Ignacio en el rascacielos de Nueva York
Juan Tomás Sáez ‘Pikizu’ publica un libro sobre su investigación, que sostiene que el balmasedano Ignacio Ibargüen era uno de los trabajadores inmortalizados en la mítica fotografía en una viga del Rockefeller Center
Más de un millón de personas han leído las entradas en la web de Harresi Kulturala Elkartea que siguen la pista a Ignacio Ibargüen desde que en 2021 Juan Tomás Sáez, Pikizu, hiciera pública su investigación, que apunta a que este balmasedano pudo ser uno de los once trabajadores de las obras del Rockefeller Center de Nueva York fotografiados el 20 de septiembre de 1932 en el piso 69 del rascacielos casi suspendidos en el vacío, almorzando aparentemente relajados. En concreto, se trataría del segundo por la izquierda, que da fuego a un compañero. Aunque, en realidad, “la imagen está recortada y en otra versión se puede observar la viga del piso 68”. En estos cuatro años ha compartido sus pesquisas en multitud de medios de comunicación y ahora lo hace en un libro publicado en su propia editorial, Harresi, con el objetivo de que sus averiguaciones “perduren más en el tiempo que una página web”, explicó durante la presentación en Balmaseda.
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Contó con la presencia de Javier Ibargüen, sobrino de Ignacio, pieza clave en las pesquisas sobre la familia; el periodista e investigador Enrique Murgoitio, catalizador de la investigación al compartir que Iñaki Ibargüen, otro sobrino de Ignacio, le había relatado la historia de su tío después de un ensayo en el coro Deustoarrak en el que ambos cantaban, y la pintora Nistal Mayorga, autora del retrato de Ignacio Ibargüen de la portada del libro.
Esta versión actualizada incorpora las últimas novedades de la historia, que prueban que la identidad de todos los protagonistas de la mítica imagen sigue despertando curiosidad. A principios de año contactó con Pikizu un periodista neoyorkino que afirmaba estar trabajando con la archivista del Rockefeller Center para identificar a los trabajadores y quería verificar con la familia algunas informaciones: que en sucesivos censos que Estados Unidos efectúa cada diez años Ignacio Ibargüen constaba en 1930 como empleado operador de un horno de carbón en una escuela y en el de 1940 como operador de ascensor.
Paralelamente, el investigador de Balmaseda escribió a la archivista del Rockefeller Center incluyendo todos los datos para que Ignacio figure en la lista oficial de los once hombres retratados, pero “lamentablemente no obtuve respuesta” y añadió un enlace desde Wikipedia hasta la web de Harresi, donde se pueden leer las indagaciones.
“Ninguna duda”
A él no le cabe “ninguna duda” de que Ignacio Ibargüen (1899-1957) pasó a la posteridad desde el piso 69 del Rockefeller Center. Emigrado para eludir el servicio militar, que en aquella época podía significar fácilmente ser movilizado para la guerra, “residió en distintas direcciones de Brooklyn desde 1922 hasta su fallecimiento”.
Por tanto, cree “posible que se desplazara para trabajar cada día en la construcción de los rascacielos de Manhattan” después de haber perdido “el empleo que había desempeñado los diez años anteriores en la sala de máquinas de los buques mercantes que atravesaban el océano Atlántico empleo en la marina mercante por el crack económico de 1929”.
Además, el parecido de la fotografía con otra sacada cinco meses antes, en la que se le ve con su esposa, Esperanza Ojinaga, y su hija Louise “no ofrece dudas de que es la misma persona”. Añadido al hecho de que “en los más de noventa años transcurridos desde que los once del Rockefeller Center posaron para la cámara, “nadie más ha reivindicado al segundo por la izquierda como familiar suyo”.
Ajena al pasado, Mari Pili, esposa de Javier Ibargüen, regaló a Donald Peter, hijo de Ignacio, un póster del archiconocido Almuerzo en lo alto del rascacielos. Su pariente estadounidense, que había forjado una afectuosa relación con la rama de la familia de Balmaseda en sus asiduas visitas, derramó unas lágrimas que “les sorprendieron”, llegaron a pensar que no habían acertado con el obsequio. Pero entonces, Donald Peter “respondió emocionado: el segundo por la izquierda era mi padre”. Enamorado de la villa y sus gentes, “la quiebra de la compañía Pan Am frustró su jubilación” y con ella el proyecto de mudarse. Falleció en el año 2000 por un cáncer.
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