No hay un trabajo con el que Carmen Morales se diera a conocer al público; hija de Rocío Dúrcal y Junior, su vida ha discurrido frente al ojo público, pese a que ella siempre ha preferido centrarse en su trabajo como actriz. Debutó en Al salir de clase, se tomó unos años sabáticos para criar a su hijo y ha retomado ahora su carrera artística. Estos días encarna a la escritora Agatha Christie en el Campos Elíseos.

‘Asesinato en el Orient Express’, ‘Muerte en el Nilo’, ‘Cinco cerditos’…

—¿Quién no ha leído una novela de Agatha Christie? Pero en este caso tengo que interpretarla a ella; el punto de vista es totalmente distinto.

¿Conocía su figura?

—La figura sí pero no su persona. Hay muchos aspectos de su vida que para mí han sido una sorpresa. Fue, por ejemplo, una de las primeras mujeres del mundo en hacer surf. Lo practicaba junto al príncipe de Gales.

Jamás lo hubiera imaginado.

—Era una mujer educada dentro de la tradición, para ser esposa, madre y ama de casa. Al contrario de lo que se pueda pensar de una de las mejores escritoras de novela de misterio del mundo, lo primero para ella era su familia, su hija y su marido.

Y de repente este le pide el divorcio.

—Se le derrumba por completo la vida. Pierde dónde agarrarse, no sabe hacia dónde tirar, ni a nivel personal ni profesional. Está desesperada; es un momento de angustia muy doloroso y muy complicado.

¿Se ha sentido identificada con ella?

—Yo no pero a muchas mujeres que nos han ido a ver les ha parecido una forma muy delicada y bonita, si eso es posible, de abordar la salud mental, porque siempre hay una hija, una madre, una amiga en esa situación. Se llama Agatha Christie pero podría ser cualquier mujer.

Si fuera usted la que llama a la puerta de su habitación, ¿qué le diría?

—Que la vida va quitando obstáculos y poniendo las cosas en su sitio. Hay que dejar que haga su trabajo; aunque dentro de la desesperación siempre es difícil ver la luz al final del túnel, menos de la muerte, de todo se sale.

Menos mal que hoy en día se le da más importancia a la salud mental.

—Antes no podías ni siquiera hablar de terapia sin que te considerasen loco. Y la cabeza es muy peligrosa, va por su cuenta y pierdes el norte.

¿No es un argumento demasiado duro para una función en plenas fiestas de Bilbao?

—En realidad es una comedia. Este personaje es un regalo absoluto que me ha hecho Juan Carlos Rubio porque la obra arranca con una angustia absoluta y va cambiando, surfeando metafóricamente sobre las olas de la vida hasta llegar a una playa gracias a Benito Pérez Galdós. Me encanta.

¿Cómo es unir a dos grandes de la literatura en una misma noche?

—Con uno de los grandes literatos canario, porque ella se refugió en Tenerife. Él le hace abrir los ojos.

¿Sigue aprendiendo de los grandes de la escena como Juan Meseguer?

—Le admiro y lo disfruto tanto en escena… Y no solo en el escenario, porque sabe tanto de la vida que cuatro horas en el coche se nos pasan volando. Es una enciclopedia viva.

¿Qué queda de aquella Carmen que debutó en ‘Al salir de clase’?

—Cómo disfruto de cada trabajo. Cada uno es distinto al anterior pero siempre los cojo con la misma ilusión, energía y ganas. Los años van pasando y esa esencia sigue ahí, con la experiencia del tiempo pasado. La vida te hace sufrir y divertirte, que es lo que luego utilizo para mis personajes.

Más de una década en la que no supimos de usted. ¿Dónde se metió?

—Tuve la suerte de poder elegir retirarme de mi vida laboral y dedicarme a estar con mi hijo. No quería perderme nada de su vida, como me pasó a mí con mi madre, que estaba siempre trabajando. Pero mi muchacho ya creció y ahora puedo volver a trabajar.

¿Estaba predestinada a ser actriz?

—Sí, aunque estudié Relaciones Públicas y Publicidad, por un por si acaso. Incluso empecé a buscar trabajo pero me di cuenta de que no me llenaba nada. Y, sin querer, ese bichito que llevas dentro se despertó.

¿Cuándo se dio cuenta de que era lo que quería hacer?

—Sin querer. Piqué un poquito de aquí y de allí. Surgió un casting y lo hice con lo que me salió de dentro, porque nunca había dado clases.

¿Le costó que la tomaran en serio?

—No. Seguro que hay gente que lo ha pensado, pero ni me he enterado. Como en todas las profesiones, lo interesante no es que te den el puesto sino demostrar que puedes mantenerlo. Lo bueno es que he ido empalmando un trabajo tras otro. Ahora me está costando entrar porque la profesión te castiga si te retiras un tiempo. Pero no pasa nada, seguiré pico y pala como siempre he hecho.

¿Su apellido le ha abierto puertas? ¿O ha sido al contrario?

—No lo sé. El teatro es un mundo diferente pero para cualquier otro trabajo he hecho casting como el resto de actrices; si me han cogido, es porque cuadraba con lo que buscaban.

Siempre se ha intentado mantener al margen del mundo del famoseo.

—Nunca me ha gustado. Cuando nació mi hijo hice una exclusiva pero no me sentí muy bien. Prefiero demostrar la valía por mi trabajo. Y hoy en día, gracias a las redes sociales, nos dejan más tranquilos; la famosa foto en bañador ya te la sacas tú.

Actriz, ¿espectadora también?

—Me encanta. Tengo compradas entradas para funciones en febrero.