Alonsotegi - En junio de 1976 Iciar Sevilla abría una peluquería en la calle Areitzo de Alonsotegi. Mujer emprendedora que hasta entonces había trabajado en varios centros de estética de Bilbao, regresar a su municipio natal le permitió compaginar su vida laboral y la familiar. Necesitaba más manos y contrató a una jovencísima Beatriz Calleja de 14 años. Entró como aprendiz y ahí continúa. Ahora ha formado tándem con Aitziber Arrieta: la hija de Iciar, que sigue los pasos familiares al frente de uno de los establecimientos comerciales más longevos de la localidad, que ya se prepara para la temporada alta de eventos.

“Mis amigas dejaron de trabajar en cuanto se casaron. Yo no”, asegura Iciar Sevilla, que todavía con la represión y la moral franquista muy presentes en la sociedad decidió que “quería ser independiente económicamente” y, cuando vio el momento propicio, “montar mi propio negocio”. La hora llegó cuando se convirtió en madre. Quedándose en Alonsotegi “podía trabajar y estar cerca de la familia al mismo tiempo, con la comodidad de no tener que desplazarme todos los días a Bilbao”. Aunque al mismo tiempo “permanecer en el pueblo empobrece y empequeñece” si una acaba absorbida por la rutina. “A mí me gusta arreglarme y me gusta que las clientas me vean bien”, afirma.

Por clientas quiere decir también amigas con las que ha establecido un vínculo muy estrecho en las horas de secador y confidencias. La peluquería es un lugar propicio para compartir buenas nuevas y preocupaciones. “A veces nos transformamos en psicólogas porque la gente nos cuenta sus penas y, por supuesto, lo que nos dicen no sale de aquí. Nos lo guardamos para nosotras en cuanto colgamos la bata y salimos por la puerta”, promete.

Acompañar a los vecinos en las celebraciones familiares supone una alegría para todo el equipo de la peluquería Ai-tziber. En los días de bodas, bautizos y comuniones “si hace falta, abrimos a las seis de la mañana para que lleguen con tiempo suficiente a los oficios”, dicen las tres. En el caso de las protagonistas, “tienen que sentirse cómodas con el peinado y el maquillaje, ser ellas mismas”, recomiendan. Al contrario que cuando Iciar empezó, “ahora se estilan varias pruebas antes del gran día para no dejar ni un detalle al azar”. A las novias les preguntan “si van a llevar tocados en la cabeza y qué tipo de escote tiene el vestido, nos suelen traer fotografías”, narra Beatriz. “Y no solo eso: últimamente se lleva volver a vestirse con los trajes de la boda porque el reportaje fotográfico se saca después del día”, añade quien es una pieza imprescindible en el establecimiento. “Antes aprendíamos con la práctica. Empezábamos lavando cabezas y poco a poco íbamos realizando más tareas”, recuerda. Cuando Aitziber Arrieta, la hija de la fundadora, tomó el mismo rumbo profesional que su madre, las cosas habían cambiado. “Estudié en academia, pero sales con muchos conocimientos teóricos y poca práctica”, reconoce.

En las cuatro décadas de la peluquería los hábitos han cambiado. Las clientas “venían una vez por semana, ahora algunas también, pero no de forma mayoritaria; las jóvenes acuden a retocar el peinado o el color del pelo más o menos una vez al mes”. Las tres responden a la pregunta de si hay cortes inspirados por las celebridades. “Nos enseñan imágenes en los móviles para coger la referencia, aunque se dejan aconsejar porque cada persona tiene unos rasgos distintos y no a todas les queda bien lo mismo. Lo que les cuesta es cambiar una vez que se sienten cómodos en su estilo”, explica Beatriz. Y “también los hombres pasan por la peluquería”. Ellas se mantienen al tanto de las tendencias asistiendo a cursos “para reciclarnos”.

Pese a que se jubiló “hace veinte años porque ya no me quedaba más remedio”, Iciar acude con frecuencia a la peluquería que dirige su hija: “Me gusta demasiado. Me encanta venir y hablar con la gente y si veo a alguien por la calle mal peinado... ¡lo digo!”.