En este año y medio de pandemia "hemos podido comprobar que la ciencia es más necesaria que nunca". Lo resaltó el jueves el concejal de Cultura de Balmaseda, Ander Rivero, en el regreso de los encuentros que el coronavirus había interrumpido. Y es que "a veces la percibimos como algo alejado y, sin embargo, está muy presente en nuestro día a día; también en la tecnología y la vacunación que han posibilitado que nos encontremos otra vez", añadió Eneko Beraza. "Teníamos muchas ganas de retomar las charlas", con grandes referentes que comparten sus conocimientos de una manera cercana y didáctica, corroboró Iván Fernández. Los tres vecinos de la villa, muy activos en la divulgación científica a través de la redes sociales y publicaciones, se turnaron para dar paso a los ponentes en un formato ágil de quince minutos por intervención en un evento organizado en el Klaret Antzokia con aforo limitado.

"El pueblo es precioso, me siento como en casa y ya he probado la putxera", se presentó el químico y divulgador Dani Torregrosa, quien de las famosas alubias de Balmaseda dio paso a "un menú mortal". El pez globo o Fugu, que "puede ser letal si se limpia mal y su preparación requiere una licencia especial". En Corea del Sur "cuatro o cinco personas fallecen al año asfixiadas por ingerir pulpo vivo". Aun así, hay quien se arriesga a "llevar a la gastronomía al límite buscando segregar dopamina". Matarían de dos a tres kilos de almendras "en una persona de unos setenta kilos de peso", 118 cafés... "También las putxeras", bromeó. Todo "depende de la dosis".

La neurobióloga, profesora de la Universidad de Salamanca e investigadora de Instituto de Neurociencias de Castilla y León Conchi Lillo aseguró que "los colores no existen, sino que responden a la interpretación de nuestro cerebro realiza a las longitudes de onda". El ojo humano "distingue un millón de colores", pero a veces puede resentirse. Por ejemplo, el pintor Claude Monet rechazó durante años operarse de cataratas porque creía que repercutiría en su obra mientras "sus trazos se volvían más oscuros y gruesos". Después de intervenirse a los 82 "tiró muchos de sus cuadros anteriores". Edgar Degas padeció retinoplastia, una dolencia "progresiva que le afectó hasta tal punto que pedía a sus modelos que eligieran los colores por él". A Edvard Munch le sobrevino "un derrame ocular". Sobre Vincent Van Gogh "existe la teoría documentada de que el protagonismo de los amarillos que él percibía se debía a la xantopsia, desencadenada por la ingestión continuada de una toxina para calmar sus problemas psicológicos".

El químico y profesor de Bellas Artes en la Universidad del País Vasco, Oskar González, sorprendió enseñando en pantalla los autorretratos de Marc Quinn que "en una urna a baja temperatura dibujan su cabeza con sangre". También le imprime sentido social al concepto, como en una instalación en Nueva York "que constaba de dos cajas: con sangre de neoyorquinos y de personas refugiadas" para demostrar que "somos iguales". Además, González ilustró sobre los avatares para desentrañar los componentes del amarillo indio, un pigmento que se popularizó en Europa a partir del siglo XVIII.

Y la licenciada en Trabajo Social y especialista en pobreza y exclusión social chilena Gaby Jorquera encogió los corazones del público con un estudio de su compatriota, la socióloga Florencia Torche, sobre cómo el entorno económico, social y educativo condiciona las perspectivas vitales tras la sacudida de catástrofes naturales. Para ello, se efectuó un seguimiento a "bebés de la misma zona nacidos antes y después un terremoto en Chile en 2015".

"En este tiempo de pandemia comprobamos que la ciencia resulta más necesaria que nunca"

Concejal de Cultura

"Los colores no existen, sino que responden a la interpretación del cerebro a las longitudes de onda"

Neurobióloga e investigadora