Por segundo año consecutivo no se levantará el graderío frente al Campo de las Monjas para presenciar las escenas con las que dan comienzo los actos de Viernes Santo en Balmaseda. Algo que no se había producido nunca antes desde los orígenes de la representación en el siglo XIX. Cuando la pandemia termine Jorge Gómez Balenziaga relatará este insólito hecho a los turistas que acudan al museo de la Pasión, donde se custodian trajes de los personajes más relevantes de la representación y pasos procesionales de incalculable valor artístico. Pero hasta que pueda recuperarse la normalidad en el calendario de actos populares, su empresa Alboan Servicios Turísticos, la Asociación del Vía Crucis Viviente y el Ayuntamiento intentan que el cierre perimetral entre municipios resulte más ameno a los vecinos recuperando la esencia de su añorada Semana Santa. Así, el centro de interpretación ubicado en la antigua iglesia del convento de Santa Clara acoge una selección de 85 fotografías que trazan un recorrido visual que “se remonta hasta 1922”.La iniciativa se inspira en el concurso fotográfico Memorial Javier Santa Coloma, que en 2019 cumplió su sexta edición. Tras la entrega de premios, las instantáneas finalistas quedaban expuestas en el museo. Las que componen la actual muestra “se han ordenado por fecha, de más moderna a más antigua” y se contemplan respetando los itinerarios de entrada y salida delimitados para guardar correctamente el aforo y la distancia de seguridad. En el primer fin de semana de apertura se acercaron “el sábado 26 vecinos y el domingo 24; no está nada mal”, respetando la capacidad máxima. En el caso de los grupos, hasta cuatro personas a la vez.

Se pueden observar curiosidades como el cupón de la ONCE dedicado a la Pasión Viviente de Balmaseda “en 2002” o una lista con los vecinos que interpretaron a Jesucristo hasta 2001. El primero documentado “data de 1889”. También cómo ha evolucionado la escenificación. En las fotos de principios del siglo XX “barbas y pelo eran postizos”, algo inconcebible hoy día, y los soldados romanos se cubrían las piernas: el centurión con mallas de color negro y el resto blancas, “al revés de lo que ocurre con ahora con la ropa”. Tampoco se les veían los ojos. Además, hubo un tiempo en que la Pasión finalizaba dentro de la iglesia, como atestigua una imagen de 1957 en la que Cristo aparece rezando frente al altar. La crucifixión no se incluiría en el programa hasta 1963, el ahorcamiento de Judas hasta 1976 y la Última Cena, hasta 1984. El traje de Caifás con delicados bordados “es el mismo al menos desde 1942”, como prueba el material gráfico, “y si te acercas se aprecia su antigüedad”, dice Jorge ante la pieza.

En otra de las dependencias se guardan ropajes y utensilios a los que el público no tiene acceso a la espera de volver a ser utilizados en el recorrido por las calles de Balmaseda. Para el 1 y el 2 de abril sin Pasión la Asociación del Vía Crucis Viviente está preparando iniciativas para estar presente con las limitaciones que implica la pandemia y reafirmar la intención de regresar con más fuerza que nunca con su tradición más emblemática. En 2020 se vivió en ventanas y balcones en pleno confinamiento tras haber sido la villa una de las primeras localidades en anular eventos importantes por el avance imparable del virus.

Amplio catálogo

En los últimos años las visitas guiadas para descubrir los entresijos de la Pasión se habían sumado a la oferta de la Semana Santa. La villa también acababa de estrenar un ambicioso calendario de itinerarios mensuales con distintas temáticas sobre su pasado antes del confinamiento. Arrancó en enero con motivo del aniversario de Balmaseda el 24 de enero y prosiguió en febrero con una exitosa visita a las torres del Puente Viejo y las iglesias de San Severino y San Juan que amplió fechas ante el poder de convocatoria. “A la gente le encantó, me preguntaban si íbamos a repetir”, rememora. Pero los siguientes itinerarios ya no pudieron completarse: marzo para poner en valor la figura de la artista María Francisca Dapena, abril en las bambalinas del Vía Crucis Viviente, mayo por el mercado medieval, junio conmemorando la toma de la localidad en 1937 durante la Guerra Civil, y tras el parón veraniego, septiembre a través de las huellas de los indianos, el octubre más sabroso sobre las alubias cocinadas en putxera, noviembre de viaje a 1808 para rememorar la quema por las tropas francesas en la Guerra de Independencia y, en diciembre, salida con ocasión del día de euskera.

En verano Balmaseda se reinventó ofreciendo una visita guiada por su casco histórico. Más adelante, con los primeros cierres perimetrales de municipios se llevaron a cabo la excursión de los indianos y otra relacionada con curiosidades del destacado patrimonio artístico.

Para Jorge y el proyecto de Alboan, adaptarse a los cambios impuestos por el coronavirus está resultando todo un reto, porque las salidas guiadas constituyen la base de su actividad. “Estamos dando vueltas a qué hacer”, cuenta. En esa búsqueda de más oportunidades está empezando a “dar charlas en los colegios” para despertar la afición por la historia en la juventud de una forma amena. Algo que surgió casi por casualidad cuando “en una boda alguien me vio hacer una representación del Señor de Bortedo”, que otorgó a Balmaseda la carta puebla que la elevó a la categoría de villa el 24 de enero de 1199. Tiempo después, volvió a meterse en la piel de Lope Sánchez de Mena en la ikastola y esta semana se deslazó al colegio Vizcaya de Zamudio para hablar de la red Cittaslow a la que pertenece Balmaseda y cómo contribuye desde el espectro local con su propia herencia y filosofía.

“La imagen más antigua data de 1922, a principios del siglo XX tanto pelo como barbas eran postizos”

“Estamos dando vueltas a qué hacer sin visitas guiadas, he empezado a dar charlas en colegios”

Alboan Servicios Turísticos