La tradicional cuesta de enero está siendo más traicionera que nunca. El desánimo se acumula ya entre los hosteleros de Bizkaia, empujados al cierre cautelar en todos los municipios con una tasa de incidencia acumulada por encima de los 500 casos. Y ya van tres veces veces (en algunas localidades más) desde el estallido de la pandemia que los bares pagan los platos rotos. Así lo exponen abiertamente desde la Asociación de Hostelería de Bizkaia, y así lo reconoce también la propia ciudadanía, después de unas holgadas navidades.

"Abrir, cerrar, volver a abrir,... La incertidumbre sobre lo que va a pasar es como un martillo pilón y, al final, tantos meses con esta incertidumbre es muy difícil de sobrellevar", enfatiza Héctor Sánchez, presidente de la plataforma hostelera vizcaina. Pendiente de todas las comunicaciones oficiales en las que de una u otra manera se decida cualquier cosa que afecte al futuro más inmediato del sector, lamenta tener que ser pesimista sobre el porvenir de muchos negocios, pero las circunstancias y la realidad engendrada por la alta transmisión del virus así lo insinúan.

9

Primer día de confinamiento en Bilbao

De hecho, las persianas bajadas predominan en el paisaje urbanístico de la capital vizcaina, la primera gran urbe de la geografía vasca coloreada en rojo. Una de ellas, la de Mónica Padró ('El Globo'), obstinada en mantener su carácter optimista a pesar de la que está cayendo, pero consciente de las amenazas que acechan a su modo de vida. "Tampoco es cuestión de arruinarte en el intento", expresa. A su alrededor, en pleno centro de la ciudad (cerca del Palacio Foral), sólo un local dispensa cafés.

CAFÉ PARA LLEVAR

Nerea hace malabares para no achicharrarse con tres vasos. Son para unas compañeras de trabajo. La lluvia y el viento que acceciaba al mediodía son la excusa para confinarse en la oficina. "La anterior vez que cerraron los bares también pasó lo mismo. Y menudas colas había. Luego todos nos sentábamos ahí (dice señalando la balaustrada a los pies de la Biblioteca Foral)...". Hoy el mal tiempo ha vaciado este punto de encuentro para el hamaiketako entre semana y para el vermú los fines de semana.

Y mucho tendrán que cambiar las cosas para que las aguas vuelvan a su cauce, aunque sea el del aforo reducido en el interior. Otro motivo más para que la desesperanza y el enfado empiecen a hacer mella. "Desesperados", resume Padró. En su caso, lo volverán a intentar y dentro de unos días se plantearán reabrir para servir cafés o comida para llevar. "Cada vez cuesta más, los ánimos pesan y la parte económica tiene un límite aguantar así. Ponemos todo de nuestra parte, pero.... Es muy delicado todo", apostilla la hostelera.

Porque las ayudas prometidas y el pago de los complementos de los ERTEs están llegando con cuentagotas y, sobre todo, con retraso. Y es que, como explica Sánchez, la línea abierta en verano fue demasiado garantista y, en consecuencia, todavía se está empezando a pagar; y la de noviembre, "alguien las ha cobrado, pero la mayoría no", subrayaba. Un escenario preocupante que tampoco pasa desapercibido para la gente que ayer, una vez más, buscaba pizarras y carteles con la frase 'Para llevar' en puertas o fachadas de locales.

"Esto es una ruina para la hostelería. Para el cliente fatal, pero es que me dan pena toda esta gente, dueños y trabajadores.... Es una mierda", telegrafía Loli café en mano, a las puertas de un bar 'esquinero' de la Plaza Nueva. A pocos metros de ella, Pedro insiste en esa impresión que está en boca de otros muchos ciudadanos: "Los hosteleros están que trinan". Y no va desencaminado porque, como subraya el presidente de la vizcana, el sector de la hostelería "es siempre el que está en la primera línea del frente y cuando se toman medidas, las primeras son para limitar o cerrar la hostelería".PAGAR LAS IMPRUDENCIAS AJENAS

No en vano, según argumenta Sánchez, al confinamiento perimetral de un municipio le sigue el cierre la hostelería; lo que a su juicio es poner en la picota al sector, "que paga las imprudencias propias y ajenas". "Es un nuevo palo", apostillaba; y no solo a nivel económico, también en la moral de propietarios y trabajadores. La incertidumbre y la inseguridad sobrevuelan una actividad que ya venía muy tocada después de un 2020 angustioso. Por eso, entrar en otro túnel es peligroso. "¿Cuánto tiempo hay que soportar más? ¿Pides créditos? ¿Te arriesgas? Es que no sabemos nada. Optimismo sí, pero hay que se realista y el problema es muy gordo..." refrenda Mónica Padró, gerente de 'El Globo'.

En principio, habrá que esperar 20 días para volver a comprobar cuál es el cuadro clínico. "Si tuviera que firmar tres semanas [para la reapertura de los locales], firmaría ya mismo", apuntaba el máximo responsable de la asociación de hosteleros vizcainos, al tiempo que reivindicaba que los cierres vayan acompañados de indemnizaciones para los empresarios que no pueden desarrollar su actividad. No disponen de datos de los establecimientos que han bajado para siempre la persiana por culpa de la pandemia, pero su olfato le dice que serán muchos porque "cada día que pasa y cada hora que transcurre con unas limitaciones importantes o incluso con cierres, supone un goteo mayor de empresas que no aguantan más".

Y es que, como dice Padró, "esto ya se vuelve en tragedia y al final estamos contentos de no estar enfermos€ Que la gente se porte bien y acabemos con esto. ¿Cuánta gamberrada hay suelta por ahí para que esto siga así?" se pregunta la hostelera.