Tras más de catorce años con pie y corazón en Londres y Berlín, tras vueltas de colorines por el mundo, con algún bache, con muchas sonrisas –su huella artística queda en más de catorce países, en cinco continentes– el grafitero y pintor Víctor Landeta se asienta desde hace un tiempo en casa, en Getxo. Y aquí y ahora ha dado vida a su última obra, ligada a la naturaleza, que a él tanto le encanta: un mural artístico inspirado en el humedal de Bolue y ubicado en un pilar del corredor de Uribe Kosta. Azul y verde para el gris. Es “un paisaje semiacuático que celebra una de las últimas porciones de naturaleza que quedan en Getxo, asegura él mismo. Un canto. Un homenaje. La estrella de la decoración es un galápago europeo, que es autóctono de Bolue, pero no la única presente en este emocionante oasis a dos preciosas vistas: hay otra tortuga, leprosa en este caso; un pez espinoso y pájaros, además de flora.

Este proceso está siendo para Víctor “muy gratificante”. Ha ido allí, justo al lugar donde jugaba de pequeño cuando aún no irrumpían los anclajes de la autovía en este horizonte. “Crecí explorando esa zona, mucho antes de que existiera el corredor. En aquel entonces, aunque estaba más descuidado y contaminado, para mí era como tener el monte al lado de casa”, rememora. Así, ha puesto en valor, a su manera, como él sabe, con sus manos y su creatividad y con su alma defensora de la naturaleza, al humedal y también al aula medioambiental que allí educa en la asignatura de la Madre Tierra. “Este proyecto ha surgido por una beca a la creación del Aula de Cultura de Getxo. Yo quería aportar mi granito de arena para darle un empujón al humedal. O sea que el promotor es Getxo Kultura, no tiene nada que ver directamente con la biología, pero yo he conseguido juntarlos”, explica el artista que ha dado una voltereta así a estas ayudas municipales. “También quería atraer hasta el humedal a personas que les puedan gustar los murales, porque ahora está muy de moda, con las redes sociales y sobre todo con Instagram, que la gente se desplace para ver murales y hacerse la foto. A ver si puedo conseguir que la gente venga por algo relacionado con el arte, pero que de paso, vean el humedal y conozcan el aula medioambiental”, desea este getxoztarra.

Este equipamiento está allí mismo, al lado de ese pilar de la autovía. Esta pieza artística es ahora su puerta de bienvenida. El espacio interpretativo depende del Ayuntamiento de Getxo y volvió a abrir sus puertas en marzo de 2017, después de permanecer alrededor de cuatro años cerrado. El principal propósito que persigue es la sensibilización ambiental y el desarrollo sostenible a través de un programa educativo y la organización de actividades en fin de semana.

Ese espíritu de dar luz al humedal y al aula es el que rebosa en este mural que se clava en la mirada. “La idea se me ocurrió a raíz de sacar unas fotos en las que se ve la mitad de la superficie del agua sumergida y luego la parte de arriba. Y pensé: Ya que es un humedal vamos a intentar representar la fauna acuática y la terrestre. Se me ocurrió dividir la pared y para ello me hizo falta una grúa para pintar”, describe el grafitero. El personal del aula medioambiental y los biólogos y técnicos del Consistorio getxoztarra han sido sus cómplices. “Quería información sobre la fauna que podía representar”, admite el autor. Es, por lo tanto, un retrato de tortugas y aves que habitan en este envidiable rincón verde. “Me he sorprendido de la riqueza natural que alberga este sitio”, admite Víctor.

Exposición

Esta iniciativa gozará de una segunda parte porque el próximo año la propia aula medioambiental albergará una exposición con el proceso creativo de este mural. Con fotos que registran la evolución y también con vídeos, además de con otras obras de Víctor, que palpita por seguir creando arte del humedal de Bolue. “Este pilar refleja la fauna semiacuática, pero también tenemos la fauna terrestre, con corzos, jabalíes, zorros... Podríamos intentar hacer un mural en otro pilar”, ansía el pintor. Aquí es donde echa raíces ahora el trabajo de este getxoztarra, con colecciones pasadas en Berlín, Copenhague, París, Melbourne, Los Ángeles, Sao Paulo, Zurich... “Me encanta ser mochilero y he pintado murales en muchas partes del mundo”, señala.

Su talento está marcado, tatuado, en catorce segmentos del muro de Berlín. Ningún vasco más que él ha firmado tal proeza. “Es mi mayor logro y de lo que más orgulloso estoy. Me costó tres años de espera, pero mereció la pena”, evoca. La capital alemana se convirtió en el hogar de este artista tras pasar primero por Londres. En esta efervescencia del arte urbano absorbió todo lo que pudo hasta que un problema de salud le hizo volver a Bizkaia. “Tardé un año y medio en recuperarme y luego llegó la pandemia. El regreso fue un empezar de cero. Ahora estoy preparándome para ser profe aquí”, desvela. Un pequeño cambio de guion en busca de la estabilidad contrapuesta al alambre del arte. Pero crear es y será para él irrenunciable.