personas y ahora somos un equipo de 21”. Y todo ello sin servir menús del día, algo que llamó la atención al principio. “Me dijeron que a ver cómo nos íbamos a meter en este asador sin dar menús del día, pero ofrecemos una gran variedad de productos de asador: cachopo, codillo, chuletón, pollo asado, raciones y, en definitiva, una gran variedad de productos de cervecera. Su seña de identidad es la cercanía y el trato familiar, además de un género de proximidad y kilómetro cero. Como curiosidad, por ejemplo, sólo tienen txakoli de Bizkaia. “Intentamos fomentar el producto de aquí”, indica. Otro de los aspectos clave ha sido sacar partido a un entorno impresionante. Para ello, desde el inicio apostaron por remodelar la terraza. “La hemos ido mejorando poco a poco, ofreciendo un espacio chill out y con una terraza acristalada. Todos los días hay que reinventarse”, concluye Aritz.