Si bien hasta la fecha las campañas arqueológicas realizadas en los últimos años en el cordal de Santa Marina, en Urduliz, habían alumbrado destacados hallazgos, ahora el foco de atención se ha trasladado hasta la zona de la antigua cantera de Atxarte. Allí, los oriundos del lugar conocían la existencia de un llamativo elemento de piedra de origen desconocido y considerables dimensiones que, sin embargo, el paso del tiempo y la maleza habían hecho olvidar. Precisamente, este macizo de piedra se encontraba al borde de la cantera, junto al caserío familiar del historiador urduliztarra Koldo Somokueto, que a su vez tuvo conocimiento de su existencia por su aita. Ante la posibilidad de que se tratase de un elemento de valor patrimonial, Somokueto se puso en contacto con el Ayuntamiento y con Edestiaurre Arkeologia Elkartea para profundizar en el hallazgo. A su vez, el presidente de la entidad, Iñaki Libano, tras consultar con la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Urduliz se trasladó a la zona para examinarlo. “Mi primera impresión fue que se trataba de un elemento religioso”, detalla Libano, que inmediatamente se puso en contacto con Iñaki García Camino, director del Arkeologi Museoa, entidad encargada de conservar e investigar los hallazgos arqueológicos en Bizkaia. Después de examinar de nuevo la pieza, barajan la hipótesis de que se puede remontar tres siglos atrás en el tiempo. “Creemos que puede pertenecer al siglo XVIII por la labra que tiene, puesto que es de piedra arenisca de Santa Marina”, apunta debido a la apariencia similar que guarda “con elementos de la arquitectura de la época”. No obstante, su origen es una incógnita. “Desconocemos el motivo de que se encontrase en este punto”, afirma.Concretamente, lo han encontrado sobre el nuevo cementerio de Urduliz ubicado donde antaño había unas peñas que desaparecieron con la cantera de Atxarte. “Barajamos que fuera un elemento que estuviese colgado de esas peñas y se descolgó tras su desaparición”, plantea. A este respecto, el historiador urduliztarra Koldo Somokueto propone otra hipótesis sobre su origen. “Barajo la teoría de que podría tratarse de un elemento que cumplía una función de mojón, de delimitación del terreno, ya que está en el mismo cordal que el munarri de Sopela, que parece ser que es un pináculo gótico que se reutilizó como elemento delimitador. En este caso, pienso que puede ser algo parecido, ya que estaba sobre una peña y por un mapa de 1930 que consulté parece ser que ahí había una cruz”. De hecho, “contiene un agujero en la parte superior para introducir algo que puede ser una cruz a la que quizás acudían en rogativa”.

Del mismo modo, los vecinos más longevos del lugar les pusieron sobre la pista de que allí antiguamente se celebraba “una fiesta del maíz con una romería”, sostiene Libano.

En concreto, se trata de una hornacina atípica, “como una especie de templete”, apunta Libano, con un tejado en forma de triángulo, muy labrado, de piedra arenisca y de forma cuadrangular con una única abertura que a su vez posee unas jambas labradas con agujeros donde iría enganchada algún tipo de puerta”, detalla. Un elemento que, a su juicio, guarda una gran similitud a los que utilizan en los sagrarios de las iglesias para guardar la Virgen o el cáliz”, prosigue.

Traslado

Sobre esta línea, debido a su peso, de aproximadamente 200 kilos, según Líbano, su traslado a esa zona “fue algo premeditado, no casual”. Igualmente, al estar situada al borde de un precipicio, los integrantes de Edestiaurre que participaron en los trabajos para su recuperación, se afanaron junto a la brigada municipal. En esta tarea participaron además del propio Libano, Koldo Zuazo Gibelondo, Sergio Vega, José Alberto Rodrigo y Koldo Somokueto.

Primero aseguraron la conservación del elemento con material geotextil y después procedieron a amarrar la pieza a la dumper para ponerla de pie. Después llegó el momento de ejercer un esfuerzo titánico para introducirla en la pala de la dumper para su posterior traslado, salvando una zona de difícil acceso debido a la vegetación existente en el terreno.

Por último, próximamente el equipo de Edestiaurre Arkeologia Elkartea transportará la hornacina a la ermita de Santa Marina, donde la depositarán. “Después de hablar con el Arkeologi Museoa y el Diocesano creemos que se trata del lugar más idóneo para su exposición”, concluye Libano, que seguirá investigando su procedencia.